El 13 de octubre se cumplieron 34 años de que el Comité Nobel otorgara a Adolfo Pérez Esquivel el máximo galardón que puede recibir un ser humano: el Premio Nobel de la Paz.
La Oreja Que Piensa considera de suma importancia revivir ese momento por que se siente orgullosa de tener un Premio Nobel en su equipo de redacción.
Reproducimos párrafos del libro “una gota de tiempo” escrito en el año 1996 por el presidente del SERPAJ (Servicio Paz y Justicia, protagonista de esos acontecimientos.
Por Adolfo Pérez Esquivel.
¿Desde donde compartir este hacer memoria? ¿Desde el pasado, retomando los caminos o comenzar desde ese momento que señala una etapa decisiva de la lucha popular contra la dictadura militar?
Hay etapas, situaciones que en determinadas circunstancias adquieren resonancia y significado en la vida de los pueblos.
Uno de ellos es cuando me otorgaron el Premio Nobel de la Paz como un reconocimiento, no a una persona, sino a la lucha por los derechos humanos en la Argentina y en toda América Latina. Siempre hay un antes y un después, hay que partir de algún punto.
No se, no lo había pensado, hasta que una amiga me sugirió comenzar desde ese momento.
No es fácil, sin embargo lo intentare. Las vivencias han sido muchas y las experiencias y conflictos se fueron acentuando día a día, como también las riquezas de las organizaciones populares, los organismos de derechos humanos, los sectores cristianos, los movimientos de resistencia a las dictaduras que asolaban prácticamente a todo el continente, sus esperanzas, luchas y alegrías.
Fue el 13 de octubre de 1980, cuando me llama Amanda, mi esposa por teléfono, para decirme que la embajada de Noruega quería que fuera urgentemente. Pensé que era por las denuncias que habíamos hecho sobre violaciones a los derechos humanos y que regularmente enviábamos.
Me dirigí hacia allí y, para sorpresa mía y de muchos, me anunciaban que el Comité Nobel me había otorgado el Premio Nobel de la Paz.
Fue un impacto muy grande, a pesar de que sabia que durante tres años se había presentado mi candidatura y lo primero que surgió en mi interior fue la sensación de que ese reconocimiento no estaba dirigido a una persona, que no podía aceptarlo a titulo personal, sino en nombre de todos los pueblos de esta America Latina, de este continente Abya Yala, de esos miles de hombres y mujeres que comparten la vida y la lucha por la dignidad y la libertad, en particular de los mas pobres y necesitados, los indígenas, los negros, los religiosos, los campesinos y trabajadores industriales.
Tantos años de lucha, de persecuciones, de cárceles sufridas por miles de hermanos y hermanas de este continente tenían un reconocimiento, una reparación a su coraje y dignidad.
Fue un duro golpe para el gobierno. Tardo 36 horas en reaccionar y en lugar de reconocer los errores cometidos, salio furioso a atacar al Comité Nobel, tratando de buscar pretextos y ataques a mi persona, reforzando la censura, prohibiendo que la noticia se difundiera.
Un sequito obsecuente de periodistas en muchos medios de comunicación se sumaba a las voces de los dictadores.
Personeros diversos, los llamados analistas políticos, vociferaban durante días que le habían otorgado el Premio Nobel a un terrorista que había estado preso.
Aquel día en todas las prisiones del país, cuando se difundió la noticia, los presos políticos estallaron en un gran júbilo de alegría y solidaridad, porque aquello demostraba que no todo estaba perdido.
Fueron castigados por la guardia penitenciaria, pero, ¡que importaba!
El detonante estaba en marcha. La conciencia internacional ponía sus ojos sobre la Argentina y sobre todo el continente, sobre la situación de los derechos humanos, sobre las atroces violaciones, los miles de desaparecidos, los muertos, los torturados.
Se nos habría una plataforma internacional, llevar la voz de los pueblos, mostrar al mundo que necesitábamos su solidaridad y su apoyo para recuperar la libertad y la vida democrática.
A los pocos días intentaron asesinarme dos personas de los Servicios de Inteligencia del Estado. Fue en la esquina de nuestra sede, en las calles México y Bolívar; nos salvamos gracias a un taxi que se cruzo y no pudieron disparar.
Nunca supe quien fue el chofer de ese taxi que salvo mi vida y la de mi hijo, pero siempre le quedare agradecido a todos los “tacheros”.
A partir de aquellos los acontecimientos se precipitaron. Los aliados de la dictadura utilizaron todos los medios a su alcance para afirmar que le habían otorgado el Premio Nobel a un desconocido y que ello obedecía a una acción política en contra del gobierno militar.
Hubo protestas, y algunos de los manipuladores de los medios de comunicación no escatimaron esfuerzos para atacarme y poder demostrar que nosotros solo defendíamos a los “subversivos”, olvidándose que en su momento comenzamos acciones y ayunos por los hechos de la guerrilla: el secuestro y asesinato del General Pedro Eugenio Aramburu, el del directivo de la Fiat, Oberdan Sallustro, del Coronel Larrabure y del asesinato del Capitán Omar Viola y su pequeña hija, entre otras muchas protestas que iniciamos en defensa de la vida y del derecho a la justicia para todos.
Mas allá de si estábamos o no de acuerdo con sus posiciones ideológicas.
Denunciamos las aberraciones cometidas por la dictadura militar argentina, así como las de otras dictaduras en los demás países del continente.
El gobierno de facto y sus aliados podían controlar la situación interna a traves del terror y la persecución sistemática, pero les era imposible hacerlo a nivel internacional.
Se había generado una red solidaria en el mundo.
Las denuncias y acciones en diversos países ponían en serias dificultades a los militares que durante el mundial de futbol sacaron el eslogan “Los argentinos somos derechos y humanos”.
Uno de los ideólogos mas destacados era Mariano Grondona y el pregonero, el relator deportivo José María Muñoz quien gritaba: “Goooooooolll…goooooll…Los argentinos somos derechos y humanos….goooooll…”
Recuerdo que entre los periodistas que llegaron ese día 13 de octubre a la vieja casona de la calle México, uno me dijo.”Esquivel…teníamos todo preparado para Borges, pero…a falta de Borges…”, porque este escritor era candidato aquel año para el Premio Nobel de Literatura.
Otro publico un reportaje que me hiciera sobre la Paz y el Deporte, y lamento que tuviera que salir del país rumbo a España después de las persecuciones y amenazas recibidas.
La revista Newsweek publico un largo artículo y su edición fue secuestrada de los kioscos por el ejército. Los medios eran censurados y algunos personajes como Grondona y Neustad, pregonaban insistentemente loas al gobierno de la dictadura y todo tipo de ataques contra mi persona y contra los organismos de derechos humanos.
Ese era el clima de terror que vivíamos. Y estos periodistas hoy hablan de democracia y de las bondades de la misma.
Mi designación como Premio Nobel abrió las compuertas para acciones multiplicadoras y fortaleció la lucha de los organismos de derechos humanos, a pesar de dificultades y situaciones dolorosas como la declaración de sacara la Conferencia episcopal Argentina para tomar distancia y evitar la identificación y los equívocos, aclarando que la Comisión Episcopal Justicia y Paz no tenia nada que ver con el Servicio Paz y Justicia en America Latina, cierto por otra parte, ya que el SERPAJ es ecuménico y laico. Digo doloroso por que guardo silencio sobre lo que le estaba ocurriendo al pueblo.
Trataban de confundir de cualquier manera. Se dijo que yo era brasileño, que era paraguayo. En contraposición a este manejo de la dictadura y sus aliados, hubo actitudes dignas como la deL monseñor Justo Laguna, Obispo de Morón, y la de Monseñor Jaime de Nevares, Obispo de Neuquén.
También en otras comunidades religiosas, en las iglesias Evangélicas, el Obispo Carlos Gattinoni, el Obispo Federico Pagura y los Pasionistas, el padre Richard, allí la casa de Nazareth, en la Facultad Teológica Evangélica, en el ISEDET.
Fueron lugares casi los únicos, abiertos a la solidaridad. En los momentos más terribles de la persecución por la dictadura, sus puertas siempre estuvieron abiertas, demostrando coherencia y dignidad en su compromiso como cristianos.
Entonces hacia poco tiempo que me habían levantado la libertad vigilada de 14 meses, después de haber pasado otros tantos en la prisión de La Plata, la U9.
El sistema se estaba resquebrajando, pero aun era fuerte y se hacia sentir en toda su violencia, como omnipotentes señores de la vida y la muerte de cada ciudadano.