Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Maxi Quelle
Las diversas formas de integración regional que se observan en América Latina dan cuenta de los cambios de época y la necesidad de intensificar los lazos regionales con el fin de buscar alternativas que ayuden a superar los embates de las potencias mundiales en el continente.
La propuesta es analizar y reflexionar sobre las fortalezas, debilidades y desafíos que presenta la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) para llevar a cabo un Concejo de Políticas Comunicacionales y Culturales que permitan nuevas estrategias para intensificar la participación de los pueblos, a través de sus representantes políticos, tanto desde organizaciones político-sociales, como político-comunicacionales.
¿De qué forma la CELAC puede llevar a cabo la elaboración de diversos mecanismos institucionales correspondientes a la comunicación, la cultura y la información para mejorar la calidad de vida de los pueblos latinoamericanos y caribeños?
Esta propuesta se enmarca en un escenario de procesos políticos, económicos, sociales y culturales, donde la apuesta surgida al calor del siglo XXI que tuvieron los nuevos gobiernos latinoamericanos[1] –principalmente con la histórica asunción de Evo Morales al gobierno boliviano en 2005 (primer presidente descendiente de una comunidad originaria) y su sueño de la Patria Grande- marcaron el quiebre de una histórica. y no suprimida aún, dependencia y subordinación hacia las políticas económicas del Consenso de Washington, encuadradas bajo la lógica del neoliberalismo, definiendo este concepto como “la liberación creciente y generalizada de las actividades económicas, abarcando la producción, distribución, cambio y consumo […]
En este sentido, el poder estatal es liberado de cualquier emprendimiento económico o social que pueda interesar al capital nacional y transnacional. [Y] lo que está en cuestión es la búsqueda de una mayor y creciente productividad, competitividad y rentabilidad, considerando los mercados nacionales, regionales y mundiales”[2].
La crisis del modelo dominante de los años noventa dio paso a la implantación de uno nuevo, el cual supone la reinstalación de conceptos centrales como la recuperación del rol del Estado y la política pública como principal instrumento para alcanzar el desarrollo con inclusión social[3]; dentro de un marco de mayor autonomía y articulación entre los Estados nacionales de América Latina y el Caribe.
En este sentido, consideramos necesario instalar el debate sobre cuál es el mejor modelo de desarrollo comunicacional estratégico, partiendo de la premisa que tanto la integración regional como la cooperación constituyen estrategias centrales para promover el desarrollo económico y social.
Entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, las industrias de los medios de comunicación y las telecomunicaciones se convirtieron en los principales actores políticos y económicos fomentando, incluso, la no-participación del Estado nacional en la actividad económica de los países, y legitimando un modelo de acumulación ajeno a las necesidades de las mayorías sociales.
Por consiguiente, con la llegada de los nuevos gobiernos populares-progresistas, comenzó una nueva disputa por la hegemonía económico-cultural en el terreno de la comunicación, donde las empresas mediáticas –en su afán de esgrimir los mismos intereses que los grandes grupos económicos- consolidaron un contrapoder alzándose como una voz hegemónica.
De acuerdo con Dênis de Moraes (2011), en una época de mercantilización acelerada, economías globalizadas y digitalización, se vuelve estratégico el papel de los sistemas de comunicación en la vida socioeconómica y política, tanto para la consolidación o la reversión de consensos como también para la soberanía nacional, el desarrollo cultural, la integración regional y la cooperación internacional.
La importancia de la integración latinoamericana en el campo comunicacional
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños fue creada formalmente el 23 de febrero de 2010 en la XXI Cumbre de Río[4], con el objetivo de conformarse como el primer bloque regional sin la presencia de Estados Unidos ni Canadá.
El respeto a la soberanía, la integridad territorial, la no injerencia y la protección de los derechos humanos y democráticos forman parte de sus principios. El principal objetivo de este organismo es construir la integración de los países latinoamericanos.
Las experiencias de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la incorporación histórica de Venezuela en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) determinaron la decisión política en común de los gobiernos latinoamericanos y caribeños de reafirmar el liderazgo político que Hugo Chávez había logrado para la región, siempre buscando materializar el sueño de la unidad latinoamericana.
A su vez, la CELAC nace de la iniciativa hermanada de otro organismo subregional: el Grupo de Río, que desde su creación en 1986 fue ampliándose hasta abarcar a las naciones latinoamericanas y caribeñas.
En lo que respecta al campo comunicacional y al valor estratégico de las políticas públicas de comunicación para la región, de acuerdo con Martín Becerra, “desde el punto de vista conceptual, el estudio de las políticas de comunicación involucra el análisis de las iniciativas en lo concerniente al amplio conjunto de actividades de información, comunicación y cultura […] ya que se necesita disponer de recursos y medios con los cuales puedan cambiar una situación y generar resultados en un período de tiempo determinado”[5].
Sin dudas, el panorama futuro de la CELAC en el terreno comunicacional es inconcluso, sobre todo frente a los fracasos políticos en materia de integración que tuvieron la Cumbre de América Latina y el Caribe (CALC) y el Grupo de Río.
La consolidación del espacio público latinoamericano, después de décadas de sometimiento al neoliberalismo que culminó en un vaciamiento de los poderes del Estado, la privatización desenfrenada y la concentración mediática, son los factores que conllevan a una discusión de carácter interdisciplinario.
Por todo esto, es necesario mirar a la CELAC como una organización cuyos protagonistas en el Estado y el sector público movilicen los instrumentos de la democracia en contra de las apropiaciones simbólicas mediante los valores mercantiles.
Los estados latinoamericanos tienen que ser los principales actores políticos en asegurar las condiciones igualitarias, en términos de acceso y contrapoder hegemónico, para que haya equilibrio en las posibilidades de actuación de los sectores involucrados (estatal, público y privado).
[1] Luís Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil (2002 y 2010); Néstor y Cristina Kirchner en Argentina (2003 y 2007); Tabaré Vázquez y José Mujica en Uruguay (2004 y 2010); Hugo Chávez en Venezuela (1998); Michelle Bachelet en Chile (2005); Rafael Correa en Ecuador (2006); Daniel Ortega en Nicaragua (2006), Fernando Lugo en Paraguay (2008) y Mauricio Funes en El Salvador (2009).
[2] Ianni, 2004.
[3] Es interesante tomar como referencia al Nuevo Modelo Económico, Social y Productivo elaborado por el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas del Estado Plurinacional de Bolivia.
[4] “América Latina se sacude la tutela de EEUU y Europa al crear la Celac”, 3/12/2011, Público (España)
[5] Becerra, Martín. “Mutaciones en la superficie y cambios estructurales. América Latina en el Parnaso informacional”, en Moraes, Dênis de (comp.), Mutaciones de lo visible: comunicación y procesos culturales en la era digital, Buenos Aires, Paidós, 2010, pp. 81-112.