Agencia La Oreja Que Piensa. Por Fernando Lorenzo (*) (ANSA) –
DOHA, 19 NOV - "Arabe, gay e inmigrante", dijo sentirse el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, antes de ponerse en marcha el primer Mundial de la historia en suelo árabe.
Conceptos que apuntan a la controversia que generó la sospechada elección de Qatar como organizador de la Copa en 2010 y a la situación de los derechos laborales y civiles en el país anfitrión.
Escenario que el fútbol, o al menos Infantino, prometen modificar a partir de este Mundial, aunque llevará tiempo, anticipa el ítalo-suizo que confirmó su postulación como único candidato en las elecciones que celebrará la FIFA en marzo.
Su reelección no dependerá del éxito de esta Copa que se jugará con temperaturas promedio de 35 grados centígrados en ocho estadios que contarán con lo último en tecnología y estarán ubicados a escasa distancia.
Escenarios construidos en tiempo récord que demandaron del aporte y la sangre de trabajadores inmigrantes, que triplicaron la mano de obra local y fueron sometidos a un régimen lindante con la esclavitud.
Así lo denunciaron organismos internacionales, según los cuales cerca de 6.500 los obreros murieron desde que Qatar resultó elegida como sede en aquella sospechada elección que consagró a Rusia como organizadora del Mundial 2018.
Pocos hubiesen apostado hoy por el país que preside Vladimir Putin de haberse sabido entonces que Rusia invadiría Ucrania, iniciando una escalada bélica de alcances impredecibles.
El fútbol no bastará para detener las bombas, aunque el de Qatar no es el primer Mundial en tiempos de guerra, ni el conflicto armado entre Rusia y Ucrania el único vigente.
Siria es un ejemplo, aunque no concite la atención a horas del inicio de una Copa que a lo largo de la historia sólo se interrumpió al estallar la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Italia la alzó en 1938, gobernaba Benito Mussolini y España se desangraba en una guerra civil (1936-39) que dejó unas 700 mil víctimas.
El Mundial de Brasil 1950 coincidió con el inicio de la Guerra de Corea (casi tres millones de muertos) y la Guerra de Vietnam (1955-75) dejó millones de fallecidos y abarcó las celebradas en Inglaterra 1966, México 1970 y Alemania 1974.
España 1982 se disputó cuando concluía la guerra entre Argentina y Gran Bretaña en las Islas Malvinas, derrota que signó el final de la sangrienta dictadura que albergó la Copa del Mundo de 1978 y celebró mientras se secuestraba, torturaba y desaparecían 30 mil ciudadanos.
Cuando la "albiceleste" repitió halago en México 86, Irán e Irak se enfrentaban con cientos de miles de víctimas y Estados Unidos organizó el Mundial de 1994 en medio de la guerra de los Balcanes tras la disolución de Yugoslavia.
Hoy, la pelota sigue rodando mientras las balas siguen matando en un mundo que parece encaminarse hacia la autodestrucción, como advirtió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
"Cooperar o morir" es la elección que tiene frente a sí la humanidad, dijo Guterres, al referirse no a las bombas sino a los efectos e un cambio climático potenciado por la crisis energética derivada de la guerra.
En ese contexto, que también anticipa la profundización de las hambrunas, la humanidad intentará disimular sus miserias cuando se inicie el Mundial y muchos vuelvan a "hablar de fútbol", como pretende Infantino.
Sí merece que le den la derecha cuando afirma que "antes de pretender dar lecciones de moral, los europeos deberíamos pedir perdón por lo que hemos hecho en el pasado".
Imposible no coincidir cuando destaca que "ninguna de las grandes empresas que ganan miles de millones de euros en Qatar incrementó los derechos laborales porque un cambio de legislación representa menores ganancias".
Cuestión a la que debería estar más atenta la FIFA cuando determina qué países y empresas deben beneficiarse con la organización de una Copa, como sucedió con Qatar, que con una inversión de 1700 millones de dólares ganará unos 9 mil millones, aunque eso no necesariamente repercutirá en la calidad de vida de sus ciudadanos.
"Business are business" suele decirse para justificar hasta lo injustificable y aplicaría al cambio de postura que adoptó la FIFA cuando designó a Qatar en desmedro de Estados Unidos, que también se postulaba para albergar este Mundial.
La gran potencia mundial, tocada en su orgullo, inició una investigación que terminó descabezando a la cúpula de la FIFA que presidía el suizo Josep Blatter, en 2015.
Blatter afirma que el golpe de timón lo terminó dando el entonces presidente de la UEFA, Michel Platini, quien como él respaldaba la candidatura estadounidense y terminó volcándose en favor de Qatar.
Fue tras un almuerzo que mantuvo a días de la elección (que consagró a Qatar por 14 votos contra ocho) con el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy y el actual emir qatarí, Tamim Ben Hamad Al Thani.
Francia sacó un enorme rédito del acuerdo, según recuerda el documental "Los hombres que vendieron la Copa del Mundo", basado en la investigación realizada por el "Sunday Times".
Blatter había prometido lealtad a Estados Unidos, pero según el mismo documental cambió su postura para asegurarse un último mandato al frente de la FIFA,.
Había asumido en 1998 como sucesor del brasileño Joao Havelange, quien solía jactarse de haber iniciado su gestión con apenas 20 dólares en las arcas de la FIFA y de dejarla con un patrimonio de 4 mil millones.
Havelange fue denunciado el periodista británico Andrew Jennings de haber comprado los votos para llegar a la presidencia (a través de Adidas, socio comercial de la FIFA) y de haber recibido sobornos del dictador argentino Jorge Rafael Videla a cambio de la sede del Mundial de 1978, El brasileño fue quien elevó a 16 a 32 selecciones el número de participantes en las Copas del Mundo y también el primero en fomentar el fútbol en Asia y en Africa.
Hasta esos años habría que remontarse para entender cuándo comenzó a gestarse la opción de Qatar como sede mundialista.
Con 2,8 millones de habitantes y escasa cultura futbolera, el emirato que creció gracias a sus recursos naturales (petróleo y gas) recibirá a 1,2 millones de visitantes durante un Mundial que se caracterizará por las polémicas, pero también por su eficiencia organizativa.
Qatar intentará demostrar que se puede jugar al fútbol incluso en medio del desierto, aunque eso demande derramar 10 mil litros diarios de agua (un bien preciado en estas condiciones climáticas) sólo para mantener el césped de sus faraónicos estadios. (ANSA).
(*( Periodista.
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