Agencia La Oreja Que Piensa. Por Alejandro Jacobsen (*)
La mesa está servida. Están sentados uno a cada lado de la mesa. Uno frente al otro. Los tenedores, cuchillos y platos se van a rozar y el sonido va a llenar el ambiente. Eso será lo único que romperá el silencio y que parecerá tener vida en el lugar.
Él se sirve un corte de carne, lo pone en su plato con una rigurosidad desmedida. Mira su corte de carne como si mirara otra cosa y se prepara para el primer bocado. Ella demora su gesto, como si tuviera otro tiempo; distinto al de él.
Pasea su mirada por la mesa, como controlando que no falte nada. Las dos servilletas, la fuente con la ensalada, la botella de vino, la de agua mineral sin gas, los dos vasos, la pequeña canastita con el pan cortado en rodajas y el salero que ponen por costumbre, todo sobre el mantel nuevo, el mantel rojizo, de tela, con ciento cincuenta detalles imperceptibles en los bordes.
Finalmente, ella estira el brazo y también se sirve un trozo de carne. Él ya ha empezado a comer.
Mientras mastica, extiende la mano, toma el control remoto y prende la televisión. La pantalla muestra una película donde unos actores asiáticos representan la incomodidad de llevar a cabo algunos rituales cotidianos. Él corta otro pedazo de carne y se lo lleva a la boca.
Mastica en silencio, entregando manso sus ojos a la pantalla. Ella no ha quitado la mirada de su plato y de la carne que se acaba de servir. Sintió el movimiento de él cuando encendió la televisión, escuchó a los asiáticos en su representación, pero no ha quitado la mirada de su plato.
Ella come su primer bocado. Estira la mano y llena hasta la mitad su vaso con agua mineral. Agarra la servilleta, su servilleta, se limpia apenas los labios y se dispone a tomar su primer trago de agua. Cuando baja el vaso, aprovecha el gesto, toma el control remoto y cambia de canal.
Están dando un documental donde una entrevistada explica las monstruosas ceremonias que a lo largo de la historia se han extendido hasta la actualidad. Los tenedores, cuchillos y platos se empiezan a rozar y el sonido comienza a llenar el ambiente. Eso y la pantalla son lo único que rompe el silencio y que parece tener vida en el lugar.
Él se sirve otro pedazo de carne. Lo pincha con el tenedor, le hace un pequeño corte y comprueba el estado de la cocción. Satisfecho o aparentemente satisfecho, se lo empieza a comer.
Se sirve un poco de vino, menos de la mitad del vaso, de su vaso. Toma un par de tragos, baja el brazo, respira y toma otro trago más. Deja el vaso sobre la mesa y agarra el control remoto. Cambia de canal.
En el noticiero están presentando un informe donde se advierte acerca de que la costumbre, el hábito de repetir algunos rituales, ha cambiado la forma y el significado de las cosas.
Ella ya casi termina su porción de carne. Su vaso está vacío. Lo vuelve a llenar hasta la mitad con agua mineral y lo bebe despacio. Decide no comer el último trozo de carne que tiene en el plato, acomoda de forma paralela el cuchillo y el tenedor sobre el plato y con ese gesto, cierra el acto de cenar.
Agarra el control remoto y cambia de canal. La pantalla, en silencio, muestra un paisaje distópico, como escenas sueltas de una película que se está por rodar y un título sobre el sócalo dice: ¿cuál es nuestra preferida verdad?
Él también ha terminado de cenar. Ambos han terminado de cenar. El plato de él muestra pequeñas manchas de carne y a su vaso le ha quedado apenas un hilo de vino en el fondo.
El plato de ella ha quedado con un trozo pequeño de carne y el tenedor y el cuchillo prolijos, ordenados, en paralelo. Su vaso está vacío. Nadie comió ensalada. Tampoco rodajas de pan.
Ninguno de los dos agregó sal a la carne. Y los tenedores, cuchillos y platos han dejado de rozarse y de emitir sonidos, ya no llenan el ambiente. El silencio ya no se rompe.
Esa ausencia de sonido no arroja vida en el lugar.
(*)Alejandro Jacobsen (Florida, febrero de 1973), periodista.Cronista y redactor en medio de comunicación gráficos. Colaborador en la revista Omero poesía (1999/2003).Productor y conductor de Radio Kriminal (desde 2012).
Libro: Tormenta / textos/Editorial: La Porteña/Colección: Acento Urbano
(**) Este texto obtuvo el 1° premio del concurso de cuento organizado por la Sociedad Argentina de Escritores del Sur Bonaerense, año 2022.