Agencia La Oreja Que Piensa. Por Daniel das Neves (*)
“No hay guerra más justificada que esta”, dijo por estas horas el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, cuando se cumplían tres semanas de una nueva ofensiva militar de su gobierno sobre la pequeña Franja de Gaza, donde murieron al menos 1.100 palestinos en ese lapso, con más de 6.500 heridos y cientos de miles de desplazados, según los datos de la ONU. Fue el mismo día en que misiles impactaron contra el hospital Al Shifa, provocando que al menos 30 niños sufrieran diverso tipo de heridas.
“Esto no es fútbol” había expresado el vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, Yigar Palmor, en respuesta a la posición adoptada por el gobierno de Brasil de condenar “enérgicamente” los ataques israelíes, calificando como “desproporcionado” el uso de la fuerza por parte de ese país contra los habitantes de la Franja de Gaza.
"La respuesta de Israel es perfectamente proporcional de acuerdo con la ley internacional. En el fútbol, comparó Palmor, cuando un partido termina en empate se piensa en un resultado proporcional, cuando se trata de un 7-1 es desproporcional. Lamento decirlo, pero en la vida real y bajo la legislación internacional no es así", y tras ello definió a Brasil como un “enano diplomático”.
Como si la decepción colectiva tras la caída 7-1 ante Alemania no formara parte ya de las huellas que el fútbol dejará por generaciones en el país más ganador de la historia de ese deporte, esa sensación es víctima de una provocación inaudita por parte de una fuerza militar de primer orden, que mientras masacra miles de seres humanos y destruye pueblos, apela a una metáfora futbolística para intentar descalificar un pronunciamiento, que incluso establece una importante distancia con las posiciones más duras que ha despertado esta nueva ofensiva israelí.
Dispuestos a terminar con un reclamo histórico, quienes proponen la guerra no aceptan siquiera que ataques masivos sobre blancos civiles puedan ser considerados como “desproporcionados”, algo que dejan reservado apenas para un abultado resultado de un partido de fútbol. Se trata de un ejercicio de criminal banalidad, que instala lo ocurrido en un campo de juego como un hecho factible de ser resignificado en una lógica armamentística y guerrerista despiadada, que es capaz de “amonestar” a un país recordándole un acontecimiento deportivo reciente, por más importante que este haya sido, haciendo una brutal síntesis entre el fútbol y la decisión política de eliminar al otro.
Haría bien la FIFA en tomar nota de expresiones de este tipo, soltándose por unos minutos de su mentirosa asepsia política, como lo hizo en abril pasado al dirigirse al presidente de la asociación israelí de fútbol, Avi Luzón, cuando Joseph Blatter le expresó en una carta que ratificaba el compromiso de ese organismo "en la lucha contra la discriminación y el racismo en todas sus formas".
En ese texto Blatter destacaba que "Setenta años después de los horrorosos crímenes cometidos contra el pueblo israelí, la FIFA y su Presidente mantienen su compromiso en la lucha contra el racismo y la discriminación en todas sus formas, una postura consagrada en nuestros Estatutos", y se mostraba "firmemente convencido de que el fútbol, y su extraordinaria capacidad para derribar barreras y aunar a los pueblos, es una de las fuerzas más poderosas para hacer el bien en este mundo".
Habrá que ver si Blatter y la FIFA están dispuestos a ser considerados “desproporcionados”. “Desproporcionados” y políticamente incorrectos. Parece mucho pedir, a pesar del horror con que los seres humanos asisten y padecen semejante matanza, un término más que proporcionado.
(*) http://www.11wsports.com/