Agencia La Oreja Que Piensa. 2013. Por Adolfo Pérez Esquivel. (*)
Nelson Mandela partió esta semana, pero permanece su testimonio de vida en torno a los principios que asumió para la lucha por la vida y la dignidad de los pueblos.
El líder sudafricano sufrió torturas y 27 años de cárcel en manos de una minoría dominante que arrastraba la mentalidad racista y colonial heredada de Europa.
Pero en esa diversidad e intolerancia, Mandela se mantuvo firme en su convicción de que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos, y logró importantes avances para superar el ostracismo y marginalidad de su pueblo.
Cuando asumió la presidencia de su país puso como prioridad urgente superar el analfabetismo y la pobreza para fortalecer la participación social, la libertad y la soberanía del pueblo sudafricano.
Hoy quedan muchos desafíos pendientes en ese país, y los movimientos sociales de lucha en los que él colaboró sirven de brújula a los sudafricanos para profundizar lo comenzado.
Pero el racismo en el mundo continúa siendo un capítulo abierto, donde queda mucho por hacer para derribar los muros de la intolerancia que algunos países construyen para impedir la llegada de inmigrantes.
Podemos mencionar a Estados Unidos, Israel, Grecia, Bulgaria, España, entre otros.
Quienes antes colonizaban y ahora dominan económicamente a sus ex colonias se niegan a recibir a quienes colonizaron con los problemas económicos que las potencias les generaron.
Hoy hay muchos apartheid de carácter económico que hablan de una supuesta existencia de “seres humanos ilegales” por el mero hecho de que pisan un suelo que no es en el que nacieron, que identifican ciertos colores de piel con ciertas tareas laborales y que condicionan gobiernos nacionales con el poder de las empresas multinacionales.
En la década del 80, durante varios meses, integré una comisión de investigación de las Naciones Unidas sobre el rol de las empresas transnacionales en Sudáfrica y Namibia, y la acción destructiva que éstas generaban para llevarse diamantes, oro, plata y minerales estratégicos.
Terminar con la dominación cultural, es el primer paso para terminar con la dominación económica. Un sistema de dominación no concentra su fuerza solamente en los agentes de la represión, sino en la reproducción de un sistema de creencias, actitudes y comportamientos por todo el pueblo.
El derecho a la democracia se construye en el hacer cotidiano y es una conquista de la libertad que permite alcanzar la igualdad para todos. Por eso Nelson Mandela fue y será un ejemplo para la humanidad.
(*) Premio Nobel de la Paz 1980.
Perfil.com