encia Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Iván Ponce.
A 38 años del último golpe militar, pensar en el proceso de reorganización nacional, es pensar en los desaparecidos, en los delitos de lesa humanidad, en el desmantelamiento de la industria nacional, en la destrucción de la organización del sindicalismo y de los trabajadores combativos, en la represión, en el mundial del 78, en la guerra de Malvinas, etc.
Fue justamente eso: un proceso, que apoyado en el golpe cívico- militar, instaló una determinada concepción del mundo a la sociedad argentina, en la cual hoy estamos todavía inmersos.
¿Acaso en la actualidad no hay desaparecidos? ¿Qué pasó con Julio López? ¿Con Luciano Arruga? ¿No hay trabajadores procesados por luchar por mejores salarios y condiciones de vida?
¿Qué pasa con los petroleros de las Heras? Tenemos una industria nacional en ascenso ¿Pero cubre las necesidades de todos los habitantes de la ciudad? ¿Hay pleno empleo y salarios acordes con el costo de vida?
¿Y que pasa en el futbol? ¿Cuál fue el proceso iniciado, retomado y profundizado por el golpe cívico- militar con respecto al deporte más convocante de la sociedad argentina?
Hoy nos toca tratar de abordar y desarrollar este último punto.
Para muchos de los intelectuales de derecha el futbol es la superstición que el pueblo se merece ya que el instinto animal se impone a la razón humana y la ignorancia aplasta a la cultura.
Para muchos de los intelectuales de izquierda, en cambio, el futbol desvía la energía revolucionaria de las masas, ya que hipnotizados por la pelota y la pasión los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como rebaño por sus enemigos de clase.
Lo cierto es que el futbol es el deporte más popular e importante del mundo. Por eso a lo largo y ancho del planeta este juego se ha convertido en un trampolín político para dirigentes, periodistas, futbolistas y entrenadores por un lado y por el otro es utilizado por parte de la clase dominante, los gobernantes o aspirantes a gobernar, para crear adhesiones, para persuadir y para utilizarlo básicamente de manera propagandística.
La dictadura militar utilizó el futbol para sus fines políticos. Querían crear en la sociedad un sentimiento de identidad, una unidad nacional y consolidarse en el poder.
Su objetivo era también presentar un país estable ante el mundo, ante las críticas de la comunidad internacional. Se propusieron demostrarle al mundo que todo era una campaña del marxismo internacional basada en falsedades y que los argentinos eran derechos y humanos.
Para ello contaron con el apoyo de la FIFA y, en especial, de su presidente Joao Havelange quien había señalado que la Argentina estaba más preparada que nunca para organizar el mundial. Con la tregua de los lideres de Montoneros y con el buen y viejo periodismo cómplice.
En este sentido, en el periodismo deportivo se destacaron el rol del Gráfico de la editorial Atlántida perteneciente a la familia Vigil, Clarín Deportivo y el relator José María Muñoz, el más influyente de la época. Todos funcionales a los intereses de la dictadura.
Los periodistas deportivos, además, tenían la orden de no criticar ni al técnico argentino ni al juego del equipo.
Pero no solamente el campeonato mundial de 1978 es el legado que le ha dejado la dictadura cívica- militar a la sociedad argentina. También la aparición del dirigente más trascendental del futbol argentino fue obra del proceso. En 1979 Julio Grondona se convirtió en el presidente de la AFA.
Inmediatamente luego de la obtención de la copa del mundo el vicealmirante Lacoste pudo hacer realidad su mayor ambición: Se convertiría en vicepresidente de la Confederación Sudamericana de Futbol.
Lacoste había sido el hombre fuerte de las fuerzas armadas en la organización del mundial. Pese a que oficialmente el presidente de la AFA era Alfredo Cantilo, el que tomaba todas las decisiones era el vicealmirante.
Al dejar su cargo se propuso buscar un dirigente que responda a los intereses y a la política del régimen. Julio Grondona, que por aquellos tiempos era presidente de Independiente de Avellaneda, resultó ser el hombre indicado y desde aquel lejano 1979 es, de manera interrumpida, el presidente de la AFA hasta la actualidad.
¿Y cómo impacto el proceso de reorganización nacional en la violencia en el futbol? ¿Qué influencia tuvo en el surgimiento de las barras bravas?
En pleno auge del régimen era el líder de la barra de Quilmes, el negro Thompson, el vínculo de las hinchadas argentinas con los militares. Incluso durante las giras internacionales de la selección argentina, Thompson y sus secuaces, eran los encargados de silenciar toda clase de manifestación contra el orden militar realizado por los compatriotas exiliados en el exterior.
Con el regreso a la democracia en 1982, esa barra brava que había nacido bajo la protección de los dirigentes del futbol para que respondan a sus intereses y que aumentaron su poder al actuar políticamente para la junta militar como fuerza de choque, iba a encontrar su lugar en la democracia como grupos claves de partidos políticos y de diversos sindicatos.
Las barras colaboraron con su fervor en elecciones y marchas, y especialmente para acallar, como en los tiempos del régimen, a cualquier tipo de oposición. De esta manera, las barras bravas de la misma manera que le quitaban a las hinchadas su protagonismo en las canchas, le quitarían el protagonismo político al pueblo argentino en los partidos políticos y en los sindicatos.
Respondiendo a los intereses de grupos cada vez más poderosos, las barras en la Argentina se hicieron más impunes e imposibles de dominar. Hoy no sabemos ciertamente hasta donde llegan sus influencias. Pero lo cierto es que todo esto creció y se consolido durante la dictadura del proceso.
Y en este sentido debemos preguntarnos ¿Cuánto tiempo nos llevara a los argentinos curar a nuestra sociedad de todos lo sembrado por el régimen? Sembrado en base al odio, la violencia, la destrucción y la impunidad para el crimen desde el mismo estado argentino.