Ahí tenés: un grito extraño y amargo.
Billy Holliday
(Letra y música: Lewis Allen)
Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Por Nicolás Doljanin
El colmo del que va a afanar es ver lo que nadie ve: ve un ciclomotor por ejemplo y se lo lleva. Pongámosle que se trate de un pobre, porque el ciclomotor no da como para arriesgar el deseo de un rico, y, de dar el tipo con uno que lo colme, ni el ojo de Dios alcanzaría para detener su acción en el exacto punto donde el arte del buen punga la va a cesar de inmediato: la mirada del otro.
No se como habrá sido en la comunidad primitiva. Quienes lo saben afirman que, ahí adentro, todo era considerado parte de todo y hasta se podía dar el lujo de ser mujer, astro, cualquier ente vivo con tal de significar la totalidad desplazada de las posibilidades humanas inmediatas. Pero al quedar reducido a mera mirada el ojo de Dios, si algo no tiene, es colmo.
Y si objetos de deseo provistos por una sociedad de clases se trata, como es el caso, el mismo goce que el rico genérico acumula en Impunidad, lo surte el pobre y pibe y negro pescado al voleo. Porque, además de haber sido este fenómeno desconocido para los originarios americanos, tal ha resultado ser, de cinco siglos a esta parte, la forma más económica de ver lo que nadie quiere ver, y, a cambio, saciarse de power.
El ojo de Dios nunca mira igual. No si uno llega podrido del laburo y la mitad del cuerpo con ganas de meterse en la cama, mientras la otra mitad grita que no la vengan a joder más.
Y, menos aún, si se pertenece a esa porción de la sociedad que cree vivir en el milagro de las dos partes del cuerpo reunidas, obviamente, gracias al trabajo genérico de los otros. Pero va a ser justo en ese trance, en pleno esgunfio capitalista entre la mayoría obligada a adelantar un mes de su trabajo para una minoría rentada, donde y cuando aparece el video al voleo en su pantalla. Para ofrecernos el ominoso deleite de un acecho compartido y enseguida volvemos.
El dispositivo es baratísimo tomando en cuenta que está editado para el que pena por el precio del yogur, el aceite de oliva o el asado, y, a la vez, cuenta con un código de acceso a cuenta de los que están cebados para soltar los pelos de la lengua, pues el hurto, aunque parezca escandaloso decirlo, es el acto más íntimo de la sociedad de clases.
¿Qué el hurto no es robo porque no hay violencia?... Eso, en la intimidad aletargada del saqueo mediático de la conciencia, no importa un comino. Más bien, alcanza y sobra para formatear la pulsión de matar en patota.
La insurrección popular de 2001 – 2002 - desatada también como un colmo, el de nunca más un Estado de Sitio en nuestro país – tuvo entre otras la virtud de establecer en las calles porteñas la verdad utópica de una mentira revelada: la banca es un negocio de ladrones (Y también de sus agentes políticos: “Nos mean encima y los medios dicen que llueve”).
Muy pocos años después, tuvo su conclusión política lógica (quebrando una lógica de varias décadas…) mediante el des - endeudamiento militante de las Finanzas públicas, y, a renglón seguido, la recuperación de los fondos de las AFJP por el Estado, dos pecados capitales para cualquier oligarquía.
Entretanto, como consecuencia de políticas de gobierno claramente populares, y, de una en particular, políticamente revolucionaria en el desenlace del caos: no reprimir la protesta social; los poderes hegemónicos se vieron obligados a rescatarse de las calles, el campo de batalla de las masas, con tal de neutralizar el carácter abierto e incesante de estas.
El trámite consistió en poner en circulación (mediáticamente) masas cerradas (Radio Diez – las velitas - Blumberg…) en una primera etapa. Para convocar, en una segunda, el espíritu de revancha burguesa entre los dedicados a la apropiación indebida de bienes colectivos, entre otros artilugios prevaricadores, mediante la apropiación y circulación indebida de imágenes. Y mientras el negocio de la Seguridad pegaba un salto espectacular, el tema del saqueo de los banqueros mutó paulatinamente hacia bambalinas.
Pero lo cierto es que en las calles del planeta - de aquí hasta la esquina aparentemente distante y hoy definitivamente quieta de Wall Street - tres lustros después, ya no queda tan bien hablar de los chorros de guante blanco.
Ahora se trata de un tema de confianza pública. Y la estrategia global de las dinastías financieras, empeñadas en la acción política directa (al diablo con el Estado) como hace mil años no sucedía, ha pasado a ser la inducción tele - comandada del caos desde Suramérica hasta Ucrania.
En los hechos, la relación subjetiva que se establece entre el consumo televisivo creciente y masivo de las cámaras de seguridad y los linchamientos en masa sería de una simbiosis imposible de proliferar, de no mediar el bautismo de fuego del piquete prevaricado, simbólicamente la leche ostentosamente derramada sobre el asfalto, en 2007.
Esa fue la bisagra para que el “nosotros” del que se vayan todos, vaya a terminar definitivamente desplazado, dentro de la cibernética del poder Económico, por nosotros los turritos y el Otro.
En adelante el cultivo sin disimulos del odio y de su majestad la tristeza, por no poder mandar sobre el gobierno democráticamente elegido, le abrirán el paso al entrenamiento mediático, pero entrenamiento en toda regla, cabeza por cabeza, de reflejos colectivos de miedo, a pesar de que el linchamiento jamás haya sido algo tan naturalizado – naturalizable entre nosotros.
Sin ir más lejos, la bendita noche que el pueblo derrocó al gobierno democrático del doctor De La Rúa, no se produjo ni un solo episodio de violencia antipersonal de parte de la multitud de los vecinos, y, después, con las puertas de los bancos les bastaba.
Insurrección más cordial y expeditiva no registran nuestros anales (Capaz que Islandia…) y, puesto que la madrugada del 17 de Octubre de 1945 contaba con un atractor político expreso, otro tanto el Cordobazo de 1969; nada se le compara así nomás, mi querido Prince, valiente peladita Sinnead O`Connor.
En una de esas, como precedente histórico, aquel antiguo poema de José Pedroni, dando cuenta de un recorte periodístico local del siglo XIX santafesino (casualmente foco para el linchamiento simbólico de la presidenta en 2007) donde se refiere a un tal Arnoldo Reutemman y a otros dos teutones en lo que posan henchidos, con los cuerpos cocidos a balazos de tres indios a sus pies.
Pero entonces “la gente” miraba o admiraba sin contagio. No era que participara, como es el caos inducido durante estos meses - posteriores a los alzamientos – saqueos policiales - donde cualquiera pareciera anotarse para reencarnar a los tres teutones pioneros del “Romance del Agua Amarga”.
La secuencia hipnótica del otro pescado in fraganti… El solaz juguetón de la voz que comenta, una y otra vez, desde ese lugar que imaginariamente todo lo ve (y mi mamá juiciosamente se lo reservaba a Dios…) El goce siempre es mirarlo y contarlo en patota, porque esa “voz” nunca está sola… La contingencia del “guacho” virtual como objeto de cacería queda así instalada.
Solamente falta cortar – editar… Un camión en cámara lenta que se lleva todo por delante, un fenomenal tsunami y… fuiste. La pantalla acaba de dar con el código de acceso desde la vulnerabilidad extrema a la pulsión… Nada nuevo, los milicos lograban algo parecido cuando te bajaban del bondi, te mandaban contra la pared y te palpaban el cuerpo de arriba abajo.
Pero los milicos te querían calladito y mirando para otro lado. Estos no: te van a querer sacado. Y en las calles todo está preparado para quitarte el aguijón de la pulsión, invertirlo en peripecia.
Listo para agarrar a “un guachito de esos” al voleo… Porque ya lo sabés: no vas a estar solo. Simultáneamente una jauría verdadera de especuladores políticos y de notables psicópatas del poder salen a declarar.
Todo para asegurarte que van a estar con vos. Tan luego ellos. Los que se gastan rupias invariablemente ajenas yendo y/o viniendo de los Estados Unidos antes de abrir la boca y compiten sordamente, entre sí, por quien va y vuelve primero, a “darle el gusto a mis hijos de conocer Disneyword”...
Así que, lo único que falta, es la voz de aura de un grito desesperado, en cualquier esquina, y, alguien que señale…
Se me hace que todo esto no es exactamente lo que el venerable Abraham Lincoln justamente cuestionaba diciendo que “esos hombres (los linchadores) a solas son buenos y virtuosos”.
Entre otras diferencias, porque el buen cuáquero de la época de Lincoln conservaba la costumbre de rezar colectivamente, resulta entendible que “después no pueda creer que él mismo lo hizo”...
A mi amiga Billy Holliday, en cambio, escucharle las imágenes de “Fruta Extraña”, letra y música de un militante comunista judío perseguido por el macartismo, le basta pues con ser negra. Y cantarlo como si las cantara la última mujer que ha quedado sobre la tierra www.youtube.com/watch?v=h4ZyuULy9zs para enlazarlas en la intimidad doliente de nuestros cuerpos jóvenes golpeados con atrocidad.
Se trata de los mismos negros. Los rematados por una bala policial en la nuca o a las patadas por una patota vecinal. Para quedar ocultos quizás en un basural o tendidos en la indiferencia del pavimento. Eso sí, públicamente expuestos a que el lumpen de Lanata o el patricio Grondona les permitan sacar pecho a sus cobardes asesinos.
(Tampoco ha sido tan distinto el mecanismo legitimador del linchamiento puesto en escena histórica por los bombardeos de Junio de 1955 y con efecto retardado durante medio siglo por lo menos…)
Y justo ahí vino a ser que el ayudante de albañil David Moreira va y le dice a la madre: - Poné la pava que ya vengo… -
Solo para que ella tenga que escuchar, después, escucharlo en boca de uno de los presidenciables mimados por la leche de la clemencia gorila - tal vez el de mayor responsabilidad política en la instalación del modo de producción y distribución del narco a través del Estado santafesino - escucharle salir paveando por los medios sin alcanzar a explicar lo que quiere decir.
El correlato interior de la mano dura discursiva, la vasta cobija político – institucional del narco - country, agreguémosle la creciente intervención bilateral de la DEA en la gestión de seguridad de algunas provincias, algo que debiera ser declarado inconstitucional, configura pues una estrategia de carácter geopolítico hemisférico y atañe por tanto a cada una de las naciones que componen la línea suramericana de soberanía.
Por eso se hace imprescindible tirar del piolín hasta dar con la trama inducida del arrebato mediático estigmatizador.
El fruto de esta oleada de iniquidad mediáticamente consentida, apenas el dólar ilegal dejó de calentar la pantalla, ha sido calificada como “Homicidio violento, sangriento y en masa” por la doctora Elena Highton. La doctora Highton no hace sino honrar a don Arturo Jauretche, el mentor de su carrera.
Y se le suma el doctor Eugenio Zaffaroni para denunciar el entreguismo vende - patria de políticos y justicieros mediáticos, acudiendo a la arqueología ética del peronismo. Por lo que, en una de esas, cabría abrigar la esperanza (hasta el momento corporativamente negada por el poder Judicial) de alguna condena.
Capaz de instalar un parate al flujo linchador de los medios, cierto grado de auto - contención en el discurso público. Claro, siempre y cuando no se trate de ese Almirante Tessaire del kirchnerismo que se está jugando ser, con más aspaviento que certezas, el gobernador bonaerense Daniel Scioli.
Porque esperarlo de los que ponen “la voz” en el video, esperar que se nieguen a editar la mercadería del ojo de Dios como un acto de dignidad proletaria, es demasiado.
El recibo de sueldo se les pegó a la croqueta, igual que en el alma del patrón el mes de trabajo adelantado gratis, y, esperar otra cosa, por ahora, es como esperar una revolución de los carneros.-