Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Nos Digital (http://www.nosdigital.com.ar)
En un mundo de personas descartables, Fabián Alegre se ganó el cargo de DT de Tigre por la relación que construyó con los jugadores. A pesar de los logros en el club, dice no sentirse entrenador de Primera.
-Yo soy el entrenador de Tigre durante las prácticas y durante los partidos. Cuando termina el entrenamiento, ni me doy cuenta. Yo estoy hablando con vos y por ahí te hago reír un poco, pero no me siento el entrenador de Tigre.
Fabián Alegre, aunque no lo sienta, es el entrenador de Tigre. O sea: en un país donde se asegura que todos somos técnicos de fútbol, él es uno de los veinte tipos que dirigen un equipo de Primera División. “Es un cargo angustiante, estresante –define –, siempre con la cabeza en la guillotina por cómo es la histeria del fútbol argentino”.
Quizá por eso prefiera no darse cuenta del lugar que ocupa, más allá de que cada día que se despierta a las 5 de la mañana en su campo de 6 hectáreas en Florencio Varela, lo haga pensando en su equipo, se arme un mate listo, se suba a su camioneta para viajar hasta Don Torcuato y siga pensando en su equipo en la soledad del viaje.
alegreAllí, en el Hindú Club, en Don Torcuato, el Cabezón nos saluda con el pelo desprolijo, la barba sin afeitar, dos relojes, un anillo plateado en cada dedo de su mano derecha y uno de oro en cada dedo de su mano izquierda y un tatuaje en cada brazo. Para casi todo eso, el ex volante zurdo de Ferro, Banfield y Platense tiene una explicación.
Los anillos: “No sé si me gustan tanto, pero cuando jugaba en San Cristóbal, Venezuela, estábamos con otros muchachos argentinos y es muy cerca de Cúcuta, Colombia, que ahí el oro no vale dos mangos. Entonces fuimos un día en el taxi y compré cadenas, de todo. Y me quedaron”.
Los tatuajes: “Estos son de la virgen de Lourdes y el Gauchito Gil porque mi hermana estaba mal y le pedí que la sacaran adelante. Los demás, son los nombres de mis hijos. Tengo siete chicos y un nieto”. Los relojes: “No es larga la historia. Son el mismo reloj, aunque no parezca. Yo entreno con cronómetro. Éste (señala uno) me lo regaló mi señora para mi cumpleaños. Como vivo en el campo y no ando por el centro, me lo puse porque cuando pasara por Quilmes lo quería cambiar, porque el reloj es igual al otro pero la malla es distinta. Al primer día, mi cronómetro se quedó sin pila. Y usé el reloj para entrenar.
Después ganamos el fin de semana. Y no me lo saqué más”. Su look: “Sería sencillo ponerme traje y corbata, lo he hecho. Ahora no lo siento, hasta me da vergüenza. Lo que uno tenga, el auto, la ropa, todo es cáscara.
Raspás un poco y lo que importa es lo de adentro, cómo es uno como persona. Lo otro es relativo. Yo reconozco que soy bastante cachivache porque no me cuido”.
Alegre es un oportunista. No porque se maneje sin principios ni convicciones, sino porque exprime al máximo cada circunstancia para sacarle el mayor beneficio posible.
Como ahora, que le tocó dirigir de manera interina a Tigre el campeonato pasado pero por la buena relación que armó con el plantel y los resultados se ganó la posibilidad de firmar un contrato como entrenador del Matador.
O como cuando durante un tiempo libre en un aeropuerto de Venezuela se cruzó con un libro del Che Guevara y aprovechó para comprarlo y empezar a forjar una relación indeleble con el revolucionario. “La mayoría de los jugadores o entrenadores nos manejamos relativamente bien en el ambiente del fútbol, pero cuando queremos hacer algo fuera del fútbol en general las cosas no nos salen.
Yo tuve la suerte de ser de clase media y de haber hecho algunos estudios terciarios, pero igual es así”.
-¿Qué estudios terciarios?
-Bueno: antes de ir a jugar a Ferro, estudié el profesorado de Educación Física y después hice el de Historia. Mi señora es profesora, mi vieja fue 38 años maestra, mi hermana es maestra, somos una familia de docentes. No es que me llama la atención. No me gusta leer, pero leo para no embrutecerme. Hago un esfuerzo para cultivarme y ser todos los días un poquito mejor. Lo mismo con el tema del estudio, no es que me apasionaba pero sí quería tener una formación.
-¿Por qué Historia?
alegre-Porque me interesa saber de Historia. Más que nada historia argentina, también leí bastante de la Revolución Cubana. Pero esto no quiere decir que yo sea intelectual. Me olvido las fechas y los momentos, pero creo saber bastante de la historia argentina y de la Revolución Cubana.
-¿Por qué la Revolución Cubana?
-Cuando jugaba en Venezuela llegué a un aeropuerto y me compré un libro grande, de 500 hojas, sobre el Che Guevara. Me gustó mucho. Y después medio que me volví un apasionado de la Revolución. De cómo fue: que desembarcaron, que quedaron cinco tipos y se fueron a Sierra Maestra y que a partir de ahí generaron una revolución. Y no me quedé con eso solo, sino que seguí leyendo sobre la vida del Che Guevara, sobre la de Fidel, La Historia me absolverá, que es lo que escribió cuando estaba preso. También soy admirador de algunas cosas: en Cuba había 70% de analfabetismo y después no hubo más un analfabeto. Y todas las cosas que uno puede estar de acuerdo políticamente, como el bloqueo o cómo vive el pueblo cubano. El pueblo cubano es el más humilde de Latinoamérica pero es un pueblo con mucho orgullo, porque se la rebusca como puede y subsiste después de cuarenta y pico de años de bloqueo.
-¿Y de la historia argentina qué personajes admirás?
-San Martín, Belgrano. En algún momento fui crítico para mis adentros de Sarmiento, pero después uno intenta entender algunas cosas.
Yo no soy de la idea de que hay que derramar la sangre del gaucho. Pero cuando decía ‘alambren, brutos’ o hizo escuelas o fomentó la incorporación del alambrado para criar ganados, en eso fue un hombre importante. Pasa que la historia la cuentan las que ganaron.
Uno se crió en una generación de alumnos que pensábamos que España erala Madre Patria, hasta que una vuelta de pretemporada con Ferro en Córdoba estaba hablando un indio que era concertista y hacía conciertos por Europa. Tocaba la quena.
Tomando un café con él a la noche me contó algunas cosas que me llamaron la atención. Y después leí un poquito. Colonización o barbarie: así me enteré que se calcula que en toda América los ingleses, portugueses y españoles han matado entre 90 y 120 millones de indios. Entonces hoy por ahí se refuta que la madre patria fue España, sino que se dice que Colón fue un colonizador que destruyó culturas de acá. Uno lee para eso, pero la gran parte de mi vida se la dedico al fútbol.
Si es cierto aquello de que el hombre es una suma de contradicciones, acá está el técnico de Tigre.
Un tipo que vive para el fútbol aunque él lo defina como un ambiente histérico; que no le gusta leer, pero se cruza con un libro de 500 páginas y lo compra; que asegura que fuera de su profesión las cosas no le salen pero tiene dos profesorados, aunque no quiere que le digan que es un intelectual. Así es como funciona la cabeza del hombre que luego de trabajar ocho años en Inferiores del club aprovechó su oportunidad y se hizo más conocido en los medios deportivos por un gorrito a lo Leonardo Favio que usó en sus primeros partidos como cábala que por los resultados deportivos.
El fútbol, para Alegre, no es simplemente una pelota sino un entramado de humanidades que él debe coordinar. Porque ser entrenador no es sólo elegir quiénes son los once que salen a jugar el próximo domingo.
Al menos para él, lo trascendental es el costado humano de un grupo de 35 chicos que andan entre los 18 y los 40 años y él tiene el deber de hacerlos convivir. “Siempre le digo lo mismo a los jugadores, que podrían ser mis hijos: uno no es más vivo, sino más viejo.
Entonces trato de, si ellos me permiten, contar mis experiencias. Los jugadores de Tigre son unos pibes bárbaros y hablamos de fútbol y de la vida, de nuestros problemas. A mí me gusta relacionarme con el jugador de fútbol desde el afecto, desde el sentimiento.
No me gusta hacer una relación prostibularia con el jugador: no me gusta venir, entrenar, terminar rápido e irme a mí casa. Me gusta, además de intentar hacer mejor jugadores de fútbol a los pibes, relacionarme desde lo humano”.
Sí: una relación prostibularia con el jugador. Una definición suya, entre algunas de las muletillas que tiene siempre a mano. Es, al cabo, un técnico humanista porque antes que el jugador, el resultado o su continuidad, está la persona.
“La vida del futbolista es linda, placentera, pero complicada. Como dice Bielsa: los jugadores ahora son millonarios precoces. Hay que hacerle entender a un chico de 20 años cómo viene la vida, por dónde pasa, cuáles son los valores. Vos le hablás a un pibe que tiene un millón de pesos en el banco, parecería que el camino es por donde va él”.
La metodología de Alegre ondula entre dos de los entrenadores que más lo marcaron en su carrera como futbolista: Carlos Griguol, a quien conoció en Ferro, y Marcelo Bielsa, que lo dirigió en el Atlas de México. Entre la obsesión del Loco y el paternalismo del Viejo parece estar él a sus 44 años.
“Los chicos saben que uno algunas cosas permite pero que en definitiva acá hay reglas que cumplimentar, que son flexibles –admite- porque uno no quiere ser autoritario. Los pibes saben que se pueden equivocar, pero que no sea una conducta reiterativa”.
Por herencia genética o por los profesorados que lleva encima, el Cabezón también ejerce la docencia como DT. Porque después de 25 años de andar detrás de la pelota por el Sur del conurbano bonaerense, Venezuela o México, sabe que el fútbol no es una isla.
Y que lo aprendido por la experiencia de haber sido futbolista –tiempo libre, viajes, relaciones – no son conocimientos que se limiten a ese ambiente, sino que forman parte de los secretos de esta vida; esos que él parece tener trabajados en su cabeza tanto como los esquemas tácticos. O más.
-¿Y le das bola a la relación humana porque esto es un grupo y debe ser así o porque creés que eso después se ve el domingo en la cancha?
-El fútbol es fútbol. Trato de estar en un ambiente cordial, no de tirantez. Acá hay 35 jugadores de los cuales pueden jugar 11, entonces quedan dos tercios afuera cada fin de semana. Encontré la manera de graficarlo: es como si durmiéramos siete en una pieza que es para tres.
Tal vez, dormido, alguien puede tirar una patada sin querer y molestar a alguien, pero hacerlo sin querer. Es una situación incómoda para todos, para el que no juega y para mí que tengo que elegir y dejar jugadores afuera. Yo elegí este camino, podría reducir el plantel, pero no soy así, aunque sé que me pueda traer algún problema.
-¿Todo esto son cosas que vos maduraste mientras fuiste futbolista o alguien te las fue marcando?
-Sé que las cosas han cambiado. Los que somos de cuarenta y pico de años (esto se lo escuché a una psicóloga chilena) somos la primera generación de padres que nos criamos teniéndole miedo a nuestros padres y ahora les tenemos miedo a nuestros hijos.
Yo le agregué que nosotros somos la primera generación de futbolistas que nos criamos con miedo a los entrenadores y ahora les tenemos miedo a los jugadores. Entonces hay que acomodarse a las épocas.
Los chicos de ahora no son como cuando teníamos 18. Nosotros crecimos en una Argentina en la que todos más o menos, consciente o inconscientemente, teníamos un Videlita en la cabeza.
Nos criamos en una Argentina de represión, de razias, de ir a la Comisaría. Ahora los chicos le faltan el respeto al policía. Ahora por ahí los pibes le tiran la gorra. Han cambiado las cosas.
-¿Te acordás de alguna puntual con la Policía que para vos era habitual y ahora nos sorprendería?
-Nosotros teníamos que ser mayores para ir a bailar. Después de las 22 no se podía andar, porque si te agarraba la razia te llevaba a la Comisaría y te tenían que ir a sacar tus viejos. Sin saber lo que había pasado… nosotros más que respeto le teníamos miedo a la Policía.
Los tipos venían con el colectivo y te llevaban. Con cualquier perejil de la Policía te tenías que agarrar: tirarte al piso y te palpaban de armas. Yo estaba todo el día en la escuela, lo sábados a la mañana estudiaba y me iba a jugar al fútbol todo el fin de semana.
Esa era nuestra vida: estudiar y jugar a la pelota. Uno se crío en esa Argentina, la de tener miedo. Yo hice la conscripción, vos no tenés ni idea qué es la colimba.
Yo estaba en mi casa y al otro día estaba en Puerto Deseado, Santa Cruz, haciendo la colimba. Ya había debutado en Primera (arrancó en Berazategui, donde fue campeón de la C con 19 años). Estaba jugando al carnaval el 4 de marzo en la casa de mi tía, de ahí me fui a La Plata, después hasta El Palomar, de ahí un avión a Trelew y de ahí en micro a Puerto Deseado.
Creo que fue así: abrí los ojos y estaba a 2200 kilómetros de mi casa, con frío, sin pelo. Era otra Argentina. Creo que ustedes los pibes son mejores que nosotros porque tienen otra vida, están más informados. Nosotros nos criamos con una historia más lineal, que por ahí ustedes ahora conocen más.