Agencia La Oreja Que Piensa. 2013. Por César Luis Iritier (*)
Existe una infinidad de puntos de vista desde los que uno podría ubicarse para analizar la sociedad y reflexionar sobre la realidad que nos agobia.
Sin embargo, pareciera ser previsible que la educación termine siendo una especie de punto final para esas largas conferencias y también esas geniales charlas de café que los argentinos estamos naturalizados a protagonizar, generalmente (por no decir siempre), sin saber mucho del tema.
Cuando miramos la sociedad contemporánea descubrimos al Hombre que la habita, a los trabajos que la construyen, a la política que ¿la nutre?, y emerge una inagotable lista de elementos y conceptos que la conforman e interaccionan en su agobiante ser.
En esa trama, y en las charlas de café por supuesto, el rol de “el que educa” en cualquier profesión, servicio, tarea o trabajo es desprestigiado.
Hartos estamos de escuchar que la razón por la que estamos así es culpa de los valores que han cambiado sus puestos en los rankings.
Pido disculpas si lo alarmo, estimado lector, al decirle que para nada estoy de acuerdo con semejante sentencia del "saber popular".
Los valores no han cambiado nunca. Si hubieran cambiado quizás la cosa hubiese sido distinta y no estaríamos cuestionando a médicos que saben y consultando a doctores que matan, pero nos dicen lo que queremos escuchar.
Perdón nuevamente por el atrevimiento y el sarcasmo: ¡nosotros sabemos de todo!, (y no aprendemos de nada). Por eso, se vuelve comprensible que algunos sistemas, el educativo por ejemplo, se base en atender a “los que no saben” y los "valore" dándoles un lugar, crédito, espacio, tiempo y dinero. A cambio, recibimos, sistema y sociedad, una reafirmación de nuestro ego dominante y socialmente aceptado en complicidad.
No se desanime, estimado lector. Un profesor dijo una vez: "Soy esperanzador por naturaleza", y creo que llegará el momento que será tanto lo que creemos saber que necesitaremos de nuevo a los que en verdad saben. Y entonces, otra vez, nos haremos dueños de su saber pero no de su sacrificio.
Seguramente a esta altura Ud. ya se habrá dado cuenta que sin sacrificio no se puede saber de nada. Quizás sea este el momento apropiado para empezar a entender que la educación puede dejar de ser ese punto final de la charla de café, para pasar a formar parte del primer puesto de las soluciones a los problemas de nuestra sociedad, o sea iniciar la charla.
Se lo traigo más acá y concluyo. Quizás sea el tiempo de preguntarnos sobre las alarmantes cifras de deserción que arroja la escuela secundaria en Argentina.
Quizás sea la hora de plantear su crisis y dar lugar a un debate constructivo de un nuevo rol para la escuela, y principalmente la de educación media.
Tal vez, sea el momento de re-generar metodologías liberadoras de las increíbles capacidades creativas de nuestros jóvenes.
Habrá que imaginar y dar lugar a nuevas formas de encuentro con el mundo del trabajo y del conocimiento, dando paso a la creación de infinitas maneras de transformar la realidad.
Presiento el desafío y la oportunidad. Como trabajador de prensa, creo no estar errado, cuando imagino a la comunicación como un factor fundamental en ese proceso de liberación. Ojalá, dice Silvio. Ojalá, sueño yo.-
(*) Docente. Periodista. Vicedirector del Colegio “Patriarca San José” de la obra de los Jesuitas en San Miguel, provincia de Bs. As. Formó parte de diferentes proyectos de formación de jóvenes y dirigentes en espacios de gestión social del Conurbano Bonaerense.