Agencia La Oreja Que Piensa. Desde Asunción. República del Paraguay. Por Ramón Corvalán . (Servicio Paz y Justicia, Paraguay.)
1.De una pregunta que nos lleva a la necropolítica.
¿Qué pasó en Curuguaty? “El horror. El horror” , pero uno puede quedar encerrado dentro de la intensa emoción que ello produce y nos urge bordear, al menos, Curuguaty con el pensar porque a cuatro años del hecho, nos sigue pasando. También está el vocablo masacre haciendo vecindad y éste tiene la ventaja de ofrecernos algunos rasgos por donde salirnos de la encerrona del horror. Sucede que “la masacre es una acción pública que escapa a la vigilancia y la moral sociales”; además – y esto es una clave importante- “en la masacre, los victimarios no tienen miedo, vergüenza, ni culpas, no existe ninguna presión sobre ellos” pero tampoco es una locura furiosa; el golpe asesino no se efectúa con furor ciego. Más bien, la masacre es el pleno ejercicio de una soberanía cuyo poder reside en la capacidad de dictar quién puede vivir y quién debe morir. Es desde este marco que podemos hablar de la masacre en Curuguaty.
Curuguaty es, por tanto, la necropolítica hecha acto y por ello es que la experiencia del horror asume otras dimensiones. No estamos ante el espanto individual derivado de la visión de los cuerpos ensangrentados, sino es el despliegue de esa soberanía definida por el derecho de matar el que nos horroriza pero del que preferiríamos no hablar. Por eso nuestros esfuerzos por intentar decodificar Curuguaty desde el marco del Estado social de derecho, de los derechos humanos violados, de las normas procesales esquivadas, herramientas hoy más que precarias para dar cuenta de la dimensión del horror que emergió en Marina Kue. También por eso no podemos comprender el carácter bufonesco de los argumentos jurídicos, del discurso del fiscal Rachid que desata risas pero que –cruel paradoja- es capaz de decidir sobre la vida y la muerte de personas, sin que sea posible eludir sus efectos de poder y “que puede funcionar precisamente en todo su rigor y en el límite extremo de su racionalidad violenta, aun cuando esté en manos de alguien que resulta efectivamente descalificado” .
2.El perfil local de la necropolítica.
Curuguaty, entonces, como acontecimiento necropolítico y ello nos lleva a preguntarnos “cómo es posible que un poder político mate, reclame la muerte, la demande, haga matar, dé la orden de hacerlo, exponga a la muerte no sólo a sus enemigos sino aun a sus propios ciudadanos” ?Porque estamos en un mundo donde “cualquier cosa o cualquier persona, ya sea una ley o un esfuerzo cívico, que dificulte el lucro, corre el riesgo de que la hagan a un lado, de que la expulsen” . La forma local asumida por este mundo que se define por su brutalidad y complejidad se nos describió en el Informe Chokokue. En su primera edición, el informe planteaba que las 75 ejecuciones arbitrarias y 2 desapariciones forzosas de dirigentes y miembros de organizaciones de trabajadores rurales respondieron “a un plan encaminado a detener espirales de protesta, atemorizar a comunidades y organizaciones campesinas y desalentar las ocupaciones” y ante la existencia de un patrón en el que se constata “aquiescencia estatal” a las bandas parapoliciales ejecutoras de los crímenes, la CODEHUPY atribuía responsabilidad internacional de las ejecuciones arbitrarias al Estado.En su segunda edición, el Informe Chokokue no sólo ya sumaba 115 casos de ejecutados y desaparecidos, sino que nos presentaba en dos esquemas el perfil de la necropolítica local: 31% de las ejecuciones perpetradas por agentes públicos (policías y militares), 67% por bandas parapoliciales, 2% muertes bajo custodia; las 115 ejecuciones y desapariciones forzosas de militantes de organizaciones campesinas forman parte de un plan sistemático de ataque a comunidades campesinas con el objetivo de forzar su desplazamiento para apropiarse de sus territorios, el plan articula a terratenientes, intereses corporativos del agronegocio y líderes políticos tradicionales y se producen durante todo el período electoral (1989-2013) mostrando ciclos que se relacionan con el calendario electoral. Por su parte, el patrón de la impunidad, de acuerdo al Informe Chokokue, nos mostraba que todos los casos – no es redundancia la repetición: TODOS LOS CASOS- quedaron impunes, ningún autor moral fue castigado, se amedrenta y amenaza a víctimas y testigos, el Poder Judicial y el Ministerio Público funcionales al plan sistemático de ejecuciones, se cierran los casos mediante sentencias fraudulentas, la actuación fiscal encamina a malograr pruebas y a encubrir a los perpetradores, el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados deja impunes a los jueces y fiscales denunciados, las investigaciones son inefectivas y carentes de la debida diligencia y la actuación fiscal es deficiente: se contamina la escena del crimen, se viola la cadena de custodia, se pierden evidencias y no se producen las pruebas obligatorias (como autopsias) . Así se despliega la necropolítica entre nosotros y por esta razón lo espantoso no es que haya sucedido Curuguaty…sino por qué no ha ocurrido más veces.
3.La sombra del caso Bonsi y un país al día con los derechos humanos.
La destitución del juez Bonsi también anticipó, a su modo, Curuguaty: “imagínese lo duro que fue para todos el hecho de que el cumplimiento de un deber tan básico de todo magistrado sea declarado causa de destitución. Hoy todos piensan dos veces para salir en contra del Ministerio Público”, opinaba una jueza sobre el caso. “En el proceso ante el Jurado de Enjuiciamiento, no fue presumida su inocencia, no hubo comunicación previa y detallada de la acusación formulada, no se le dio el tiempo y medios adecuados para la preparación de su defensa, no dejaron producir pruebas ni presentar alegatos finales orales” . Así, el 20 de diciembre de 2011 –meses después ocurría Curuguaty-, el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados destituye el juez Bonsi que se atrevió a ajustar su conducta a la Constitución Nacional y al Código Procesal Penal en un marco donde el Ministerio Público puede llevarle a alguien a juicio por crímenes, sin siquiera tener un relato de los hechos. De vuelta nos encontramos con ese discurso ridículo, que da risa pero a su vez letal para decidir sobre la vida y la muerte de personas. La necropolítica dispone de su necrojusticia y también de su versión de los derechos humanos.
El pasado mes de mayo, el canciller Eladio Loizaga afirmó que el Estado paraguayo se encuentra “al día” en materia de derechos humanos gracias al Sistema de Monitoreo de Recomendaciones Internacionales de DD.HH. (Simore) y Paraguay, además, es miembro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU; sin embargo, el Estado paraguayo no le dio mucha importancia a la observación número 23 del Comité de Derechos Humanos de la ONU que expresaba preocupación “por las alegaciones de importantes irregularidades en el accionar del Ministerio Público, la judicatura y las fuerzas de seguridad con ocasión del allanamiento en Curuguaty en junio de 2012. En particular, el Comité está preocupado por la información recibida que demuestra falta de imparcialidad e independencia en los procesos de investigación desarrollados”. Ante esto, el Comité recomendaba “asegurar la investigación inmediata, independiente e imparcial de la muerte de 17 personas con ocasión del allanamiento de Curuguaty el 15 de junio de 2012, así como de todos los hechos vinculados que han sido denunciados por las víctimas, en particular torturas, detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales y posibles violaciones del debido proceso, incluyendo en el caso del adolescente condenado y de las dos mujeres en estado avanzado de embarazo en prisión preventiva”. La preocupación del Comité no alteró el ritmo de la necropolítica y así la violencia homicida impune siguió con su tarea destructiva. Los restos que quedan en el camino, aún pueden denominarse estado social de derecho, democracia, sociedad, justicia?
4.Esa colonia nuestra de cada día.
Cuando el filósofo camerunés, AchilleMbembe, elaboró la noción de necropolítica (2006) , buscaba comprender cómo la muerte es una tecnología específica, de origen colonial, de gestión de determinadas poblaciones en el mundo. Por ello analizó aquellas prácticas que producen muertes a través de un ejercicio sistemático de la violencia y el terror sobre determinadas poblaciones. Esto es el necropoder que siempre e indisolublemente se liga con el racismo que, a su vez, encuentra su origen en las experiencias coloniales donde la condición de esclavo resulta de una pérdida triple: la pérdida de un ‘hogar’, la pérdida de los derechos sobre el propio cuerpo y la pérdida del estatus político. Y así, la necropolítica se constituye como una política diferenciada que tiene por fin la masacre poblacional y que desborda los límites de la estatalidad.
Curuguaty, entonces, como punto de inflexión de la necropolítica en Paraguay que entró “en lo más específico del espíritu colonial apenas en el siglo XX. Sólo en este siglo se da la liquidación definitiva del usufructo de la tierra por el campesino y del indígena, que pasa en su totalidad a manos privadas” y es así que “las mismas tierras públicas que fueron usurpadas por Domingo Barthe y reivindicadas posteriormente por el Estado paraguayo, reaparecen en el centro del conflicto agrario en el 2011, en las tierras de Ñacunday, hoy convertidas en desiertos de soja. Los personajes y el contexto cambiaron: Domingo Barthe se trasmutó a Tranquilo Favero, brasilero, rey de la soja, utilizando la misma modalidad de acumulación por apropiación de tierras públicas; también en este caso la elite política exalta el enclave y desde el Estado se favorece la apropiación por extranjeros de bienes públicos y se vilipendia a campesinos paraguayos. Se trata de la misma historia que se repite, otra vez como pesadilla” . Pesadilla que avanza como una depredación terrible: en el período 2002 al 2008 la agricultura campesina perdió más de 38 mil fincas y 613 mil hectáreas; en el mismo período el Informe Chokokue registraba 28 casos de campesinos víctimas de ejecución arbitraria o desaparición forzosa; por su parte, en sólo un período de ciclo productivo -2003 y 2004- la agricultura empresarial creció en cerca de 400 mil hectáreas a costa de las tierras pertenecientes a la agricultura campesina .
5.Buscar el no infierno.
Pensar Curuguaty, por tanto, a cuatro años de lo ocurrido en Marina Kue, implica pensar desde el centro espeso de la necropolítica, espacio donde las ficciones conocidas como Estado social de derecho, democracia, justicia, derechos humanos son – como en toda cultura colonial- desconocidas y negadas porque lo colonial no escucha, monologa. Curuguaty es el horror porque es el retorno – si es que entre nosotros alguna vez se retiró – de la vieja soberanía en un contexto capitalista/post colonial con su modo de funcionamiento arcaico, tortuoso y mortífero. Hoy busca seducirnos con su grotesca utopía: ser la China de Sudamérica. Curuguaty nos sigue pasando e interpela profunda y radicalmente a nuestros modos de vida, de resistencias y de propuestas otras. “Contra la cadaverina no hay resurrectina”, sentencia Yo el Supremo pero la vida siempre encuentra su camino. Quizás por eso Marco Polo recuerda al Gran Kan que existen dos manera de no sufrir el infierno que vivimos todos los días: “La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”. Pensar Curuguaty hace valer la pena optar por esta segunda manera. Optar por la dignidad, le dicen.