Agencia La Oreja Que Piensa. Por Juan Chaneton
Marina Silva irrumpe por derecha en la campaña electoral de Brasil. Es la candidata de la derecha que, como tal, se apoya en cuanto hay de más atrasado y despolitizado en el pueblo brasileño.
Celebra el Financial Times su aparición en una competencia electoral que el establishment industrial-financiero contemplaba, hasta ahora, con resignada impotencia.
En su página Politics & Policy, el matutino londinense se congratula por lo que llama la sólida performance de Silva en el primer debate televisivo entre candidatos (tuvo lugar el martes 26 por la noche), al tiempo que señala que una de las propuestas de la nueva estrella fugaz es la superación de los “partidos convencionales”, entre los que menciona al “pro-business” PSDB (socialdemócrata de Aecio Neves) y al “centroizquierdista” Partido de los Trabajadores, el partido de Dilma y de Lula.
“El mensaje que me gustaría traer es un mensaje de esperanza y de deseo de cambio, principalmente para renovar nuestra política”, ha dicho esta “hija de una familia de recolectores de caucho” (así lo destaca el FT) a la TV Bandeirantes, el miércoles 27 de agosto pasado.
El oportunismo ambientalista que esgrime Silva es una seña de identidad de todos los candidatos que en diversas geografías de Centro y Sudamérica han pretendido sabotear la continuidad de los procesos soberanistas. Bolivia y Ecuador, a su turno, han sufrido estos embates a los que, sin embargo, superaron con éxito debido al liderazgo fuerte y esclarecido de los presidentes Morales y Correa, cada uno de ellos fuertemente enraizado en la base electoral y en las preferencias de sus pueblos.
Silva se ha vestido con los lienzos multicolores de una presunta albacea testamentaria del mítico Chico Mendes, asesinado por latifundistas que, sin embargo, hoy no le temen a Marina Silva sino que la votarán sin hesitar: el enemigo principal, para ellos, es el PT de Lula y su alineamiento soberano con los bloques opuestos a EE.UU.
Y hacia ese enemigo principal hay que enfilar los cañones con Silva como ariete. Después se verá; con los evangelistas (y Silva es una talibán de esta religión) siempre se puede negociar. Al fin y al cabo, es la religión anglosajona y, para todos ellos, más allá de la patria, Dios y el dinero hacen la historia y lo demás… es literatura.
Y es la conservadora iglesia pentecostal la que dicta sus posiciones en temas culturalmente claves: guerra a los gays, no al aborto y “contra las drogas”. Esto es, funcional a la discriminación, a la represión y al narcotráfico, ya que la ilegalidad de la marihuana tiene un único efecto: que su precio no baje y que el negocio siga viento en popa.
Capturar la ancha banda de descontentos con la clase política, tal es la empresa a la que se halla abocada la dirigente que abandonó el PT con la mira puesta en una carrera personal. Y propone ir por “el cambio” y “contra la deforestación”. De ese modo, la abstracción y el vacío, constituyen su propuesta.
Nadie ha “cambiado” más a Brasil que el PT. Nadie ha defendido mejor la Amazonía que el PT. La pobreza aumentará o devendrá endémica con una administración que no tenga su erradicación como punto primero del programa. Y Silva no lo tiene.
Silva no es el cambio. Los recursos forestales no se defienden con retórica sino con aviones que Embraer, bajo Dilma, le compra a los suecos y no a los que codician la selva amazónica: los Estados Unidos. Silva no es sinónimo de defensa del ecosistema.
María Alice “Neca” Setúbal, una de las dueñas del banco privado más grande del país, el Itaú-Unibanco, paga la campaña de Silva. También celebra su irrupción el Eurasia Group, calificadora de riesgo vinculada a las bolsas de Londres, Nueva York, Tokio y Washington.
Expresan, estos actores, el interés del capital financiero internacional: terminar, en nuestra región, con los procesos populares, inclusivos y de soberanía nacional. Y, aun con las falencias y/o insuficiencias que pueda mostrar, el período abierto el 1º de enero de 2003 con la primera presidencia de Lula, constituye un proceso de esas características.
Siempre según el Financial Times, un economista de Goldman Sachs –Alberto Ramos- asegura que Silva atraerá el “voto-protesta” y el “voto antiestablishment”. Al parecer, el tal Ramos ha asegurado que “Marina Silva afrontará, en las semanas que vienen, el desafío de pasar de ser el referente del voto antipolítica a ser percibida también como poseedora del sentido común y de la flexibilidad necesaria para garantizar un mínimo de condiciones de gobernabilidad”.
Es de este modo como los ricos del mundo le dan línea a la candidata de la alianza Red de Sostenibilidad (verdes) con el Partido Socialista (PSB) del fallecido Eduardo Campos. Maridaje de conveniencias, por otro lado, ya que su finalidad es meramente electoral, no tienen un programa común y es más que probable que esta alianza se rompa luego de las elecciones, ganen o pierdan.
Las últimas encuestas conocidas son las de la tradicional Ibope y otra efectuada por MDA. Ambas, conocidas el miércoles 27, le dan la primera vuelta a Dilma Roussef pero la ven perdidosa frente a Silva en la segunda. Según Ibope, los porcentajes favorables a Silva serían 45 contra 36, mientras que los del MDA consignan 43,7 % de la “ecologista” contra 37 % de Dilma.
Mientras tanto, Silva aparece ligada las políticas neoliberales de Fernando Henrique Cardoso. Uno de sus “puntos programáticos” brilla con luz propia: la “autonomía” del Banco Central, esto es, las reservas monetarias de Brasil a merced del capital financiero internacional y la regulación de su moneda librada a “los mercados”. En la Argentina ya vivimos esto con Cavallo y con Machinea, el ministro de Economía de la Alianza delarruísta.
Y por si quedan dudas acerca de la ideología derechista de Silva, ahí va una demostración del teorema. No a la corrupción y no a la polarización. Estos percherones son los caballos de batalla clásicos de la derecha de todas las latitudes.
Lo primero porque no pueden describir el programa que se traen bajo el poncho. Entonces simplifican de manera brutal un fenómeno se suyo complejísimo como es el político: las cosas van mal porque los gobernantes roban. He ahí el fundamento del no a la corrupción. Segundo: la polarización. La polarización es violencia y es sociedad dividida –dice la derecha-.
Es mala. Lo que no dicen es que la polarización pone en una punta del tablero a los pobres y en la otra a los ricos y a los aspirantes a serlo. Toda polarización implica un riesgo para los dueños de la gran propiedad: que el pueblo se dé cuenta de que es esa gran propiedad el origen de su gran desposesión.
Lo cual no significa que haya que confiscarlos sin más ni más. Ni siquiera expropiarlos. Pero sí declarar que si el río Amazonas es un recurso natural, también lo es la tierra fértil. Ambos, agua y tierra, deben ser para todos y no sólo para aquellos que todo lo transan en el mercado, incluso -y si es buen negocio- a sus mujeres. La burguesía, que le dicen.
Pero falta para octubre. No mucho, pero falta. El punto es que la derecha va dividida en primera vuelta y se junta para ganar la segunda. Pero es derecha. Algo que debería advertir aquella progresía brasileña que quiere cambios pero parece apoyar a quienes trabajarán para impedirlos.
Rousseff lidera ajena a los mayores problemas del país como la salud, la educación y la seguridad, y con "errores evidentes como la elevada inflación y el bajo crecimiento", afirmó Silva en el debate en la televisión Bandeirantes, que duró tres horas.
Pero también se mostró como la candidata conciliadora, destacando logros del PSDB y sobre todo del PT que integró en el pasado.
"Soy coherente con mi deseo de cambiar y tener una nueva política brasileña (...) que combata la vieja polarización que desde hace 20 años es un verdadero atraso para nuestro país", precisó no obstante la ecologista, a la conquista de votos de indecisos y críticos de la política tradicional, en referencia a los gobiernos del PT y del PSDB.
"Marina tiene una buena chance de ganar porque consigue algo propio de los brasileños: la idea de cordialidad (...) Además es mujer, negra, y con una historia interesante tras la muerte de Campos", dijo a la AFP el analista André Perfeito, de la consultora Gradual Investimentos.
Marina Silva ha prometido ser la primera presidente "pobre y negra" de Brasil, lo cual le ha valido que algunos analistas la llamen "Lula con faldas" al compararla con el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010), un exobrero metalúrgico que también fue alfabetizado en la adolescencia.
Criada en una comunidad de recolectores de caucho en la Amazonia, aprendió a leer y escribir a los 16 años, pero terminó siendo electa senadora y luego fue ministra de Medio Ambiente del gobierno Lula.
"Marina fue buena en el debate. Sorprendió. Mostró una seguridad que no tenía antes, maduró. Pero aún hay incongruencias en sus propuestas que Dilma y Aecio van a aprovechar para derrumbarla", estimó el analista político André César, de la consultora Prospectiva.
"Tenemos que hacer más"
Rousseff evitó confrontar directamente a Silva y disparó datos concretos sobre los logros de su gobierno tras las masivas manifestaciones de 2013, como el programa "Más Médicos" que amplió la cobertura médica a 50 millones de personas, o una nueva ley que destinará un 75% de las regalías del petróleo a la educación y un 25% a la salud.
"Hicimos mucho pero tenemos que hacer más", dijo Rousseff a la TV Bandeirantes justo antes de empezar el debate, en el cual mostró la carta de la experiencia.
Ambas rivales vestían de blanco, Rousseff más clásica con un collar de perlas, Marina Silva más étnica y moderna, con un collar de grandes piedras negras y lentes de armazón roja.
Neves, del PSDB, apoyado por una mayoría del sector empresarial e industrial, se concentró por su lado en atacar el débil desempeño económico del país en los últimos cuatro años, en momentos en que el mercado pronostica un crecimiento de apenas 0,7% en 2014.