Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Darío Villegas (*)
Hay una luna en los charcos
Donde estos cuerpos cansados
Se dibujan el miedo presente.
Con mañanas pequeños, agudos, rapaces
Delineando perspectivas filosas
Prefiriendo alimentarse de estas carnes
Hasta el hueso del alma
Riachos mínimos,
delicada inmundicia
Por donde se desangra el vientre maldito
De esta urbanidad a medias
Que no sabe de utopías
Pero reniega de ellas
Hasta robarnos las alas
Hay una luna en los charcos
Juntando cansancio,
Estío,
Maldita locura
Con bocas rotas de llanto
El olvido silencioso
Doblándose sobre los cuerpos
Para quebrarlos en el siempre
La peste cotidiana estirando la muerte
Hasta romperla
Arrancándonos los ríos internos para fermentarlos
De mala rutina
De ciegas y estériles luminarias
De ciudad postiza
Hay una luna aquí en los charcos
Donde el agua ya no canta
Porque tiene sabor a encierro
A muerte boca abajo
A ciudadela difunta
A espíritu asesinado
En lo negro del barro cívico
Ese gusto a pisada herida
A rumbo cansado
A pibe con hambre
Pero con rabu enserio
perpetuo,
deformante,
asesino.
Un montón de lágrimas
Que penden de cuencos vacíos
Donde el fuego perdió la mirada
Y ya no es milagro que sana
Ni sabe de viento y pájaro
Y color de cielo en octubre
Con pájaros de luz,
Y cada luz.
Agua que perdió el curso,
Su brillo de estrella,
Corriendo a mojarse esa escueta sonrisa
En labios del alma.
Pero a pesar del miedo,
Los rostros helados de vigilia
Con su hielo negro,
Durante vidas lineales.
Tiene luna antes del alba.
(*) Docente, Periodista y músico.