Agencia La Oreja Que Piensa. Por Lucrecia Cuesta. (*)
“Señores pasajeros, nuestro vuelo comienza su descenso”. Giré mi mirada hacia la ventanilla, el día asomaba soleado. Tomé las precauciones que tiene todo viaje aéreo. Enderecé el respaldo del asiento, mis manos algo inquietas, y el ceño tal vez con suaves pliegos.
Me puse el cinturón de seguridad. Un buen aterrizaje! La mayoría de los pasajeros aplaudimos en señal de reconocimiento.
Iniciaba una nueva etapa. El sector A descenderá por la escalerilla de la izquierda, fueron las últimas palabras de un integrante de la tripulación. Revisé a mí alrededor, se había caído una manta escocesa, la recogí.
Ya en tierra firme, retiré el cinturón, me puse de pie. Un pasajero del asiento de la fila de adelante, con una semi sonrisa se dirigió a mí, y dijo, le alcanzo el equipaje.
El vuelo aterrizó en el horario previsto! Antes de descender me coloqué un pintoresco sombrero. Era un regalo con significado de hermandad. En esa despedida de hasta pronto de un grupo de mexicanos, país de historia si la tiene, me lo entregaron entre brindis y tacos. Sabía que me esperaban en la sala de llegada. Y mientras caminaba con destino al encuentro; me atraparon unos minutos de vivencias muy fuertes, recuerdos, esperanza, nostalgia y se te conjugan esas contradicciones impensables e ineludibles. Corría un hermoso verano de marzo y creo un día 2 de 1973.
Llegaba al aeropuerto de Santiago de Chile!! Hola guapa!! Y nos confundimos con René en un abrazo sentido y solidario.
Ya camino a la ciudad de Santiago, después de preguntarme sobre el vuelo, de algunos amigos en común y siguiendo su leal disposición; vienes con algunos tacos chica!! Si bien es cierto que esto cuadraba plenamente con sus deseos, ligado a su experiencia e impresiones personales en México.
Sonreí con una tímida coquetería. Estamos viviendo momentos difíciles y convulsionados, me comienza a decir, con un dejo de tristeza, a Chicho (como lo llamaban al Presidente Salvador Allende) no le dan tregua. Y creo que salvo un golpe de timón, se pueda seguir manteniendo lo conquistado.
Es que el gobierno de la Unidad Popular, dio grandes programas educativos, campaña de alfabetización, reforma agraria, nacionalización de la producción y la exportación del cobre y de los servicios de telecomunicaciones.
Dime, es demasiado para los sectores conservadores y los intereses norteamericanos y han decidido declararle la guerra al pueblo y al Gobierno. Fuerte! No deseado ni querida la realista confesión. Me esperaba una estadía de trabajo intenso; y teniendo conciencia que estaba cordillera por medio de mi país. Y tal vez la posibilidad de reencontrarme con mis únicos dos hijos menores. Más de cuatro meses sin verlos. Carajo, Lanusse.
Estaban en Chile a días de las elecciones presidenciales. Y pude caminar por la Alameda, y ver una manifestación tranquila y popular cómo nunca antes había compartido y vivenciado. Es que Salvador Allende era muy querido.
(Salvador Allende, nacido en Valparaiso en 1908 y recibido de médico). Vamos Chicho! le gritaban con esa fuerza que genera la esperanza y el resistir. Prueba de que es posible reanudar la marcha.
Logré conjugar trabajo y salidas de esparcimiento. La tierra de Violeta, de Víctor Jara, de los hermanos Quilapayü, de Neruda, y de tantos otros, devenía a un Santiago en una ciudad alegre, sus ricas empanadas, su vinito, su metro cuadrado de cerveza, sus conjuntos folklóricos, el trato amable de un gran sector de la sociedad.
Permite hacer de esa patria, tu patria! Nunca imaginé que El río Mapocho (Mapuchonco, algo así como agua que se pierde en la tierra, surge en el Cerro El Plomo de la Cordillera de los Andes y desemboca en el río Maipo) pudiera convertirse en aquel 11 de setiembre de 1973, en un receptor de muertos de Pinochet, y dónde se arrojaron también cientos de libros. Casi todo es un calco de lo que fue la dictadura cívico militar argentina de 1976.
A 50 años de la muerte de Salvador Allende, un socialista de pura estirpe, que ofrendó su vida y resistió en La Moneda, quienes fuimos recibidos y acogidos por ese pueblo y gobierno, hace necesario e ineludible agradecer como generación; Salvador Allende, hasta la victoria siempre!
(*) Periodista.