Agencia La Oreja Que Piensa. Febrero 2015
Un sentimiento de indignación calentó la sangre de millones de mujeres y hombres venezolanos cuando al promediar su informe a la Asamblea Nacional, el 21 de enero, el presidente Nicolás Maduro mostró dos breves videos (http://bit.ly/1y3AlF0).
Allí se pudo ver la conspiración en su rostro más brutal. En ese momento los protagonistas de la filmación secreta estaban ya detenidos. Pero apenas horas antes, se jactaban de un plan al que consideraban genial: enviar provocadores a las colas y lograr que la Guardia Nacional reprimiera a la gente que soportaba interminables esperas para hacer sus compras.
La maniobra de acaparamiento y desabastecimiento se prolongaba así con una medida que, en la mente enfebrecida de algunos opositores, culminaría con un estallido social y el derrocamiento del Gobierno.
En varios países de América Latina órganos de prensa venal anunciaban esas “sublevaciones populares” contra la Revolución. Un porcentaje considerable de la opinión pública no informada creyó que, en efecto, el pueblo se levantaba contra Maduro, a causa de la escasez de productos de primera necesidad.
Paralelamente, la oposición convocaba a marchas de protesta, anunciaba guarimbas y llamaba a un paro general para el 12 de enero. Una agencia con sede en Miami anunciaba que Maduro, quien realizaba una extensa gira en defensa de los precios del petróleo y la continuidad de los planes económicos para 2015, no volvería al país.
De manera simétrica, autores más o menos conocidos supuestamente enrolados en las filas chavistas multiplicaban quejumbrosas denuncias de diferente contenido: “Maduro debe aplicar urgentes medidas de ajuste para recuperar el funcionamiento del mercado”; o, a la inversa: “Maduro se apronta a lanzar un paquetazo antipopular”. Otros, con tono plañidero, anunciaban el irremediable final de la Revolución.
El desabastecimiento provocado por una redoblada guerra económica y las penurias provocadas daban lugar a un creciente malestar en sectores de la población, incluso en las filas chavistas y partidarios del gobierno.
El acaparamiento y la labor de zapa estaban logrando éxitos en un aspecto inicial de la ofensiva redoblada apenas comenzado el año.
Mientras tanto el conjunto del Gobierno multiplicaba su accionar en todas las áreas para contrarrestar la embestida opositora en el terreno económico, a la vez que el Psuv movilizaba a sus filas con propuestas de enérgica acción para explicar a las masas la causa de la situación y organizarlas para la resistencia.
El saldo está a la vista: el paro no existió; las guarimbas se redujeron a minúsculos grupos incapaces de concitar apoyo y se extinguieron de inmediato; los conspiradores fueron neutralizados.
Pero Nicolás Maduro regresó. Una multitud convocada por el Psuv fue a esperar al Presidente al aeropuerto de La Guaira y lo acompañó hasta Miraflores. Allí hubo un acto que, de por sí, limpió la cargada atmósfera social y política que abrumaba al país.
Una victoria más de la Revolución Socialista Bolivariana. Y una nueva etapa de lucha, inaugurada por el Presidente en su mensaje a la Asamblea, con la afirmación de una política chavista –es decir, revolucionaria– que no cede en el empeño de la transición anticapitalista.
Por delante queda la inexorable continuidad del accionar golpista y el desafío de vencer en la batalla por la producción eficiente y multiplicada.