Agencia La Oreja Que Piensa. Por Lucas Quintana (*)
Son los mismos
que bajaron de los barcos
con la espada y la cruz
violaron a las mujeres
sometieron a los hombres
y esclavizaron al sur.
Son los mismos
que mataron a Atahualpa
y al gran Túpac Amaru,
son los anti-independencia.
Los pro-imperio
los pro-esclavos
que seríamos nosotros
si no logramos la unión.
Unión que nos haga fuertes
y libere al continente
del gran tirano opresor
y los esbirros internos
que traicionan a sus pueblos
para obtener su favor.
Son los mismos
que bombardearon la plaza
masacrando a sus hermanos
y derramaron la sangre
de treinta mil luchadores
por una patria distinta
liberada de traidores.
(*)
BREVE BIOOGRAFÍA
Si me remito a la partida de nacimiento soy del 25 de mayo de 1956. Pero en realidad para esa fecha ya tenía dos años y tres meses y estaba a punto de habitar la segunda casa, la que para mí es “la casa”, de la que tengo los más hermosos recuerdos.
Nací el 26 de febrero de 1954, y por el olvido de un juez, fui anotado dos años más tarde.
Viví una niñez sin sobresaltos, sin televisión ni radio, pero con río, caballos, selva, los juegos con mis hermanos y primos, las visitas a las casas de los tíos o abuelos por la noche, alumbrando el camino con la linterna de cuatro elementos, “pilas”, a veces montado sobre los hombros de papá.
El río, con su cauce sinuoso, atravesaba el pueblo uniendo, en su recorrido, la casa de mi abuela materna, Cesarina, nuestra casa, a ochocientos o mil metros, y la de mis abuelos paternos, Francisco Quintana y María Arce, a una distancia similar.
Hoy me pongo a pensar y me doy cuenta que las tres formaban un triángulo y se encontraban en extremos opuestos, lo que las convertía, a cualquiera de ellas, en la última o la primera de aquel pueblo… o caserío, para no ser pretencioso, de un rincón perdido de la última de nuestras provincias, Formosa, llamado nada menos que con el nombre de Estanislao del Campo.