Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011. (Por Hugo Rossi) (*)
Se fue hundiendo el sol adentro de la noche. Como mi pobre cabeza desguazada se sumergió de un golpe en la cesta pagana de la incredulidad.
Sin cabeza, no tuve más remedio que desenroscar los brazos, estirarlos al mango por sobre las carencias y hacer pensar las yemas, hacer llorar los dedos, hacer gemir los callos, hacer aullar las uñas. Así fue como este pobre resurrecto de todos los días, mezcla rara de último inmortal y primer peregrino desahuciado, reconoció la suerte.
Una suerte buscada y perseguida con el ahínco extremo de la necesidad.
El mismo ahínco con que muchos pretenden el peso de la gloria, la fortuna insensata, la primicia irrestricta de la inmortalidad. Con esa “suerte” a cuestas y con los brazos pensantes estirados, quise tocar el cielo.
Ensayé una plegaria, la única aprehendida en mis años neutros y traté de embocarla por elevación.La pérfida respuesta fue un corte en las muñecas, un nuevo y vil cercenamiento de ideas y falanges, un cruento retroceso de muñones inertes, de venas discontinuas, de odio sin parar.
Desde aquella ocasión lo único que hago es parlotear incoherencias por los codos, clamar venganza desde las heridas, tratar de aturdirlos con malinterpretados pedidos de auxilio. Pedidos que emergen olorosos desde el único lugar sonoro de mi tronco.
Narices fruncidas, oídos sordos, cabezas ahuecadas, corazones de amianto.
Tarjetas de crédito con los ojos claros y los sentimientos plastificados. Eso es todo lo que encuentro. Lo único que hallo.
¿Entonces qué?
¡Sin cabeza y sin brazos!
La única opción que me queda es doblar las rodillas y reclinar el cuerpo sobre la tierra santa de algún cementerio o salir con el circo a recorrer las rutas urbanas de la ingenuidad.
Exponer a los curiosos las obligadas dotes de ventriloquia, las resignaciones de fakir de barrio.
Y encima, como si esto fuera poco, ¡me cortan las piernas!
De un solo saque la guadaña me deja sentado sobre el mundo como un árbol seco.
Una ablación perfecta de miembros inferiores, una molestia menos, un pobre tronco anémico que solo puede pensar con el estómago, respirar y defecar los desechos de ideas inservibles sobre su propia estirpe.
Al menos eso creen; pero se olvidan de algo.
Podrán tener mis piernas, mis brazos, mi cabeza. Podrán chuparme el alma, racionar mi alimento.
Pero hay algo cierto que no tienen en cuenta.
Todavía me niego a ese coma profundo.
Todavía se inflaman de orgullo mis pulmones.
Todavía me cuelgan un buen par de anclas que me sirven de amarras, que se adhieren al suelo y sorben de la tierra
(*) ”Soy ser humano, poeta y escritor, en ese orden…” Así se presenta este argentino nacido en 1949 en el barrio de Colegiales. Publicó en el año 2000 un libro de relatos y poesías ”juegos de cartón y luna”. Su primera novela “La lluvia inversa” todavía no está editada. Actualmente vive en la localidad de Los Polvorines, Partido de Malvinas Argentinas. Provincia de Buenos Aires. Argentina.