Agencia La Oreja Que Piensa. 2014. Desde Gualeguaychú. Por Martín Fedele
DE ESTOS LODOS, FUTUROS POLVOS. Gualeguaychú es un vocablo guaraní, es el río de aguas tranquilas donde habita el yaguar grande. Para los guaraníes, antiguos pobladores de la mesopotamia argentina, la lluvia es una bendición, es eso que viene a limpiar, a renovar almas. Para los guaraníes, la lluvia siempre es bienvenida, como gracia divina… Pero para los 180 mil peregrinos al concierto del Indio Solari que llegaron de todos los rincones del país, y hasta de países vecinos, la lluvia que azotó la ciudad de Gualeguaychú en los días previos al concierto estuvo lejos de ser una bendición: el Hipódromo se transformó en un inmenso lodazal que dificultó la estancia de la misa entrerriana. La falta de previsión en la organización del evento también colaboró en tales penurias.
Todo esto, claro, hasta que se apagaron las luces del hipódromo y el Indio junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado subieron a escena… Entonces, el fangal dejó de ser la (mala) estrella de la noche. Y la misa fue Misa: LA MISA DEL BARRO.
EN LENGUA ANGÉLICA QUE ARDE. Contra todos los mandatos de mercado, el concierto no comenzó con una canción del último disco de Solari, sino con el tema apertura de su disco debut, editado en 2004: “Nike es la cultura” tronó en la noche de Gualeguaychú para delirio de los embarrados. Esta canción sorprendió en creces, gratamente, como un impacto en el nervio colectivo de la multitud; el Indio nunca la incluye en su repertorio; los memoriosos se remontan al 2005, en el Estadio Único de La Plata, o en el Estadio Centenario de Montevideo, como la última vez que se había escuchado aquello de “Vos gritás ¡NO LOGO! O no gritás ¡NO LOGO! O gritás ¡NO LOGO… NO! Si Nike es la cultura, Nike es tu cultura, hoy”. Inspirados en el libro No logo: El poder de las marcas, de la investigadora canadiense Naomi Klein, los versos de Solari sentencian que “el Diablo está en el cielo” y que “en el cagadero no hay gato más triste sin moda de callejón”.
Tremendo comienzo.
Diez años después.
Pasado el cimbronazo inicial, el Indio dice: “Cada vez somos más… Cada vez somos más”, y atesta: “No hay forma de agradecerles tanto cariño”. Entonces sí, aparecen las primeras canciones de Pajaritos, bravos muchachitos, el flamante disco del Indio. Y si de indios hablamos, llega la brutal “Chau Mohicano” al barro de la noche. “Un par de horas en un bar para olvidar”, cantan todos, “después el día no podrá con mi sopor”, gruñen, embravecidos. Y el corazón se hace piedra. Todos respiran igual…
Colosal se oye el órgano izando el camino “A los pájaros que cantan sobre las selvas de Internet”, donde el Indio descarga su furia contra la impostura de las redes sociales, contra los “pajaritos” que chillan su virtud para luego callar. Y dice: “Del cielo bajan ya / Se vienen a posar / En las ramas de mi árbol / ¿Qué potencia infernal / Me obligan a enfrentar? / ¿Qué fiera jerarquía celeste?”. Y reta: “Sus ritmos al cantar / Me obligan al ritual / En lengua angélica que arde / Me quieren encantar / Con ruidos mágicos / Y trinos llenos de misterio”. Uh-Ah / Uh-Ah / Uh-Uh-Ah corea la indiada.
Y arde… Se quema…
¡GOLPE DE SUERTE! El combo ricotero inaugura con “Fusilados por la Cruz Roja”, del disco La mosca y la sopa (1991); invocando al espíritu de Patricio Rey; chapaleando también él en el barro entrerriano; “en esta vieja cultura frita”, se grita; “hay muchas formas de pelar el gato”, se alienta… aunque esta noche, claro, nadie quiera ser el más premiado de la morgue.
El Indio se acerca al micrófono y anuncia, socarrón: “Ahora vamos a cantar la canción de una telenovela”, dando paso al inconfundible primer acorde de “Me matan, Limón”. Este clásico de Los Redondos, publicado en 1996 en el disco Luzbelito, narra los últimos instantes en la vida de Pablo Emilio Escobar Gavíria, el narcotraficante colombiano líder del Cártel de Medellín, abatido el 2 de diciembre de 1993 por el denominado Bloque de Búsqueda, un gavillado de fuerzas policiales y militares, la DEA, el gobierno de Estados Unidos, el Cártel de Cali, grupos para-militares y sicariato de toda laya. “Limón” es el alias del último esbirro que acompañó a Escobar en el momento de su muerte, y la telenovela citada por el Indio es la exitosa Escobar: El Patrón del mal… Esta canción no se escuchaba en los conciertos del Indio desde hacía tiempo, mucho tiempo; en tanto los embarraditos de Gualeguaychú la cantan y la bailan con especial emoción… ¡OTRA VEZ!
El primer estreno “redondito” de la noche (es decir, esas canciones de Los Redondos aún no interpretadas en vivo por Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado) es la rocanrolera “Unos pocos peligros sensatos”, también conocida como “Golpe de suerte”, del disco Gulp! (1985); una en tantas típicas criaturas de Solari ancladas en el mundo marginal, en las peripecias de hampones y bandidos suburbanos: “Si tus peligros son tan sensatos / Casi sin arrebatos / Y sos prudente en la tiniebla / Y con los gatos”. Canta el Fisgón Ciego. Y se deja caer…
Tumultuosos, en el fangal, los embarraditos también cantan. Y se preguntan, a grito pelado: “¿El que no grita Redondos para que carajo vino?”.
TANTAS PARTES TAN LINDAS. De vuelta al repertorio de su aventura solista, el Indio se despacha con la bellísima “Y mientras tanto el sol se muere” del disco Porco Rex (2007). Esta canción está dedicada a Virginia, esposa del poeta y madre de su hijo, Bruno. Y dice: “Algún día, pronto, una de mis vidas / Va a intentar matarme y lo va a lograr / ¿Cómo será andar solito allá en la muerte? / ¡Ay!, mi amor… ya sin vos… sin tus sueños”.
Como heraldo de buenas noticias llega “Había una vez”, de los tracks más festejados del último disco de Solari, andando ese sabor melancólico, agridulce, con aroma a recuerdos, a tiempos remotos, cuando “toda impaciencia era gracia para poder reír y festejar de amor”, cuando “con los puños en alto” se deseaba “hacer la revolución con una canción de amor”, aunque el tiempo ha pasado, nos dice esta canción, como en un cuento, implacable, y el mundo, parece ser, aún sigue girando…
“Martinis y Tafiroles”, de Porco Rex, confirma ser uno de los preferidos del Indio, siempre presente en la lista de temas, y también de su público, que lo canta de punta a punta. “Necesito dormir mucho y bien / Y no hablar así como toda la mierda / Que se habla hoy por la TV que come mis ojos”. Canta la indiada.
“Black Russian” y “Todos a los botes” son las primeras canciones del disco El perfume de la tempestad (2010) oídas en la misa entrerriana. “Lucha en el barro con tus amigas”, canta el Indio. Y abajo, entre los peregrinos, el barro se viste de poesía: “Te quiero tanto / Que me hace daño”. Territorio de lo insólito, azaroso hasta límites surrealistas. Es la misa.
En medio de estas canciones, saliéndose de la rutina del show y en un tono casi paternal, el Indio dedica unos instantes para hablar de la prevención y el control del HIV. “Tienen que hacerse el test”, dice, “Hay que hacerse el test”, insiste.
(Nadie la va de otario. Ni de chacota.)
EL BARRO SE HACE CRUEL. Desde Pajaritos, bravos muchachitos llegan dos nuevas canciones: “Beemedobleve” y “A la luz de la luna”. En la primera resuenen un par de versos que parecen haber sido fraguados en esta misma fangosa noche: “El barro se hace cruel / Nos viene a sepultar”. Dicen. Y así es, nomás; habrá que seguir pujando en el lodazal hasta cansarlo y afligirlo en su sepulturera intención, hasta convencerlo de que la ricota es más cruel que el más cruel de los barros… Pero esta canción está repleta de buenos versos. Y conviene prestarle oído: “Si lo mejor de lo mejor del amor / Dios siempre se lo quedó para él / Bocado amargo que nos dejó / En un manzanar”.
(Y el barro que no apichona).
El Indio hace un alto en el show para reivindicar la lucha de las Madres de Plaza de Mayo y señala que en Gualeguaychú hubo 21 desaparecidos durante los años de plomo de la última dictadura cívico-militar. “No los olvidemos”, pide, “Por favor tengamos memoria”, insiste. Y entonces lanza la gran cita de la noche: “La memoria es el único paraíso del cual no nos pueden expulsar”, referencia al escritor alemán Jean Paul [Johann Paul Friedrich Richter, 1763-1825]. La multitud brota en un aplauso cerrado. Y el Indio remata: “Recuerden esto: Que no vuelva a pasar. Nunca más”.
(Que así sea).
VAMOS, NEGRITA. Mientras los feligreses beben cerveza a punto, “a punto calentito”, la misa trae su segundo estreno ricotero: “Caña seca y un membrillo”, del disco Lobo suelto - Cordero atado (1993). Maravillosa canción nunca antes interpretada por Los Fundamentalistas. “Vamos negrita bailá hasta el fin”, se canta, se baila en la noche, “Vamos negrita hacelo por mí”.
Infartando el concierto otro clásico de Los Redondos arrima su magia para embrujar a tan respetable público: “El infierno está encantador esta noche”, de Gulp!, habitual en las presentaciones del Indio. Todos adoran esta canción; la canción aquella que se come tu dolor…
El show galopa en las bridas de “Sopa de lágrimas (para el Pibe Delete)” de Porco Rex y “Vino Mariani” de El perfume de la tempestad. La primera es toda una rareza, bienvenida, nunca alistada en el repertorio del Indio, contundente canción de amores frustrados… Y la del vino de “coca” se convierte en el puntal ideal para el lucimiento de esa fenomenal banda de rock llamada Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado: Y este no es un detalle menor, porque pase lo que pase en una presentación de Carlos Alberto Solari, la única certeza siempre será la calidad de los músicos en escena: ESOS SÍ SON COSA SERIA: en diez años de carrera artística, son los fortines de la misa: Baltasar Comotto y Gaspar Benegas (guitarras), Marcelo Torres (bajo), Hernán Aramberri y Martín Carrizo (baterías), Pablo Sabaraglia (teclados y guitarra), Sergio Colombo (saxo), Miguel Tallarita (trompeta). Y la brillante Deborah Dixon, claro: la “Negra” de nuestro blues criollo. Magnífica cantante, “una cantante con tradición”, como la presenta el Indio; y le deja el escenario libre, para que ella junto a Los Fundamentalistas cante el bello “Blues de la libertad” (Luzbelito) ante la multitud reunida. Y la Negra lo canta, extraordinariamente, ganándose la ovación de las huestes.
En bambalinas, el Indio también aplaude…
ESTO ES HIPNÓTICO. El momento cumbre de la noche, el acontecimiento histórico, el preciso instante en donde no importó chapalear en el barro, llegó cuando el anfitrión de la velada presentó a sus invitados de lujo: “En esta noche estelar”, anunció, “Vamos a recibir a tres queridísimos amigos de todos nosotros: Sergio Dawi, Semilla Bucciarelli y Walter Sidotti”. Dijo, y nos conmovió… Era cierto, allí estaban: los tres REDONDITOS DE RICOTA saludando al compinche, al Astronauta Italiano en su multitudinaria misa.
“La pajarita pechiblanca” sobrevuela el hipódromo de Gualeguaychú, como sazonados por Emir Kusturica, o eructados por Frank Zappa, entre aires balcánicos y risitas de vodevil. Este paso de comedia pertenece al último disco del Indio, donde también actuaron sus ilustres invitados. (¿Podés creer?).
La misa es puro delirio… casi DA-DA
Pero lo mejor está viniendo, otros estrenos de ricota; el espíritu de Patricio Rey encarna nuevamente en la noche y se materializa en “Ya nadie va a escuchar tu remera”, del disco Oktubre, de 1986: Y entonces el tiempo parece detenerse, como si el TIC no alcanzara a TAC… la marea humana estalla en un goce soberano, la supra-adrenalina sacude las almas presentes, y todas, todas entran en trance, hipnóticas, frenéticas, nadie escapa a la locura colectiva…
(Este es el único instante de la noche en donde el barro parece rendirse).
Como si esto fuero poco, el Indio y sus bravos muchachitos ofrendan la perlita de la noche: “Nene - Nena”, un rocanrol inédito de Los Redondos, de esos rocanroles volcánicos, de la primera época, de los tempranos ’80, cuando Patricio Rey despuntaba el vicio de la noche en sótanos de mala muerte, cuando la prensa especializada del “nuevo rock de las cavernas” comenzaba a mentar a esos chiflados de la ciudad de La Plata y sus redonditos de ricota rellenos de lisergia, aquellos viejos buenos tiempos de Mufercho, de La Monona, de los monólogos de Enrique Symns, de los duros puños del Negro Cañon, de las vidrios rotos del Gordo Pierre… “Vamos Nene-Nena acercate a él”, canta el Indio Solari, “Quiere que le paguen jubilación / Por todos los años en que aportó / En la pobre caja del rock’n roll”. Un regalito inolvidable para los veteranos de viejas batallas presentes en la noche de Gualeguaychú. Una caricia al corazón de aquellos sobrevivientes de La Esquina del Sol…
CÓMO NO SENTIRSE ASÍ… Semilla, Sergio y Walter dejan el escenario y el Indio y Los Fundamentalistas arremeten el tramo final del show: “Mi caramel machiato”, exquisita canción de El tesoro de los inocentes nunca revistada en los conciertos; “Pedía siempre temas en la radio”, de Porco Rex; la infaltable “To beef or not to beef” (El tesoro de los inocentes) y para regocijo en la excelencia de Los Fundamentalistas “¿Por qué será que Dios no me quiere?” (Porco Rex).
La orquesta de Solari brilla con luz propia. Se pavonea sobre el escenario…
Y la indiada respira.
Semilla, Sergio y Walter vuelven al ruedo. Se calzan sus instrumentos. Chichonean con el Indio: El final es a pura ricota. “Y que sea lo que Dios quiera”, advierte el Indio, preámbulo de otro momento histórico: “Todo un palo” suena en la misa del barro. Y cómo no sentirnos así… Este súper-clásico de Los Redondos únicamente en Salta-2009 se escuchó en su versión actual de los Fundamentalistas… El futuro llegó. Hace rato.
Y los embarraditos no salen de su asombro…
El final de la misa, se sabe, es muy curioso, es en verdad realmente entretenido, es el pogo en el barro más grande del mundo, es “Ji Ji Ji” arrasando en la noche entrerriana… “No lo soñéeeeee…”, carraspea el Indio; mientras en el lodazal la multitud se hace espejismo.
«Sólo el amor convierte en milagro el barro» escribió el poeta cubano José Martí hace cien años… Como si supiera lo de esta noche en Gualeguaychú.