Entrevista con Miguel Stedile, de la dirección del MST
Agencia La Oreja Que Piensa. Desde Berna, Suiza. Por Sergio Ferrari.
A escasos cuatro meses de iniciada la nueva etapa política que vive Brasil, los movimientos sociales reorganizan su estrategia y anticipan un balance preliminar. La llegada al Gobierno de Jair Bolsonaro el 1ro de enero “no fue un accidente”, sino el resultado de una estrategia del gran capital, subraya Miguel Enrique Stedile, 41 años, miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento de Trabajadores rurales sin Tierra (MST).
Historiador de formación, dirige la Escuela de Educación Media y Profesional Josué de Castro, del MST en Veranópolis, Rio Grande del Sur, e integra el colectivo responsable del sector formación del movimiento. Miguel Stedile, hijo de Joao Pedro, uno de los dirigentes históricos del MST, llegó a Suiza invitado por la ONG E-CHANGER, como parte de una gira europea que incluye, además, Francia, Alemania y Bélgica.
El MST, ha permitido en sus 35 años de existencia y lucha, el acceso a la tierra a 350 mil familias. En tanto otras 100 mil, acampadas, esperan su turno.
¿Cuáles son los efectos visibles de la nueva política de Bolsonaro para el campo?
Miguel Stedile (MS): Antes quisiera introducir un elemento contextual. El nuevo Gobierno, con un discurso agresivo y su política antisocial, no constituye ni un accidente histórico ni una ruptura en la vida de Brasil.
Representa la continuidad del proyecto que los poderosos, el gran capital, tienen para mi país. Trataron de influenciar al gobierno de Dilma Rousseff y como no fue posible, la reemplazaron por Michel Temer y hoy se institucionaliza con la llegada de Bolsonaro.
Eso explica que muchas de las políticas actuales, tanto en el campo como a nivel general, expresan la continuidad de lo que se venía dando en estos últimos dos años. A nivel de ejemplo, subrayo dos elementos específicos de su política agraria. La brutal, salvaje y casi diaria liberalización de los agrotóxicos y pesticidas, concesión directa a las grandes empresas del ramo.
Y el retiro casi total de la presencia del Estado en la agricultura, acorde a la ideología ultraliberal de este gobierno. Eso significa la reducción a su mínima expresión de los ministerios y secretarías responsables del tema agrícola. Designaron como ministro a la cabeza de este sector, a Nabhan García, gran terrateniente, promotor de las milicias rurales de extrema derecha.
Este desmantelamiento evidente de las estructuras del Estado para el campo corresponde también a lo que ejecuta con las instituciones responsables del medio ambiente y con la FUNAI, organización que se ocupa de la política hacia los pueblos indígenas.
¿Con una retórica confrontativa?
MS: Un discurso conservador que no es nuevo en el campo. La novedad es que ahora esa retórica, a través del proyecto de Bolsonaro, también se implanta con fuerza en las ciudades. Y que ese discurso, se hace oficial, se institucionaliza.
La resistencia activa
Ante esta situación, ¿cuál ha sido la respuesta del MST y los otros movimientos sociales?
MS: A partir del resultado electoral, no solo nosotros sino la mayoría de los movimientos populares, reiteramos nuestro convencimiento en que las movilizaciones deben continuar. Sin embargo, con nuevas metodologías. Teniendo más cuidado, más planificación, concentrando las energías, evitando aislarnos. Impulsamos la resistencia activa, que incluye acciones más inteligentes. Por ejemplo, el pasado 8 de marzo, para el día internacional de la lucha de las mujeres, nuestras compañeras decidieron realizar dos principales acciones centralizadas: una, contra un terrateniente acusado de abusos sexuales múltiples, y otra, contra la empresa Vale, implicada en las tragedias de Mariana y Brumadinho. El 14 de marzo, por el aniversario de la militante Marielle Franco, el carácter de la movilización fue distinto y se realizaron muchas manifestaciones. El 17 de abril pasado, día internacional de la lucha por la tierra, promovimos cinco ocupaciones de terrenos públicos federales. Con un 1ero de mayo inédito, convocado bajo el signo de la unidad. Insisto, la lógica es la resistencia activa, inteligente, concentrando fuerzas.
¿Pudieron ya los actores progresistas brasileros -movimientos, partidos, sindicatos etc.- digerir el traspié electoral?
MS: Se está en proceso. Se trató no solo de una derrota electoral sino ideológica, porque un buen sector de los pobres votó el programa de la derecha. Prefirieron arriesgar la pérdida de derechos con la ilusión de mantener el empleo.
Fue una derrota muy dura y los partidos progresistas, por ejemplo, están cerrando las heridas, tratando de relanzarse. Hay por delante tareas desafiantes, como hablar nuevamente con la población, la formación política, impulsar una nueva pedagogía política y participativa…
¿Han promovido en estos cuatro meses, nuevas ocupaciones de tierras?
MS: Luego de la elección el nuevo presidente, el poder judicial se sintió gratificado y se lanzaron pedidos de desocupación de áreas donde estábamos desde años. Entonces, nuestra estrategia, fue la de no lanzar nuevas ocupaciones, sino que garantizar muestra presencia activa en esas tierras amenazadas.
Una misma crisis continental
¿Cuál es su preocupación principal de cara al futuro?
MS: Como en la época de la dictadura pasada, la institucionalización de la represión nos crea interrogantes muy profundos. ¿Cómo va a actuar el policía de abajo, en lo cotidiano, en el barrio, en el pueblo, en la comarca? Al sentirse apoyado por esos mecanismos institucionales represivos… y defendido por el imperio total de la impunidad.
Señaló en varios momentos de sus intervenciones públicas durante esta gira europea, que la realidad de Brasil no está aislada de lo que vive toda Latinoamérica, e incluso de la nueva realidad mundial…
MS: Sin duda. Nos confrontamos a una profunda crisis estructural del sistema capitalista, que vive la distancia creciente del sector financiero-especulativo, (que aparece como el más dinámico), de la base productiva real.
Para tratar de resolverla, el sistema apunta a dos respuestas principales: la reducción de los derechos y conquistas sociales, como medio para limitar los costos, y la destrucción salvaje de la naturaleza.
Además, percibimos un nuevo periodo geopolítico con un polo China-Rusia confrontado con los Estados Unidos de Norteamérica.
Y en ese marco, el intento del gobierno norteamericano de recuperar su preminencia en Latinoamérica. Desarticulando la ola progresista que vivimos hasta hace poco. Como parte de esa estrategia, desmantelan aceleradamente todas las herramientas de integración regional como la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas).
Para implementar su lógica, el sistema, que utiliza tácticas diferentes para cada país, en el caso de Brasil, recurre a un personaje como Bolsonaro y un Estado fuertemente represivo.