Agencia La Oreja Que Piensa. Nov 2014. Por Lidia Fagale (*)
La genealogía artística de Liliana Rago está, -así lo denotan sus pinturas y dibujos- íntimamente vinculada a la cultura del Tango como experiencia de vida, donde han crecido junto a ella sus musas inspiradoras, los barrios, los puentes, el ruido del tren, los inmigrantes, el río, los personajes de la noche, el olor de los los jazmines, el roce, el placer, la seducción que transpira el que danza tango, el poeta que escribe tango, el artista que lo pinta, como Liliana, en esa encrucijada donde se juegan todos los sentidos y nos los devuelve para un nuevo goce.
Sus pinceles son verdaderos atrapadores de aquello que no se ve a simple vista. Hay que sentir sus obras, donde la proximidad de los cuerpos se convierte en un remedio para la soledad, la traición o la alegría.
Uno, quien mira, tiene la libertad de inventar una historia. La misma libertad a la que nos invita Liliana para recrear la síntesis de una situación puntual representada en
sus telas .
En tal caso, el amor, la tragedia, la felicidad, la soledad nos hablan de situaciones que pueden estar Aquí o Allá, la diferencia, quizás esté en el pentagrama que Liliana elige para mostrar sentimientos profundamente humanos.
Y ese lenguaje nombra al tango en cada trazo. Esa es su música y nos invita a que sea nuestra en cada obra.
(*) Periodista.