Agencia La Oreja Que Piensa. Por Lidia Fagale (*).
En el Medía Party Production versión 2017 que tuvo lugar en el Centro Cultural Konex durante tres días, 2500 personas escucharon a 24 expertos en innovaciones tecnológicas aplicadas y desarrolladas para los grandes medios en tránsito o ya procesados en su versión digital, participaron de 50 charlas relámpago, 60 workshop y se presentaron proyectos que van desde programas experimentales para leer el subconsciente, con el objetivo de controlar en un futuro inmediato nuestro entorno, los objetos y los movimientos por el sólo hecho de pensar, traducir los estados de ánimo de candidatos, crear colectivamente un documental en 360 para contar historias de manera más ágil e interactiva con tecnología inmersiva y llevar al espectador al lugar de los hechos, estar allí en medio de la escena, entre otras iniciativas que rodearon el objetivo del encuentro , bajo el lema “reiniciando el periodismo” donde el combate contra las noticias falsas fue uno de los ejes centrales junto a la innovación tecnológica, las nuevas versiones de los medios de comunicación y el periodismo de datos.
Se suma, la tarea de desentrañar el lenguaje críptico que menciona la incidencia cotidiana de los dispositivos tecnológicos y sus aplicaciones. La nueva arma que intenta combatir en épocas de post verdad, las noticias falsas (o fake news) en los medios, que crea archivos con la colaboración colectiva de periodistas, ingenieros, programadores, para allanarle el camino al periodismo de datos, que investiga y analiza en profundidad grandes volúmenes de información, que utiliza la visualización interactiva, incorporando al programador al equipo periodístico para desarrollar tareas que van desde la extracción de datos y su depuración hasta el diseño de aplicaciones de noticias. Experiencias que buscan ágiles plataformas de participación interna de los equipos como externa para una mejor relación con los lectores con el objetivo de resarcir la pérdida de credibilidad. O la creación de programas para sistematizar la interacción entre periodistas y lectores para aprovechar este vínculo como insumo de información para los diarios y aumentar el número de suscripciones y la calidad del servicio.
Pero también, desde una posición menos dominante existen experiencias mediáticas que aplican nuevos algoritmos para nuevas formas de resistencia virtual o mejores alternativas para narrar historias que tratan de abrirse camino en el corazón y la naturaleza de la sociedad del control y del consumo, sumando canales de participación para la producción de contenidos. Propuestas que muchas veces dependen del ingenio y de los pocos recursos a los que acceden sean tecnológicos o económicos. De esta realidad se habló y se mostró poco.
Para Ed Bice, fundador de una compañía de tecnología social y uno de los conferencistas del Media Party el desafío se centra “en estructurar indicadores de verdad y aunque esto conlleva algunos peligros advierte, busca y recomienda un modelo que permita que cualquier número de escrituras en el esquema también cuente con una profundidad sin límites al chequeo o al informe de verificación.”
En tanto, la mayoría de los periodistas y comunicadores sociales están muy lejos de acceder al conocimiento para la edición periodística sobre la base algoritmos, realidad que impone reflexionar en torno a la relación crítica entre verdad y tecnología. “Nos encontramos en medio de diversas, veloces y confusas batallas entre la verdad y la mentira. Y la experiencia nos va orientando a confirmarnos diariamente una disminución del valor de la verdad o ser considerada, directamente un valor en extinción”, reflexionaba la UTPBA en el marco del XII Congreso de la Felap.
Por su parte, otro de los conferencistas del Media Party, Jonathan Albright, director del Centro Tow de Periodismo
Digital de la Universidad de Columbia, señalaba el protagonismo que las corporaciones tienen en los gobiernos y la conexión que existe entre los intereses de estos conglomerados multinacionales y los medios de comunicación. Una salida sería, sostiene, “que la ciudadanía sepa de antemano quien está diciendo qué cosa”. El desafío no es sencillo, ante la incapacidad de saber de antemano por parte de la ciudadanía quienes construyen “verdades” asociadas a sus intereses. Para Albright “es un problema que interrumpe nuestros procesos democráticos”. Ya no se trata sólo de las propias organizaciones que construyen narrativas a la medida de sus intereses, advierte, sino “de las tecnologías, los algoritmos que se utilizan para impulsar, filtrar, imponer sistemáticamente que es creíble o importante y veraz.”
Creación de espacios colaborativos y productivos de proyectos, que enuncian nuevas formas de organización. Un mundo, donde el territorio virtual es interpelado por distintos algoritmos, ese grupo finito de operaciones organizadas de manera lógica y ordenada que permite solucionar un determinado problema, crearlo, ocultarlo o tergiversarlo.
La lucha entre innovación técnica con objetivos y buena narrativa sostenida en datos ciertos y verificables se enfrenta a lo que el Media Party considera la dictadura salvaje del algoritmo (del sistema). Frente a esto un ejército de imaginadores, en su mayoría jóvenes buscan -romper esos límites- desarrollando distintas plataformas y aplicaciones asociándose con otros, creando pequeñas ventanas que intentan enfrentar el determinismo en los contenidos y la forma en que se procesan con una clara incidencia en la conformación de subjetividades para el consumo y la vida.
Otros buscan mayor precisión, con alternativas de mayor calidad o simplemente se orientan hacia formas entretenidas de comunicar.
No podemos dejar de decir, que esta revolución creativa que tiene por protagonistas a jóvenes emprendedores son un “bocatto di cardenale” para las grandes empresas de la tecnología y la comunicación.
“Ellos”, los dueños de la comunicación y la tecnología, tienen nuestros datos. Un capital que acumula mucho dinero y moldea nuestras vidas. Muchas veces, la utilización interesada de las tecnologías más innovadoras le allanan la puerta a un mundo todavía más inquietante, donde la mentira condiciona la voluntad y amenaza con lograr el control absoluto de la máquina para determinar las conductas humanas.
A los datos que se han acumulado a lo largo del tiempo en Facebook, YouTube, Instagram, Twitter, se suma la habilidad tecnológica para imitar el comportamiento humano a través de ejércitos de bots que son perfiles automatizados y programables. Para Andrew Losowski, de Coral Project (The New York Times y The Washington Post) que también expuso en el encuentro del Media Party se allana la puerta a la amplificación del fenómeno que impone tendencias y temas en las redes que a su vez operan como fuente informativa de la prensa. Este es el recorrido de las noticias falsas, donde, además, se apunta a las emociones.
Afín con esta temática que en parte desplegó el Media Party, en el documento presentado por la UTPBA ante el XII Congreso de la FELAP, sostuvimos que “resulta interesante preguntarse si la ideología “virtualizada” ha devenido también en un negocio para las corporaciones económicas y las potencias hegemónicas. Tan interesante como poder saber si la militancia virtual resulta efectiva para los objetivos de cambios que se proponen sus actores y cuánto hay de logrado en el campo de disputa más allá de “la conciencia sistémica virtual”.
Este interrogante también intenta ser contestado por quienes buscan narrativas de calidad y verificables en el campo particular del periodismo y de la comunicación, porque aunque pueden ubicarse distantes de propuestas emancipadoras en el sentido político-social están destinados a luchar contra la mentira organizada, sea por razones de “negocio” para preservar la adhesión de sus lectores y recuperando vías de participación que hoy se centran fundamentalmente en las redes sociales.
A la vez, como también sostiene la UTPBA, “existen ya algunos ejemplos tanto en el campo del activismo laboral como en el de la producción de bienes comunes digitales que ilustran las posibilidades que abre Internet como medio para articular la acción colectiva”.
Desde el territorio a la virtualidad: La distribución de la riqueza
En el Media Party 2017, aunque escasamente, tuvieron lugar iniciativas que no están asociadas inicialmente a las grandes corporaciones mediáticas y que, sabemos suelen “chuparse” a genios emprendedores y sus ideas. De ahí que del proceso de creación libre hasta la puesta en práctica de la innovación sigue funcionando la disyuntiva de quién financia. A la vez que sitúa la perspectiva autogestiva, como un desafío que aún basado en lo asociativo y solidario corre el riesgo de fracasar antes de su puesta en práctica por falta de recursos.
Inevitable regresar a lo dicho con la presencia de jóvenes y de históricos periodistas y comunicadores Iberoamericanos en mayo pasado en la Comisión de Juventud y Tecnología, en nuestro encuentro de FELAP. Dijimos que (…) esta nueva fase del capitalismo, caracterizada por la expropiación privada del conocimiento derivado de la cooperación social, nos sigue interpelando en torno a si ésta realidad le abre realmente y en toda su potencialidad las puertas a la creación de proyectos de emprendimiento colectivo desde los valores propios de la economía social y solidaria. (…) las nuevas generaciones y sus nuevas tecno-sensibilidades buscan desarrollarse por otros cauces, con iniciativas que intentan resolver sus problemas de empleo y precarización laboral estructural, entretenimiento, acceso a la información y a la formación e identidad bajo nuevos paradigmas de socialización, donde los procesos de apropiación de los recursos digitales han modificado las prácticas culturales de los jóvenes que ahora actúan en una nueva dimensión espacio-temporal. La forma en que se gestiona el espacio y el tiempo repercute en las principales actividades sociales juveniles: trabajo, educación, entretenimiento, relaciones y, por lo tanto, en sus condiciones de vida y en la construcción de su identidad, profundizando las diferencias existentes con respecto a sus mayores, por un lado, y, por otro, se observa también un nuevo tipo de exclusiones que viene a sumarse a otras ya existentes (…)
La revolución no tiene su algoritmo
Pensar, imaginar un futuro distinto y no sólo para el periodismo o las nuevas narrativas dentro de la sociedad del control, es indudable que requiere no sólo de conocimientos tecnológicos y formas asociativas con programadores, ingenieros, técnicos demanda primero saber en qué mundo queremos vivir y cómo queremos vivir. O como señala el historiador israelí Yuval Noah Harari en su libro ‘Sapiens. De animales a dioses’, “el factor decisivo para el triunfo de la especie no ha sido su mayor tamaño craneal o incluso su superioridad técnica, sino su capacidad para contar historias y creérselas.” Si en ‘Sapiens’, el progreso histórico estaba marcado por la habilidad del hombre para crear ficciones, a partir de ahora- nos advierte Harari- “la clave del progreso estará en la capacidad para procesar información, pero al precio de jubilar al ser humano tal cual lo conocemos hasta hoy”. Al inquietante futuro que Harari nos pronostica, el ensayista francés Eric Sadin nos ubica como testigos de una mutación decisiva en nuestro vinculo con la técnica al afirmar que “mientras que su vocación ancestral consistía en actuar como una prótesis de las insuficiencias del cuerpo, hoy su capacidad cognitiva le confiere el inquietante rol de gobernar a los seres y las cosas”.
Además, la pérdida de privacidad no frenará el poder de las fórmulas matemáticas. Los algoritmos nos facilitan la vida y seguirán haciéndolo, aunque ello suponga dar a conocer a extraños todas nuestras intimidades. El mundo parece resolverse entre las plataformas y nuestros dedos sobre el teclado, donde la transparencia puede devenir en la más absoluta obscuridad.
Hoy la imaginación, la creatividad es un capital invalorable que está en riesgo de ser apropiado inmediatamente por las grandes corporaciones económicas. A la vez que debemos admitir que ha variado la idea de creación y de cómo se crea, incluso desde la resistencia o de acciones alternativas a los algoritmos hegemónicos y por fuera de la racionalidad capitalista occidental, más allá de reconocer los límites que pueda ofrecer hoy el territorio virtual. Ahí también parece estar el desafío: Intentar correr esos límites, transgredirlos, sin dejar de observar la capacidad que tiene el sistema de ensanchar sus marcos normativos para asimilar en pro del consumo y la expansión de su negocio.
Además, es cierto, no podemos predecir el futuro pero algo ya podemos avizorar, ante los cambios técnicos y culturales en nuestras sociedades, en los seres humanos. Nuevos paradigmas, nuevas formas organizativas, demanda de mayor conocimiento interdisciplinario, mientras tanto con esta harina estamos conminados a hacer el pan que todos los días pretende devorarse el metabolismo social del capital. La inminencia del futuro ya se conjuga en presente. ¿Será para unos pocos?
(*) Secretaria General de la UTPBA-Licenciada en Periodismo.