Agencia La Oreja Que Piensa. Desde Locarno, Suiza. Por Sergio Ferrari(*)
Dos de las 17 películas de la competición de la 69na edición del Festival del Film de Locarno pertenecen a realizadores latinoamericanos: Las idea de un lago, de Milagros Mumenthaler (Argentina/Suiza) y Hermia & Helena, de Matías Piñeiro, ambos con una estrecha relación con este festival.
En 2014, Matías Piñeiro había exhibido, también en la carrera por el Leopardo de Oro, La princesa de Francia. “Me siento muy cómodo en presentar mis películas en festivales donde muestran los films que más me gustan. Habla de mi identificación con Locarno. De una suerte de complicidad en el concepto de lo creativo”, enfatiza Matías Piñeiro en su diálogo exclusivo con este corresponsal.
“Obsesión” shakesperiana
Retomando el hilo conductor de sus producciones anteriores, Matías Piñeiro no puede alejarse de las comedias de Shakespeare que constituyen una inspiración obligada. Dos de los personajes de “Sueño de una Noche de Verano” le aportan el título a su film.
En el que, Camila – excelente actuación de Agustina Muñoz-, una joven realizadora de teatro gana una beca. Deja Buenos Aires para instalarse en Nueva York, participar así en una residencia de artistas y realizar su proyecto: la traducción española de la citada obra de Shakespeare.
El marco cerrado y poco creativo del instituto en el que estudia no facilita su interés por avanzar en su proyecto. Camila se abre así al rencuentro – cuando no búsqueda- de amores; a nuevas aventuras personales; e incluso a confrontarse con las trazas de su padre al que conocía solo de nombre.
Toda esta explosión existencial sin olvidar su familia, sus amigos y el novio que dejó antes de partir para los Estados Unidos.
Una ida y vuelta permanente entre presente y pasado cercano. Entre Nueva York y Buenos Aires. Sin cortes abruptos, ni aviones, ni aeropuertos. Y donde la intersección – o largas transiciones- entre las dos realidades, que no terminan de diferenciarse totalmente, se la da la plástica de la imagen que une y conecta estaciones de metros, puentes norteamericanos y arboladas avenidas porteñas.
Locarno
“Mi vuelta a Locarno, con mi nueva película, tiene una gran significación. Para mí no se trata de ir una vez a un festival y dar por terminada la relación. Al contrario, me place enormemente volver y seguir mostrando lo que produzco”, enfatiza Matías Piñeiro, quien reside desde hace cinco años en Nueva York.
Para Piñeiro la fidelidad hacia el escenario donde presentar sus obras no es más que una prolongación de la fidelidad hacia su propia producción. “Me sigue entusiasmando volver a las comedias de Shakespeare como inspiración y, en particular, a los roles femeninos de las mismas”. Un solo intento no es suficiente, subraya. Las experiencias son múltiples. “Para mí con una sola vez no me alcanza”.
Temática de sus filmes; relación con ciertos festivales como Locarno: “es como una relación de amor. No porque uno bese una vez no va a besar más. Al contrario, los siguientes podrán diferentes, más o menos apasionados, pero siempre significativos. No se trata de llenar un álbum de figuritas una vez y listo…seguirán otros y otros”.
En ese sentido, “Locarno expresa para mí, la convicción, la creencia, en un tipo de cine con el cual me identifico. Y la vuelta aquí significa reforzar una relación. Es como un sentimiento”, reflexiona.
Fidelidad que se manifiesta también en el tipo de producción que presenta en esta edición 69 del más internacional de los festivales helvéticos. “Es una producción barata (en torno a los cien mil dólares como inversión directa). Tengo ideas modestas de filmes. No me interesa filmar caro. Tener más presupuesto tal vez condicionaría mi propia esencia de realizador”, enfatiza.
Y subraya lo que para él constituye lo esencial: “juntarme con personas muy talentosas. Y hablo de mis actrices y actores. Y no olvido a mis productoras y fotógrafos, sonidistas… Todos somos partes esenciales de esta construcción que se lanza, se abre, y no termina nunca de desplegarse”.
El desarraigo
La temática de Hermia & Helena, en concreto la distancia de dos realidades y la diferencia de los contextos de vida, no dejan de transmitir ciertas facetas de la propia existencia actual del realizador. Piñeiro a los 29 años decidió radicarse en Nueva York por diversas razones personales.
¿Una especie de auto-exilio?, preguntamos. “No, para nada. El exilio es una palabra muy fuerte, muy dura, enorme, trágica. No es mi caso. Salí por cuestiones más simples y agradables”, enfatiza.
Lo asocio, sigue explicando, mucho más a “una mudanza temporaria”. Y rescata el valor existencial de “sentirse un poco nómade, o mejor dicho sentirse en dos lados: uno, el eterno, el de Buenos Aires, los amigos, la familia. El otro, en un país que no es el tuyo, diferente. Interesante de vivirlo en tanto extranjero. Produce una pulsión, me da una energía particular”.
Sin embargo para Piñeiro, el referente existencial es claro. “No me puedo pensar sin Argentina. Es imposible”.
Argentina
Ferviente convencido de un cine diferente, independiente, sin marcos institucionales ni agendas impuestas, Matías Piñeiro aboga por una política cinematográfica amplia. “Que incluya las diversidades. Que acepte los diversos tipos de producción”.
Eso sería la clave para una correcta política cultural, que de espacio a la multiplicidad. A las grandes producciones, pero también a las medianas y a las pequeñas, e incluso, dentro de éstas, aquellas que no se adecuen a los tiempos oficiales.
En síntesis: “una óptica cultural progresista e inclusiva. Todo lo contrario de conservadora”, subraya.
¿Visión de cultura que se corresponde con su percepción política sobre lo que vive actualmente su país? “¡Y…, sí… La situación política actual en Argentina es complicada. Muy preocupante. Debemos estar alertas. Informándonos correctamente. Desintoxicándonos…!”, concluye.
(*)Sergio Ferrari, en colaboración con swissinfo.ch