Agencia La Oreja Que Piensa. (Por Hernán Harispe)
El “Cordobazo” fue cordobés en las formas pero su contenido se inspiró en los acontecimientos de la época, los lejanos y los próximos.
La fuentes lejanas estaban en el mundo de aquellos años: el Mayo Francés de 1968; la derrota estrepitosa del imperialismo norteamericano en Vietnam, Laos y Camboya; Cuba que mostraba ya un camino diferente para construir la sociedad y la economía; procesos de claro contenido antiimperialista en Bolivia y Perú; los primeros pasos en la organización de lo que sería Salvador Allende en Chile. En Argentina, el proyecto corporativo-fascista del entonces presidente de facto Juan Carlos Onganía se caía a pedazos. Parecía que el mundo giraba hacia el progreso. El “Cordobazo” estaba inmerso en ese mundo.
Pero había factores próximos, vivientes, subjetivos. Y eso estaba simbolizado por un equipo de dirigentes sociales y sindicales que desbordaban la barreras de la burocrático, de lo conservador, de lo rutinario.
Agustín Tosco, el primero. Pero no sólo él. Estaba la FOTIA -los trabajadores del azúcar de Tucumán-, de San Martín de Tabacal, del Mendieta en el norte.
Estaba Benito Romano, Atilio Santillán y otros. Y el SMATA de Córdoba de René Salamanca, la UTA de Atilio López.
Y ya asomaba Villa Constitución con Alberto Pichinini. Y la CGT de los Argentinos. Y Amado Olmos en Sanidad. Y el Programa de Huerta Grande y La Falda. Y agrupaciones sindicales-políticas que se oxigenaban con los vientos de la época.
También estaba Córdoba con una base social, una clase obrera nueva, especializada particularmente en el automóvil, que protestaba y desbordada la cadena fordista.
En Kaiser, luego Renault, Fiat, Materfer y Trasax, que no controlaba enteramente el aparato vandorista de la CGT de Azopardo. Y confluían sectores de servicios -como el sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba- con vida democrática, con debates abiertos a la ideas de la época.
Una filial que resistía los embates de la aristocracia obrera de la Federación nacional. Y, como un apoyo intermitente pero combativo, de una extensa y profunda tradición de luchas de los estudiantes secundarios y universitarios.
El célebre barrio Clínicas. Es que Córdoba fue la cuna de la Reforma Universitaria de 1918, que se extendió a toda América Latina. Esa epopeya estuvo también en la Memoria del “Cordobazo”.
Pero hay que insistir sobre “el papel del individuo en la Historia ”. Por eso, nuevamente Agustín Tosco. Y su papel en el “Cordobazo” donde se expresaba claramente su concepción enraizada profundamente en la acción colectiva, en la acción de masas, en lo que hoy se llamaría el “movimiento social’ y que sobrepasaba los marcos -sin negarlos- de las estructuras políticas.
Tosco no se dejaba embarcar en ninguna acción individual o de grupo que lo separara de los sentimientos de su clase. Comprendía que la violencia de las clases dominantes podía generar rabias, resentimientos, respuestas individuales, pero defendía la idea de que a esa violencia solo se la derrotaba con la acción colectiva.
Y que para que ella accionara se necesitaba no solo la abnegación individual sino las condiciones objetivas, la maduración, los instrumentos, la organización.
Agustín Tosco tenía una clara visión de la unidad en la acción. No formaba parte de la mayoría peronista de los trabajadores -aunque siempre recordaba que en 1946, siendo un muchacho de un poco más de 15 años, simpatizaba con aquella visión antiimperialista de “Perón o Braden”.
Entendía la naturaleza del peronismo, sus contradicciones . Y entendía el por qué de esa identidad política. Que la respetaba. Por eso su concepción, y ya maduro, sus acuerdos con Atilio López. Y por hacer un instrumento útil la CGT de Córdoba.
De ahí su amplitud de análisis y su visión estratégica, lo que lo hizo un casi único modelo en la historia social de Argentina. Esa inteligencia -y una época que no llegó- condujeron a que Agustín fuera aislado, perseguido, preso y condenado a morir en la clandestinidad, en plena época lopezreguista.
Pero Tosco dejó muchas enseñanzas. Estas venían de la fusión moral entre sus ideas y su manera de vivir, entre su pobreza material y la riqueza de su conciencia.
“Los dirigentes sindicales deben volver periódicamente a sus bases, rotar su función sindical, no atornillarse en su sillón”, era uno de sus lemas.
Por eso cada dos o tres meses volvía al taller -destornillador en la mano- para trabajar y recibir opiniones. Hablar y escuchar.
La Asamblea de los trabajadores era la base su inspiración. Se había iniciado como delegado ya en 1953 y había ganado la dirección del Sindicato de Córdoba un año después. Y además, otra de sus cualidades esenciales: estudiar la realidad, cultivarse intelectualmente, prepararse.
Leía en su juventud a José Ingenieros. Tenía una clara visión de la función del trabajo y los trabajadores en la construcción de una nueva sociedad.
Ese enjambre de experiencias e ideas -y mucho más- fue Tosco. Todo eso estuvo bien presente en el “Cordobazo”. Sin él, seguro, no hubiera habido “Cordobazo”. Por eso es imborrable en la Memoria colectiva.