Agencia La Oreja Que Piensa. Por Fernando Lorenzo. (*)
Los argentinos tenemos hoy el culo en llamas. No por la dramática situación económica de la enorme mayoría, que precisaría de 30 dotaciones de bomberos, sino porque este domingo se juega la final del Mundial de Qatar.
No hay alplax que ayude a bajarle un cambio a semejante ansiedad que nos carcome, esa necesidad de revancha que hoy por hoy sólo el fútbol parece estar en condiciones de darnos.
Venimos de dos pandemias seguidas, la del Covid y la previa, y hoy precisamos salir a abrazarnos no con cualquiera, sino con cualquiera de nosotros mismos.
Pero no es con ánimo de revancha propia, sino ajena porque entendimos a quienes decían que la patria es el otro y el otro hoy es Messi, es Scaloni, es Di María, es "Dibu" Martínez, es Julián Alvarez y todos los que llegaron para sumar cuando las lesiones restaron.
Es por Messi, fundamentalmente, que queremos esta Copa, la tercera, para que se despida abrazado a su sueño, ese por delante del cual pasó con la mirada perdida y triste hace ocho años.
Fue la foto de ese Mundial de Brasil 2014, la que nos hizo llorar junto con él, que llegó a decirnos: "Hasta acá llegué", hundiendo un poco más el puñal que él mismo después nos quitaría.
Pero siguió ahí, obstinado en busca de ese sueño propio y colectivo, como el que se construyó desde Sabella hasta este Scaloni, uno de sus discípulos que tomó el timón sin experiencia previa, como tantos le criticaron.
Ese Scaloni que no llegó a debutar en la primera de ningún club, le reprochaban, y cortando camino arrancó directamente en la elite y en cuatro años nos devolvió la Copa América, hizo que Messi volviera a sonreír en el Maracaná que lo había visto llorar y lo rodeó de un equipo en el que el principal secreto es que todos corren por todos y sobre todo para que él alcance su sueño.
Por él, todos los argentinos de buena madre, queremos que este domingo Argentina festeje, por él y por todos los que no tienen más nada por lo que festejar.
Sería justo para Messi y también para un país donde la justicia brilla por su ausencia y acaba de proscribir a Cristina, la figura política más relevante desde hace tiempo en un país que quiso matarla metafórica y literalmente y donde matan a una mujer cada 24 horas.
Está acabada, decían los mismos que hoy ordenan proscribirla porque, acabada o no, no sea cosa que gane. Justo ella, que dice no querer ser mascota de nadie.
Tampoco quiere serlo Messi, quien en este, su quinto y último Mundial, se puso el traje del eterno Diego y le calzó como nunca.
Vulgar, le dijeron a él, como le dijeron antes a aquel al que no le perdonaron ninguno de sus tropiezos en la vida a pesar de tantas alegrías.
Tampoco a Messi, al que le pedían que hable y habla y si hace falta también ladra. Que cante el himno le pedían y hoy lo grita. Le pidieron que bardee y cuando lo bardearon, bardeó. Le pidieron que se pusiera el equipo al hombro y lo hizo a los 35 años como lo hacía a los 18.
¿Qué más le van a pedir?, se preguntaba hace unos días un usuario enamorado de este Messi y de todos los Messi anteriores que luego sugería: "Perdón, le tienen que pedir, perdón".
A él, a Scaloni y a toda la "Scaloneta" que nos llevó hasta donde todos queríamos estar, después de ganar lo que todos soñaban con ganar: aquella Copa América ante Brasil y en el Maracaná. Sólo Uruguay se animó a tanto.
Hoy te vuelven a llevar a una final, con una Francia que festejó hace cuatro años y quiere empacharse. Tal vez lo merezca, aunque al pensar que Deschamps dejó afuera por segundo Mundial consecutivo a Benzema, ganador este año del Balón de Oro que pudo haber llegado a la final, pero ni siquiera la presenciará en el estadio, quizás no lo merezca tanto.
Sí Messi, como nadie, como ninguno, para terminar de cerrar su ciclo y tirarse a descansar en el Olimpo junto al Diego, definitivamente, sin más discusiones. Para qué compararlos, si son casi iguales con todas sus diferencias. Disfrútenlo decía el más grande y cuanta razón tenía.
Mil batallas lleva libradas. ¿Cuántas más le van a pedir?, Dejen que festeje en esta, la última, la madre de todas las batallas en la que con tal de ganar -jura- empeñaría todo lo ganado. Y es mucho lo que ganó.
Mil vuelos llevamos hechos a Qatar, destaca la publicidad de Aerolíneas Argentinas, la línea de bandera nacional, al anunciar su último viaje a Doha con los fanáticos más rezagados que quieren ser testigos de la gran final allí donde se juega.
"Si perdemos que se caiga el avión", llegó a decir alguna vez Bilardo, piensan algunos que por cábala imaginan: ¿Si no fuiste hasta ahora? ¿Justo ahora se te ocurre ir?, aunque sin desearle el destino propuesto por el Doctor a los hinchas de la última hora.
"Llegamos como nos gusta llegar, bien", agrega la publicidad al compararse con el camino de la selección en este Mundial y recordar que también le tocó atravesar "turbulencias", como el traspié del estreno que ninguno imaginaba.
Que no nos roben el sueño y después, aunque la realidad nos despierte a cachetazos como cada mañana, salgamos a festejar, a abrazarnos, pase lo que pase.
Volvamos a ser vulgares como esos D10ses que nos llevaron al cielo también saliendo desde el barro. Barro que alguno de los que hoy festejan en Qatar no quiso pisar para no ensuciarse poniendo bajo sus pies una tabla mientras prometía lo que jamás iba a cumplir.
Messi y el Diego, que son de tu misma tierra, como dice la canción más repetida de esta Copa, te dieron alegrías y sueños, te afanaron una lágrima cuando se golpearon y también te dolió a vos, pero te lo pagaron con mil sonrisas.
Agradeceles disfrutando, al menos hoy. Mañana, "con la resaca a cuestas", como canta Serrat, volverá "el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza, el señor cura a sus misas... y el avaro a las divisas".
Mañana, como todos los días previos y por venir, habrá tiempo de sobra para seguir cagándonos entre nosotros porque en eso, no tengas dudas, somos campeones mundiales desde hace rato.
(*) Periodista