Agencia La Oreja Que Piensa. Por Alejandro Moscaro. (*)
“Mi padre y mi abuelo fueron relojeros del ferrocarril. Empecé muy jovencito, barriendo, lavando piezas, llevándole la escalera a los mayores, a los que sabían, para darle cuerda a los relojes. Si bien yo venía de familia de relojeros ferroviarios, me costó mucho entrar al ferrocarril y luego, una vez ingresado, comencé como ayudante”, explicó Balderrama.
“Empecé a los 16 años. Tuve dos grandes maestros: Mi padre y Pedro Pegorari, un viejo oficial, un hombre muy anciano que sabía mucho. Pedro trabajaba con relojes de bolsillo de guarda. Yo en silencio lo espiaba y así descubrí todos los misterios.
¿Cómo comenzó a realizar trabajos de mayor importancia?
-Poco a poco mis superiores me fueron dando la oportunidad de realizar tareas mayores, hasta que un día, Pedro Pegorari estaba reparando un viejo carrillón de la Gerencia de la Línea Roca. En ese momento, con el supervisor observamos que don Pedro estaba un poco agotado y renegando mucho con esa máquina. Entonces le pregunté si me permitía arreglarlo, entonces me dijo “Si pibe, ¿te animás?”. Ese fue mi primer trabajo y más importante en ese momento. Ese reloj inglés con carrillón, que era de repisa, estaba ubicado en Constitución, en el edificio de la calle Hornos 11, en la oficina de la gerencia. Era una máquina muy delicada. Siempre con la autorización de mi supervisor y de don Pedro, a ese reloj le hice un trabajo muy completo y quedó como nuev
¿Ese trabajo le permitió conquistar un nuevo ascenso?
-Sí, a partir de ahí me dieron la vacante de medio oficial. Yo recuerdo siempre las palabras de mi jefe que me decía “pibe, vos vas a quedar, nosotros somos grandes, nos vamos a jubilar, y vos tratá de seguir aprendiendo todo”.
Luego seguí trabajando con los relojes patrones o también llamados maestros, que eran electromecánicos y funcionaban con voltajes de 24 y 48 voltios.
¿Siempre trabajó en la Línea Roca?
-Sí, y también un corto período en la Línea Sarmiento. En otras ocasiones, cuando las líneas comenzaban a quedarse sin personal de oficio, también me desempeñé en la Línea Mitre y hace no mucho tiempo hice algunos trabajos en la Línea Belgrano Sur. Soy el último relojero ferroviario que permanece en actividad.
¿Estos relojes funcionan bajo un sistema en particular?
-Un relojero no siempre conoce los detalles de un reloj de ferrocarril, ya que la mayoría posee un sistema especial denominado Fuzze, creado por los ingleses. Muchos no tienen la marca estampada. Después de trabajar varios años con ellos se aprende a descubrir el estilo del mismo y quién ha sido su fabricante.
Se trabaja con el mejor micrómetro del mundo: El ojo humano, que no permite margen de error y sabe cuando una máquina volverá funcionar. La relojería se componía en aquel entonces de un 80 % de origen británico y el 20 % restante, americano, angloamericano, francés y alemán.
¿En qué otros lugares, desempeñó su oficio?
-Trabajé ad-honorem para el Museo Nacional Ferroviario, reparé un reloj de Mitre o de Rivadavia, no recuerdo ahora exactamente, era un reloj de pie muy grande. Y fuera del ferrocarril he dado alguna charla técnica en la escuela Otto Krause, que es el único establecimiento educativo que enseña relojería a nivel oficial, pero mi charla estuvo referida a relojería antigua, especialidad que no brinda esta casa de estudios.
Además, estuve en el Palacio San José tratando de restablecer los relojes de Urquiza, y en muchos otros lugares, como por ejemplo en la Torre Monumental, antes llamada Torre de los Ingleses, donde en 1982 nos convocaron a 4 relojeros de diferentes dependencias del Estado, para efectuarle ajustes a la máquina. Hace unos dos años, me llamaron para reparar el reloj del director del Hospital Rivadavia.
¿Hasta que año trabajó en este oficio en el ferrocarril?
-Yo he tenido el placer y el honor de trabajar con verdaderos maestros. En la Línea Roca éramos solamente ocho relojeros. Fueron pasando los años y fui ascendiendo, hasta llegar a ser el jefe de la sección Relojería de la Línea Roca y lamentablemente he tenido que cerrar el taller en el año 1995 cuando se produjo la concesión de las líneas ferroviarias, aunque lo he tenido custodiado a cargo, ya sin funcionar, hasta 1997.
En la actualidad, me desempeño como el relojero oficial del Museo Nacional Ferroviario.
(*) Periodista.