Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Guadalupe Podestá Cordero.
Algunas personas suelen interpretar que la colonización cultural está referida a contenidos artísticos, idiomáticos, a la adopción de costumbres, pero se olvidan que en todo esto existe el componente económico.
Desde siempre en nuestra patria se le ha abierto la puerta a las formas de vivir y ver de nuestros invasores, como si desde el hemisferio norte manara la verdad, la armonía, la belleza, en fin, la luz del espíritu. En ese proceso se desvalorizó lo propio, y de lo propio, lo más devaluado fue lo popular.
La colonización cultural es el más fino ariete que tiene de su lado el formateo ideológico.
Las fuerzas de dominación avanzan sobre nuestras vidas en formas liminales y subliminales, la forma liminal es la invasión física del territorio, la dominación monetaria, política y religiosa.
Estas formas se afianzarán con las maneras subliminales, sobre todo en la modernidad, en la que el juego será aún más cruel, porque, como alguna vez dije, en una nota anterior, ya no vienen sólo por el territorio, vienen por los deseos, por las pulsiones más profundas.
La cultura económica en la modernidad argentina estuvo dominada por el pensamiento neoliberal, en el qué, como diría una publicidad vieja de una tarjeta de crédito, “pertenecer tiene sus privilegios”.
Por la fiebre argentina por el dólar, fiebre que es más de clase media (de un sector de ella), que de las clases bajas, no nació en los ochenta, sino en los cincuenta.
La que popularmente se conoce como “Fusiladora” fue el resurgir del pensamiento pro yanqui, que había tenido una primera expresión netamente política en los cuarenta, de la mano de Spruil Braden y sus correrías con la Unión Democrática (y ojo que ya Sarmiento nos quería meter a Estados Unidos en el corazón a través de las docentes que trajo de allí).
Es a mediados de los cincuenta que se ponen de moda cierta manía de parecernos a ellos, incluso en la Patria Grande no sólo aquí, se adoptó el modismo de designarlos americanos (como se llaman a ellos mismos) como si el resto de nosotros hubiésemos habitado otro continente – aunque recuerden que tienen una “Serie Mundial” en la que participan ellos solos- de la mano de estas trampas lingüísticas vendrán costumbres copiadas, modas, pensamientos.
Si antes fue Francia, ahora es Estados Unidos.
Cuando en los fines de los sesenta y principios de los setenta, se da un resurgir del pensamiento nacional, no porque haya desaparecido sino porque se le quietaba espacio de difusión, renace el enfrentamiento entre dos matrices de pensamiento que se resumirá en una sola consigna “Liberación o Dependencia!” , claro que es bueno aclarar que muchos no se dieron cuenta de la profundidad de alcance de esta frase.
Llega la dictadura del 76 y aparece ese tipejo macabro, que con voz cornetosa hablará del fin de la intervención agobiante del estado, el que abrió la puerta a la importación indiscriminada, y con el comienza la ansiedad por el dólar, nace en las clases medias el ansia especulativa.
La bicicleta financiera fue la trampa perfecta para que los poderosos engrosen sus cuentas bancarias a costa del bolsillo, mientras que los que caían en la trampa se sentían los más vivos de los vivos, porque con verdes en los bolsillos iban a comprarse el mundo.
Entonces llega la fiebre de Miami, viajar a Disney, ir a que te vendan, porque aunque ellos pensaran que compraban les vendían, si, les vendían las burbujas económicas más fenomenales que puedan imaginarse.
Dólares, todo se compraba en dólares. Esta maldición aún no se ha roto.
Vivimos en una realidad donde una gran parte del sector comercial y empresarial cotiza lo que venden en dólares, aún hay personas públicas que no saben calcular en pesos.
Venimos de cuarenta años en los que aprender inglés era la llave del éxito, y si tenías dólares eras Gardel.
Muchos dirán “la moneda argentina siempre fue fluctuante e inestable”, a esos les pregunto, si todos se desesperan por comprar moneda extranjera ¿los desesperados no influyen en la fluctuación?
Con el atesoramiento en moneda extranjera pasa lo mismo que con la escases de combustible, digo, sale un buitre en la tele o la radio a decir “va a faltar combustible este fin de semana largo”, entonces salen en malón a cargar nafta, gasoil, gas o lo que sea, el resultado tres horas después es que ¡Falta combustible! Pero claro, si la reposición tarda, falta.
Con la moneda extranjera es igual, “aumenta el dólar blue” (que aunque lo quieran hacer azul es negro) y salen todos a comprar, porque sueñan con venderlos a más y hacer el negoción, pero nunca sucede eso.
Los dueños del mercado negro de divisas –bancos extranjeros incluidos- montaron una “timba” donde siempre gana la casa y el apostador sale con una mano atrás y otra adelante, no sin antes haber perjudicado la vida de muchos.
Porque sí mi amigo, lo que usted hace cuando especula, por chica que sea la cantidad, es en detrimento del colectivo que vive a su alrededor.
La especulación se ve primero en los precios, porque hay comerciantes que especulan con precios de productos que se relacionan tanto con el dólar como tengo yo posibilidades de orbitar usando el Sputnik.
Pero ¿por qué el dólar se vuelve un objeto de deseo? Porque muy en los profundo está impregnado el anhelo de ser como los poderosos que se ven en los medios.
Porque el pueblo no es rico, pero si alguien se puede parecer a los oligarcas en algo termina por elegirlo, porque la identidad, para esa persona pasa por cantar el himno argentino siguiendo una versión en CD que pagó u$s10 para que sea con estilo.
Porque aunque las prendas que se hacen aquí sean mejores no tienen el mismo olor a conteiner que las importadas, porque si puedo ir a Miami como cierta diva televisiva, entonces me parezco y ya no pertenezco a la negrada.
Yo sé que muchos se van a enojar al leer esto, y está bien que así sea, pero en el fondo espero que antes de enojarse, piensen como quieren ser, que quieren ser y cuando.
No estoy llamando a una visión cerrada de la vida, veo cine de todos lados, leo y escucho música de todo el mundo, pero a la hora de elegir donde quiero que vaya el fruto de mis esfuerzos elijo que se quede en el país, porque prefiero comprarle a un pequeño productor que a una megaempresa multinacional que fabrica esclavizando pueblos.
Porque sé que a la oligarquía le duele que nuestro gobierno vaya a la CELAC y no a Davos, porque CELAC es un foro nuestro, donde es crucial avanzar en la integración regional como un colectivo humano despojado de resquemores, para nosotros es tan importante porque implica otro avance en la identidad, en recordar que NO SOMOS LOS EUROPEOS de América Latina, pero el bicho aculturador abogará por Davos, porque nos quiere de rodillas y pidiendo las migajitas que nos quieran dar de lo que ya nos han robado.
Todo porque les parece que queda mejor, todo para emular a sus amos, los poderosos globales.
Quisiera cerrar con un relato que no me pertenece a mí sino a Eduardo Galeano, y que creo que nos puede servir para pensar un poco más en el tema:
La alienación 1
Allá en los años mozos, fui cajero de banco. Recuerdo, entre los clientes, a un fabricante de camisas. El gerente del banco le renovaba los préstamos por pura piedad. El pobre camisero vivía en perpetua zozobra. Sus camisas no estaban mal pero nadie las compraba. Una noche, el camisero fue visitado por un ángel. Al amanecer, cuando despertó, estaba iluminado. Se levantó de un salto. Lo primero que hizo fue cambiar el nombre de su empresa, que pasó a llamarse Uruguay Sociedad Anónima, patriótico título cuyas siglas son: U.S.A. Lo segundo que hizo fue pegar en los cuellos de sus camisas una etiqueta que decía, y no mentía: Made in U.S.A. Lo tercero que hizo fue vender camisas a lo loco. Y lo cuarto que hizo fue pagar lo que debía y ganar mucho dinero.
Notas:
1: Tomado de: El Libro de los Abrazos, Eduardo Galeano.