Agencia la Oreja Que Piensa. Por Alberto Borda.
Adolfo Pérez Esquivel es un grande. Además de ser artista plástico y docente, es autor de varios libros. Fundador de la revista del Servicio Paz y justicia (SERPAJ) en la década de 1970 y actual Presidente de la fundación que lleva el mismo nombre.
Eterno hincha de futbol del Rojo de Avellaneda. Recuerda cuando de pibe vendía diarios en el tranvía y visitaba el taller, en el barrio de la Boca de otro grande: Benito Quinquela Martín, quien le preparaba “… unos tallarines de mamma mía ”… afirma.
Nació en 1931 en el Hospital Rawson, en Constitución y creció en San Telmo.
Pero algo cambió en la vida de este joven cuando un vendedor de libros usados (pegadito al ex Correo Central) le obsequiara un libro de Thomas Merton.
La espiritualidad, el pacifismo cristiano y la justicia social lo acompañaran toda su vida.
Su esposa Amanda, sus hijos, sus amigos, y los compañeros del Serpaj, junto a los chicos de las Aldeas…lo llenan de alegría.
Son las seis de la tarde en la vieja estación ferroviaria de Retiro. En éste día de invierno el sol se asomó muy poco.
El andén se convierte en un enorme hormiguero humano.
Entre la gente apurada aparece. Mientras camina, los transeúntes sorprendidos lo miran pasar.
-“Hace 60 años que viajo en tren”… me comenta con una sonrisa.
Conociendo la vida de Adolfo y en tiempos donde se debaten modelos, nada le impide ser uno más y viajar en tren.
Inclusive cuando está por cumplir 86 años y de haber sido galardonado con la máxima distinción que puede alcanzar un ser humano: el Premio Nobel de la Paz.