Agencia La Oreja Que Piensa. Por Manuel Cabieses Donoso. Noviembre 2019
“La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por el oprimido”.
(MARTIN LUTHER KING)
En lenguaje corriente de los chilenos “quitarle el poto a la jeringa” significa eludir un problema, evadir una responsabilidad, no asumir un deber. Es lo que hace en estos días, muerta de miedo, la oligarquía que nos gobierna.
Llevamos más de tres semanas de insurrección pacífica sin que ningún factor político o mediático, se atreva a decir su nombre y reconocerla como tal… Para los mandones civiles sólo se trata de una “crisis” o “estallido” social. Algo pasajero y manejable. Le quitan el poto a la jeringa e intentan -como siempre- salvar la contingencia repartiendo unas cuantas migajas.
El prolongado “estallido” enfrenta sin retrocesos y con mucho valor una cruel represión e ignora las piruetas demagógicas de la “clase política”. El “estallido” no se anda con chicas. Exige la renuncia del presidente de la República, la abolición del modelo neoliberal y derrocar las instituciones mediante una Asamblea Constituyente que dote al país de una nueva Constitución Política.
Bajo presión del pueblo el gobierno y el Congreso comienzan a ceder. Se muestran dispuestos a permitir algunas reformas constitucionales superficiales. Pero lo hacen quitándole el poto a la jeringa, o sea a la convocatoria de la Asamblea Constituyente que cuenta con 87% de respaldo popular.
La “clase política” y los medios de comunicación que controla la oligarquía han desatado una campaña del terror para desalentar la protesta. Los incendios y saqueos -algunos muy sospechosos- le sirven a ese objeto. Los medianos, pequeños y micro empresarios, cuyos intereses son parte del movimiento, reciben el peso del mensaje de terror.
Esta táctica de guerra sicológica oculta el gran saqueo histórico de Chile. El economista Orlando Caputo, ex gerente de Codelco, compara el costo del programa social ofrecido por el presidente Piñera (1.200 millones de dólares) con los 13.780 millones de dólares de ganancias que el 2018 obtuvieron las grandes mineras privadas, principalmente extranjeras, que explotan el cobre chileno. Orlando Caputo sostiene con toda razón: “La desnacionalización del cobre, es el robo a Chile del siglo XX y XXI”. (1)
El saqueo reina en todas las instancias de la economía de mercado. Las AFP, cuya eliminación es una de las demandas más importantes del movimiento, reconocen que sus utilidades en el primer trimestre de este año alcanzaron a 196 millones de dólares, un incremento del 100%.
Compañías extranjeras como Provida, filial en Chile del gigante norteamericano de los seguros Metropolitan Life Insurance Co., se hacen el pino con la miseria de los pensionados. El drama de los ancianos jubilados es una lacra horrible de la realidad social del país.
A su vez los bancos confiesan ganancias por 2.200 millones de dólares entre enero y julio de este año. Las inmobiliarias -que disputan centímetro a centímetro el suelo de Santiago y otras ciudades-, las clínicas y universidades privadas y las cadenas de súper mercados, también hacen utilidades de película.
Este deslumbrante desfile de millones de dólares, no consigue esconder que el modelo neoliberal está reventado. Lo vaticinó la OCDE el año pasado cuando informó que Chile es uno de los países con peores salarios y empleos más precarios.
Nuestro país permanece atado a un modelo que le impide desarrollarse. Está prisionero en garras del capital financiero. El economista Roberto Pizarro apunta a la necesaria diversificación de la estructura productiva y de las exportaciones.
El ex ministro de Planificación afirma que “de cada 100 dólares que el país vende al mercado global, 90 dólares son materias primas en bruto o con escasa transformación, provenientes de los sectores mineros, forestal, pesca y agricultura”. (2)
La oligarquía y su brutal método de explotación del capital humano, ha provocado la crisis que hoy hace temblar los cimientos de la institucionalidad. Estamos viviendo lo que describió Karl Marx: “La necesidad es ciega hasta que se vuelve consciente. La libertad es la conciencia de la necesidad”.
La de Chile es una economía de bisutería. 28 millones de celulares y 5 millones y medio de automóviles encubren salarios de 300 lucas y pensiones de 120 y aún menos.
Casi 5 mil millones de dólares se despilfarraron el año pasado en la compra de autos. Mientras los hospitales públicos carecen de insumos elementales para atender a los pacientes cuyas esperas pueden durar años.
Estas son las magnitudes del saqueo que sufre Chile. Es tiempo de enterrar el viejo orden para construir, unidos, una sociedad de iguales.
“Las ganancias de la minería privada en Chile”,
(2) “Chile: otra vez el desarrollo frustrado”