Agencia La Oreja Que Piensa. Por Beatriz Chisleanschi (*)
En el año 2005 con la linda excusa de la salida del libro de relatos “El Bar del Infierno” y su presentación en España tuve oportunidad de realizarle una extensa y muy rica entrevista a su autor, el periodista y escritor, Alejandro Dolina.
La misma no se publicó en ningún lado y quedó almacenada en mi archivo. Por la altura profesional del entrevistado y la calidad de sus respuestas, consideré que era hora de compartirla.
Su extensión nos invita a dividirla en dos entregas. En ésta primera parte Dolina nos habla de la alquimia de las palabras y su relación con ellas, de la cultura china y del destino y el taoísmo.
En los primeros días del mes de mayo, el escritor argentino Alejandro Dolina presentará en Madrid su última obra El Bar del Infierno.
El Bar del Infierno, que surge del programa televisivo que realizara en el año 2003 en la televisión argentina, es el lugar donde varios parroquianos están reunidos y donde se ven obligados a contar una historia cada 24 horas. De allí nadie puede salir y es ahí donde radica su característica de infernal.
Dolina conduce desde hace más de veinte años, uno de los programas más exitosos de la radiofonía argentina “La Venganza será terrible”. De 0: 00 a 2:00 todas las madrugadas una importante audiencia, fundamentalmente jóvenes, encienden su radio para deleitarse con las historias de Alejandro Dolina, un poco relator, un poco músico, un poco historiador, un poco poeta.
Mezcla de filósofo científico y filósofo de la calle, Alejandro Dolina aprovecha el reportaje para explayarse sobre la influencia del escritor Jorge Luis Borges en su obra, así como la presencia insoslayable de la tragedia griega. Su admiración por Miguel de Unamuno y por los clásicos españoles, así como referencias inevitables al Dante, a Ronald Barth, Nietzche, Spinoza o Macedonio Fernández se deslizan a través de la conversación mantenida con este escritor argentino. Su relación con las palabras y su mirada del amor no quedan fuera de la charla.
Admirado por el público argentino y buscando ganarse un lugar entre el español, Dolina llega con esta obra que le suceden a "Crónicas del Angel Gris", "El libro del fantasma" y la opereta "Lo que me costó el amor de Laura" donde han representado papeles figuras de la talla de Joan Manuel Serrat, Ernesto Sábato, Les Luthiers o Mercedes Sosa entre otros.
En el prólogo del libro señala que toda conversación es una lección de alquimia ¿lo es el libro?
El libro es una lección de alquimia en la medida en que no hay nunca una referencia indiscutible. La alquimia se enseña mediante jeroglíficos, emblemas y símbolos. La cadena de símbolos es infinita y por otra parte hay en el maestro de alquimia un deseo de oscuridad, no sólo de revelación, una mezcla de ambas cosas. Entonces como el alumno no tiene posibilidad de consultar el significado último, jamás sabemos de que estamos hablando. El libro tienen un poco de eso y los personajes son de algún modo símbolos más que cosas, por esa razón pueden ser también sustituidos. Hay muchos cuentos de sustituciones en el libro, personas que son reemplazadas por otras sin que suceda nada. A veces el hombre tiene esa sensación de ser no más que un símbolo, es decir que puede ser sustituido por otro símbolo.
El bar es un espacio de encuentro y de intimidad con público, sin embargo su bar se presenta como un lugar de infierno, sin salida, casi como un laberinto borgiano.....
Es parecido a un laberinto borgiano y tiene de infernal la imposibilidad de la salida. Lo malo del infierno, como decía el propio Borges es su liberación. Si el infierno fuera provisorio ya no sería tal cosa.
Hablando de Borges, en el relato “Máscaras” el ángel encarnado en Beatriz Valverde recuerda a la Beatriz Viterbo del Aleph ¿hay algo de esto?
Yo creo que recuerdo más a la Beatriz Portinari del Dante. Ha aparecido esa Beatriz, pero muy, muy poquito en algunos relatos de los otros libros y es el amor imposible de Manuel Mandeb. Beatriz es un nombre emblemático, como lo es Laura también, la Laura de Petrarca, son nombres que ahorran cantidad de descripciones y creo que sacan a sus poseedoras de lo cotidiano pero las convierte peligrosamente en emblemas.
Si bien determinados personajes se repiten a lo largo de todo el libro, habitués del bar y más bien porteños como Salzman o el propio Mandeb hay referencias muy fuertes a la cultura china y también a la indígena ¿cómo se combina todo esto a la hora de la producción?
Es una combinación de narrador obligado, que tiene que echar manos a todo tipo de relatos y eso debe notarse. Debe notarse la desesperación del hombre que tiene que cumplir cada 24 horas con un relato, entonces los relatos tienen que ser desparejos y de distinto origen. De todos modos hay una circunstancia casual que hizo aparecer más chinos que lo conveniente. Yo estaba leyendo en ese entonces cosas relacionadas con el taoísmo y para mejor ilustrarlas leí cosas de la historia china, parece que estaba obsesionado en ese momento con los chinos, y creo que hay más chinos que lo conveniente, pero está bien. Algunos de los cuentos que transcurren en la China yo los había empezado a escribir sucediendo en Villa Urquiza o en Chacarita (barrios de la Ciudad de Buenos Aires) y después comprendí que hay cosas que son mucho más verosímiles y cómodas en la China que en Chacarita. Por ejemplo que un hombre regrese a su casa después de 30 años de ausencia y se equivoca, no por mucho, sino por algunas cuadras va a otra casa parecida, en una calle parecida, una mujer parecida y una familia parecida. Nos lo creemos mucho mejor en la China que en Chacarita, pero solamente por un defecto de nuestra imaginación. En China todos nos parecen iguales, las casas están lejos, los pueblos nos parecen inimaginables. En Chacarita nos creemos con derecho a reconocer a cada uno en forma individual y el cuento hubiese sido mucho más ineficaz.
Además porque nuestra mirada de la China lo es desde una mirada occidental.
Desde luego, torpe y a veces para el funcionamiento de un cuento es necesario una mirada torpe.
Recién mencionaba el taoísmo y se observa una presencia de la simbología cristiana, a través de los ángeles, el demonio o el infierno, así como también el oráculo, el taoísmo o la hechicería. ¿Es una combinación de brujo?
No, no es de brujo. Es una combinación que se logra casi de un modo caótico. En este caso creo que hay algunas líneas que se eligieron, puntos comunes entre el taoísmo, cierta propensión a la neutral de ciertos pensadores como Ronald Barth, pero los segmentos que están siempre allí, más allá que todo sea una mezcla bastante caótica, yo diría que son los señalados hace un rato: el hombre afantasmado por convertirse en un símbolo de la cosa, en una sombra, en un resto de la cosa, en una sustitución y después una ponencia áspera que aparece en cada momento y es que no importa mucho lo que uno haga. Eso está en las fábulas de distintas culturas, en las griegas especialmente, esa idea de que cuanto más que trate de eludir su destino mejor lo estará cumpliendo. Pero muy vecino a eso está la idea del taoísmo de que no hay que hacer nada.
Dejar que el destino defina
Dejarlo, porque cuanto más hace uno es peor, eso aparece mucho en ese libro. Quiere decir que hay una mezcla, pero hay una orientación en esa mezcla que es elegida por el relator.
El libro nos habla de la arbitrariedad de las palabras, lo que muestran y lo que invisibilizan, ¿cuál es su relación con ellas?
Yo creo que es muy parecida a la relación que aparece en el libro. En el libro hay, me parece, una alegoría final que podría leerse así, no es muy normal explicar alegorías o atributos, pero es posible que el Bar sea la lengua y la necesidad de escapar del Bar que tienen los parroquianos de buscar la salida, se parece mucho a una búsqueda que tienen todos los escritores, y yo también, que se podría relatar así: uno cree que hay un mundo de entidades, de objetos que las palabras no alcanzan a nombrar y busca conectarse por fuera de las palabras con esas legiones imposibles de nombrar, pero uno se da cuenta finalmente que cuando abandona el idioma, también deja de pensar, y entonces la conexión es imposible. Algo parecido la sucede a los parroquianos del Bar que buscan la puerta. No es que no exista la puerta, es que ni siquiera hay nada fuera del Bar, no hay nada fuera de las palabras, el mundo es lo que se puede nombrar y nada más y eso nos produce una especie de desesperación. Un mundo infinito nos intimida, pero un mundo demasiado acotado, también.
Desde algún lugar esto remite a los primeros cuestionamientos filosóficos de la humanidad que en aparecen también en el libro, de dónde venimos, hacia dónde vamos...
Sí, si aparecen de un modo obtuso generalmente, pero aparecen.
(Continuará)
*Lic.en Ciencias de la Educación, Periodista.