Agencia La Oreja Que Piensa. Por Tubal Páez -Cuba- (*).
Colosales han sido los desafíos de la FELAP en sus cuatro décadas, que se a cumplirán pronto. Ello ha requerido ingenio, sabiduría y audacia para salvar sus principios fundacionales en medio de la más brutal ofensiva sobre las defensas de los pueblos y de las organizaciones gremiales, sostén de la federación.
En el momento más crítico, cuando las esperanzas de los desesperados eran barridas una tras otra, el huracán del neoliberalismo no pudo remover los pilares de la ética, la verdad y la historia de una FELAP enfrentada desde siempre a la voracidad de una política global ignorante de las culturas, valores, rebeldías y aportes de nuestra región al pensamiento universal.
La organización brotó como necesidad y expresión de esa América latina y caribeña, donde lo mejor del periodismo se enfrentaba en los años setenta del siglo pasado a las dictaduras militares, antesalas sangrientas del desorden y la codicia en la fase más despiadada y destructiva del capitalismo.
Las luchas de los pueblos de la región por la justicia social, la paz y la integración, como respuesta a los desafíos que sobrevendrían, encontraron en la FELAP una expresión de sus reclamos por un nuevo orden mundial en los flujos de la información y la comunicación.
La resistencia de la gente coincidía con las denuncias de la FELAP y de su Comisión de Investigación de Atentados a Periodistas, acerca de las raíces comunes de la injusticia: la concentración económica y mediática que coloca a los sectores sociales ─y de manera muy especial a los periodistas─ en una situación de mayor fragilidad y vulnerabilidad.
El discurso y la acción de nuestra federación nunca han sido –y menos ahora– expresión de sobrevivencia, del ruego de los vencidos, del instinto de salvación, de la sujeción desesperada a cualquier tabla o del repliegue a mejores tiempos.
Si una vez los colegas fundadores dijeron: periodismo libre, sí; pero en patrias libres, más tarde sus continuadores proclamamos en horas decisivas un manifiesto definitorio:
“Ni ajenos, ni callados, ni neutrales”, ante la mentira y la violencia de las oligarquías locales y el imperialismo contra los gobiernos progresistas que beneficiaban a los olvidados de siempre.
Los problemas de la gente no son de otros, dijimos, son también de nuestras organizaciones nacionales y debemos dar juntos la batalla en la calle, porque las y los periodistas son igualmente sobreexplotados y víctimas del desempleo, la precariedad, el engaño y la manipulación.
Y resistencia, activa también, en la búsqueda de alianzas, acumulación de fuerzas y respaldo mutuo con aquellos sectores que al igual que los periodistas y sus organizaciones comparten preocupaciones y sufrimientos inherentes al modelo que concentra la riqueza material e informativa del planeta.
Los cubanos y los afiliados en la Unión de Periodistas de Cuba hemos encontrado en la FELAP, desde su fundación, la solidaridad incondicional frente a las agresiones de Estados Unidos y sus aliados.
Ahora, en la etapa que se abre con el restablecimiento de los vínculos diplomáticos entre ambos países, no ha faltado tampoco el respaldo a la posición del Gobierno Revolucionario de que no podrá haber normalización de esas relaciones mientras se mantenga el bloqueo, la base naval de Guantánamo, los planes de subversión interna, las trasmisiones ilegales de radio y televisión, y no se haya compensado al pueblo cubano por los daños humanos y materiales sufridos durante más de medio siglo.
(*) Periodista. Vicepresidente de la FELAP