Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011. (Por Juan Carlos Chaneton)
Durante la gestión de los Kirchner las cosas se han puesto serias en la Argentina, pero no carecen de esperanza. En Italia, Grecia o España, por ejemplo, carecen de esperanza y no son serias.
Esto es así.
Las medidas que se han tomado aquí desde 2003 hasta hoy van en una excelente dirección si por tal entendemos resignificar la política en términos de actividad social jerarquizada y proyectar la inclusión a un orden productivo -paulatina pero constante- de una masa de indigentes, pobres, desposeídos y desempleados, tarea que todavía muestra agujeros pero que ha supuesto una evidente mejoría en los índices sociales de este país.No abundaremos en los ostensibles logros de política pública que se le anotan al gobierno desde casi todas las usinas ideológicas medianamente bien intencionadas. Anotamos sí, que la carencia de un plan habitacional de nivel nacional que se proponga erradicar absolutamente todas las villas miseria del país, vinculando la adquisición de la casa propia a un empleo seguro, estable y en blanco, debería ser, de ahora en más, el objetivo de fondo del proyecto nacional y popular. Su estrategia, digamos.
Hay dos herramientas que servirían a esos fines. Una es el nuevo rol del Banco Central que ha pasado de ser una isla autónoma y separada del Estado y funcional al sistema financiero más concentrado a constituir un órgano estatal con incidencia fundamental a la hora de diseñar políticas de desendeudamiento, crecimiento, distribución e inclusión social.
El otro instrumento a mano es la Ley de Servicios Financieros (proyecto Heller) que debería servir a los mismos fines.
Mucho se habla a estas horas de las “asignaturas pendientes” del gobierno. Poco se analiza acerca de que los agujeros negros que reciben esa eufemística denominación tal vez no constituyan ninguna materia adeudada a tribunal examinador alguno sino simples e insuperables insuficiencias del modelo nac.& pop.
Populismo, neoliberalismo o comunismo
Hay ocasiones históricas en que el recambio capitalista sólo es posible si asume la forma de lo “nacional”. Es lo que ocurrió en Cuba a partir de 1959. Patria o muerte. Martí o el imperio.
A su vez, aquí, en la Argentina, el “pensamiento nacional” siempre será una variante de la ideología burguesa a menos que resuelva el problema de la lucha de clases -de modo teórico y práctico- revolucionariamente. Esto es lo mismo que exigirle a ese pensamiento nacional -y a los gobiernos que ocasionalmente se sustenten en él- que tome una posición definida frente al problema de la propiedad de los medios de producción, de la propiedad de las sempresas, de los bancos, de la gran propiedad agrícola ganadera, es decir, frente al problema del carácter de la transformación estructural que anhela, si es que anhela alguna transformación de ese tipo. Tomar una posición frente a estos problemas no es sinónimo de estatizar. Entre todo mercado y todo Estado, hay grises. Ver, si no, Cuba hoy.
Por excusada vía suelen pergeñarse críticas de orden institucional a la gestión del gobierno K. Las corporaciones -las financieras en primer lugar- y los partidos que expresan sus intereses (UCR, Coalición Cívica, Peronismo “federal”, Proyecto Sur, PRO, GEN) frecuentemente aluden al tema, al que embozan en el sintagma “en la Argentina no hay calidad institucional”.
Sobre este punto se pueden sintetizar tres posiciones.
1.- La democracia no es sólo las elecciones. También “las reglas”. Esto lo dice esa derecha de la ralea de Grondona y lo repite –cual perico enjaulado- Ricardo Roa en su columna de Clarín.
2.- Si la derecha dice eso, nosotros podríamos decir: la democracia no son sólo las elecciones y las reglas. Democracia es, también, la asamblea obrera, es decir, el derecho de los trabajadores a discutir sus propios asuntos y a elegir sus propios delegados y comisiones internas sin injerencia de las patronales, de la burocracia sindical y del Estado (clasismo).
3.- La socialdemocracia, a su turno, dirá: democracia no es sólo la asamblea obrera: además son necesarias las elecciones y los partidos.
Se advierte que 1 y 3 están más cerca entre sí. En cambio, 2 (nosotros) está lejos de ambos. Que a 1 y 3 no les guste mucho la asamblea obrera no es banal. Para ambos, dicha asamblea es sospechosa. Y lo es porque saben que la asamblea es un ámbito donde los obreros discuten sus cuestiones; pero intuyen, también, que ese colectivo prefigura y anticipa otro tipo de democracia y, por ende, otro modelo de sociedad.
Este modelo queda lejos. Pero orienta la praxis militante.
¿Qué hacemos hoy?
La línea general de pensamiento indica que a nosotros, a los trabajadores, hoy, nos favorecen más unas políticas que otras. Pero una fracción burguesa renegociadora “nacional y popular” desplegándose a sí misma en el tiempo y en el espacio y realizándose como idea lleva en sus entrañas al niño que debe crecer y superarla.
La pérdida prematura de este embarazo traerá, de nuevo, sufrimiento y frustración. No hay lugar todavía para nada a la izquierda del modelo K. Pero el modelo K tiene techo histórico.
Nacional y popular no puede sino significar una sociedad en la que una clase burguesa (propietaria) nacional con apoyo de la mayoría indiferenciada del pueblo, gestiona, a través de su gobierno, sus intereses de clase con la mira puesta en una “Argentina potencia”, esto es, una Argentina que trate de emular a Canadá o a los BRIC, por poner un ejemplo. Sin olvidar, claro, que esa burguesía nacional contará con la legitimidad que da el apoyo mayoritario en la medida en que se acuerde de la justicia social, de la distribución y del “fifty-fifty” entre obreros y empresarios.
La cohabitación con los vecinos en los espacios integrativos de Sudamérica no es obstáculo -al contrario- para tales designios estratégicos.
Mas, por otra parte, aparece un bache profundo en la formación social argentina: aquí, la “burguesía nacional” se llama, Ratazzi, Grobocopatel, Repsol, Cencosud, Soros, Sociedad Rural, City Group, Paolo Rocca y así por el estilo. A los “nacionales” genuinos -tipo Cristóbal López- sólo les han dejado el bingo y las carreras, poco, por cierto, para tallar en el escenario con estatura estratégica de burgués. Definitivamente, esto no es Brasil, con su clase industrial paulista, nacional y con fundadas aspiraciones de potencia mundial.
Este modelo argentino es el que tiene techo.
Midamos bien los tiempos. De eso se trata. Es lo que empieza a plantearse como tarea teórica y práctica.
Mientras tanto, la derecha mediática de este país persiste en su estrategia: limar al gobierno todo lo que pueda a los fines de hacerlo llegar debilitado al 2011. El inefable Adrián Ventura, conocido correveidile de la derecha de la corporación judicial, viene reclamando en el diario La Nación contra los magistrados que dejan entrar por una puerta y salir por la otra. Al delincuente, claro. No al “padre” Grassi.
Hace 48 horas la presidenta de la Nación llamó a los jueces a ser justos pero severos a la hora de aplicar las penas; y dijo, además, que quien ha delinquido no puede, al poco tiempo, estar en libertad. Es lo que siempre pensó el gobierno desde el 2003 hasta acá. Entonces, el mentado periodista de apelativo Ventura, comprueba que está coincidiendo con Cristina y en vez de congratularse de ello, escribe, en la edición del jueves 23 de diciembre de La Nación, que “la Presidenta olvida que si un delincuente entra por una puerta y sale por la otra no es por capricho del juez sino porque el Código Procesal así lo ordena y los jueces no tienen más opción que aplicar la ley”. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que dijo el desventurado periodista. Palos porque bogas; palos porque no bogas. La miopía y el odio amalgamados en un mismo y pútrido lodo, junto a una pizca de mezquindad y tontería. Así se mueve “la oposición” frente a este gobierno.
Y al día siguiente, agregó otro gajo de su flor, el periodista. En los disturbios de Constitución -aseveró- pudo haber activistas; pero quienes ocupaban las vías eran trabajadores tercerizados que tienen todo el derecho a que se los pase a planta permanente.
Más claro, agua. La derecha y el Partido Obrero juntos en la innoble tarea de limar a un gobierno que afecta sus intereses. Los de la derecha, porque ésta quiere neoliberalismo y ortodoxia. Los del PO porque el negocio de Altamira es no trabajar desde hace cincuenta años: fundó esa Pyme hace medio siglo y vive de ella y de los incautos jóvenes que, en las malas, son los que van al frente y mueren.
Pues habrás de saber, querido Sancho -es Don Alonso Quijano quien se ha puesto a perorar en este instante- que disturbios como los del Indoamericano, Albariño y Constitución se han debido por entero, en puridad de verdad, a la actividad maléfica y contumeliosa de los punteros de Macri, de Duhalde y de Altamira, burócratas, si los hay, de la peor política y de no mejor calaña, los que, en protervo designio, fincan sus garfios en los pesares de gentes por cierto necesitadas de vivienda y ocupación digna para malquistarlas con una autoridad nacional que, aun cuando adeude alguna cuenta bastante atrasada, se halla haciendo lo imposible por saldarla.
En todo caso, no es achicando el gasto para que “cierren las cuentas” como se saldarán las deudas en caso -repetimos- de que se trate de deudas y no de insuficiencias estructurales del modelo K.
En apretada síntesis
La corporación mediática quiere seguir con el monopolio. La corporación financiera no quiere la ley Heller. Este es el fondo del asunto y lo que, en última instancia, explica los disturbios a la hora en que Papá Noel se aprestaba a tintinear sus campanillas y a recorrer con su trineo los polvorientos atajos del conurbano.
Cristina mira al 2011. Si este “giro al centro” que creen ver los analistas es genuino, el modelo estará abandonando, como la Voyager I, los límites del sistema solar para adentrarse en un inconmensurable abismo sin vida, un mar interestelar que nada bueno presagia para nosotros, para los trabajadores.
Si lo de Cristina es sólo táctica política correctora y orientada a neutralizar la campaña mediática que alguna vez supo enajenarle la simpatía del medio pelo (sin cuyo voto se pierde), sólo cabe un “muy bien” para la Presidenta. A condición, claro está, de que apenas renueve en el próximo octubre, ponga fierro a la tabla. Y que sea en la misma dirección que marcó Néstor, esto es, la de ir más allá de lo mucho que se ha hecho.
Citas
1- La Carta Orgánica del BCRA consagraba una “autonomía” de la institución que, en los hechos, debía atenerse a cumplir tres funciones:a) Fijar el porcentaje de encaje bancario;
b) Regular la base monetaria circulante en el país;
c) Fijar una tasa para los redescuentos conveniente para las instituciones financieras.
Afortunadamente, con la eyección de Redrado y su sustitución por Mercedes Marcó del Pont, el Banco Central ha pasado a ser, de hecho y potencialmente, una herramienta más vinculada a las políticas públicas de producción, empleo e inclusión social.
2. La letra del programa del Proyecto Sur así como las declaraciones -frecuentemente estentóreas- de sus dirigentes no parecen expresar los intereses de las corporaciones sino al “verdadero” modelo nacional y popular. Sin embargo, como ese partido carece de una mínima inserción nacional -enraizada en los sindicatos que son factores de poder y en el pueblo medio y pobre de la ciudad y el campo- sus posiciones antigubernistas no sólo se parecen mucho a un saludo a la bandera sino que, objetivamente, atacan al mismo enemigo que tienen AEA y Techint: el gobierno de Cristina Kirchner. En este sentido -y sólo en éste- su práctica resulta funcional a las corporaciones. Todavía no ha llegado el turno histórico de crear una orgánica “revolucionaria” situada a la izquierda del modelo en curso.