Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina 2011. (por José Manuel Rodríguez)(*)
Los discursos leídos por García Márquez y Vargas Llosa, ambos premios nobeles de Literatura recorrieron el mundo. El Gabo en 1982 y Vargas Llosa en 2010.
La idea de sus lecturas no es proponerles una comparación que sería completamente absurda, es para compartir dos expresiones, en el mismo podio, de dos hijos de Nuestra América Latina.Yo, sin embargo, creo que es inevitable compararlas, en su forma y contenido, pues, efectivamente, son dos expresiones totalmente diferentes que nos habla de dos maneras de ver el mundo, de juzgarlo y de desearlo, y la literatura no le pasa a esto por encima.
No puede ser de otra manera, son las dos visiones que están enfrentadas a muerte (porque son irreconciliables): una es de las elites, de la exclusión, de la individualidad, la del quién más saliva tiene más harina come; la otra es la de la gran humanidad que ha echado a andar, la de la inclusión, la del nosotros, la del “a cada quién según su necesidad”.
Vamos a verlas comenzando por Mario Vargas Llosa, premio Nobel 2010, cuyo discurso contenía algo más de 30.000 caracteres, en 535 líneas, organizadas en 29 parágrafos a lo largo de 16 páginas. Son tres los aspectos que revisé, sin duda arbitrariamente.
1. De primero me pareció llamativo que se colocara él mismo como centro discursivo, cosa que queda reforzada con el uso de la primera persona del singular y todos los pronombres que esto implica, veamos.
Aprendí a leer...
Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida…
enriqueció mi vida…
del pedacito de hombre que era yo…
me contó que las primeras cosas que escribí llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras…
Me gustaría que mi madre celebraba mis versos…
Toda la vida he tenido a mi lado gente así, que me querían y alentaban…
Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte…
he podido dedicar buena parte de mi tiempo…
Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí…
con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años…
una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios…
El teatro fue mi primer amor…
El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví…
donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí…
donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas…
Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia…
los animadores de mi vocación…
De todos los años que he vivido en suelo español…
2.- Luego me pareció posible deducir de los siguientes textos que su visión de la sociedad pretende ser neutra y, a todas luces, intemporal:
escribir es crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero…
vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias…
Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos…
Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca…
la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas…
Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana…
La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez…
Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la inteligencia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china…
De niño soñaba con llegar algún día a París Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables…
Viví allí cuando Sartre y Camus…
Nunca me he sentido un extranjero en Europa…
No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo…
Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé…
y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y a la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron...
Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana…
Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna…
Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión-…
3. Por último concluí, con sus propias expresiones, que sus convicciones políticas, en este momento de eufemística globalización, asume como deseable la eliminación de cualquier resistencia al gobierno unipolar:
Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua…
Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas…
Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la
paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo…
cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear…
No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización…
Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos…
Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar…
En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista…
mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy -que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio…
gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas…
(*) nota aparecida en ARGENPRESS CULTURA http://cultural.argenpress.infoL