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Si sólo atendemos al aspecto cuantitativo las cifras resultan impresionantes: Facebook cuenta actualmente con 960 millones de usuarios y Twitter con 500 millones.
Cifras tan apabullantes, en crecimiento cotidiano, de ninguna manera pueden carecer de efectos cualitativos, por ejemplo, sobre la manera de hacer periodismo.
No solamente porque el soporte de lectura cambia del tradicional papel a la pantalla de computadora, notbook, celular, sino también porque cambia el rol del propio público, pues en twitter los usuarios generan sus propias informaciones, comentarios, opiniones y también pueden interactuar en internet con los periodistas que firman sus notas en los medios digitales.
Un hecho destacable es que los usuarios pueden convertir en noticias acontecimientos soslayados por los grandes medios y cadenas informativas y, que además, su difusión se convierta en masiva gracias a los mecanismos propios de transmisión que caracteriza a las redes.
Un caso memorable fue el de la desmentida de la versión dada por el gobierno de José María Aznar sobe la autoría de Eta de los atentados en Madrid el 11 de marzo de 2004, contrainformación difundida por las redes vía internet y celulares y convocando al mismo tiempo a cientos de miles de personas a manifestarse, hecho que determinó un cambio de rumbo político en ese país.
Otro caso en que se atribuye un papel fundamental a los nuevos medios y las redes sociales es la denominada “primavera árabe” y, en nuestro país, las convocatorias a marchas opositoras en el año 2012.
Más allá de la valoración que se pueda hacer de esos hechos y del contexto propio de cada uno, es indudable que redes sociales y nuevas tecnologías adquieren un poder que puede ir en contra o a favor de gobiernos y también oponerse y cuestionar a los grandes medios informativos o, por el contrario, coincidir con ellos.
En tal sentido, la posibilidad de informar masivamente por las redes sociales sorteando a los grandes grupos informativos ofrece también nuevas oportunidades a los medios alternativos que logren integrarse a la dinámica de difusión nodal de las redes sociales y llegar a los públicos interesados en sus propuestas.
Este punto resulta importante debido a que por las redes circula de todo, incluidas noticias falsas, difamatorias y rumores de todo tipo.
Los expertos sostienen que quien quiera entrar y permanecer en las redes debe estudiar la segmentación de los usuarios, tarea que ya realizan los expertos en marketing con fines comerciales y los grandes medios digitales entre otros.
Para la prensa alternativa interesada en ampliar su llegada fuera del círculo cerrado de los interesados tradicionales en sus propuestas es también una tarea necesaria explorar las maneras de ampliar su espectro de lectores.
Tal vez la interactividad que diferencia a la prensa digital de la tradicional y que permite que el destinatario se convierta en alguien capaz de replicar al instante y, como vimos, también de generar información, no sólo no perjudique sino que termine favoreciendo a los medios alternativos en una suerte de función de controladores de las omisiones y deformaciones perpetradas por las empresas periodísitcas en función de sus intereses y de ofrecer noticias y análisis de temas que permitan ampliar la democracia informativa.
Pero para eso deberán poner en juego una veracidad basada en profesionalismo y rigor.
No debemos olvidar que los nuevos sistemas como Twitter obligan a asumir la responsabilidad por lo que se publica, pues la mirada de millones pone a prueba constantemente la credibilidad de quien sube una nota y la expone a un público masivo pero también selectivo y exigente.
Desafíos y oportunidades que presentan las nuevas maneras de comunicar y que una prensa alternativa seria podrá aprovechar si se adapta a la novedad de los nuevos medios, pero sin renunciar a su obligación de informar de manera veraz sobre los temas públicos que las grandes empresas ocultan y de voz crítica de las creencias antidemocráticas y del rumor malintencionado o de los prejuicios, provengan de sectores de poder o de individuos o grupos sectarios o simplemente irresponsables.
(*) Licenciado en Filosofía. Universidad del Salvador.Licenciado en Comunicación social. Universidad de Buenos Aires.