Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Marita Villaravid
Te conocí cuando tenía doce años, allá por 1990. Fue “por culpa” de mis viejos: estaban leyéndote. Y me enamoré de tu escritura. Me enamoré de “Bajo la lluvia ajena”: un libro lleno del dolor del exilio.
Después pude seguirte los pasos y conocer tu militancia, tu búsqueda y tu dedicación. No habrá Premio que pueda superar aquel abrazo de Macarena, la nieta que tanto esperabas. Esa que todos conocíamos desde antes: “Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer.
A lo mejor podes salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.”
Me duele tu partida, como me dolió la de otros militantes. Me quedan los libros; me queda tu lucha que no se doblegó.
Me queda el compromiso que todo el que te leyó tiene: seguir transmitiéndote. Seguir dejando que otros te descubran, a través de los tiempos.