Agencia La Oreja Que Piensa. 2013. Por Susana De Luca
La raíz social de la mayoría de la población es de clase baja ya que está conformada por mestizos, inmigrantes, jornaleros, obreros, asalariados, peones, laburantes, etc.
La mayoría de los inmigrantes europeos que llegaron a América fueron en su entrañable Europa marginados, el excedente social, a tal punto que cayendo al mar lo único que les quedaba era hacerse la América como premisa, norte y guía de su proyecto, no con la idea de pertenecer que el romanticismo nostálgico nos inculco, para que viviendo acá siempre mantuvieran su mirada a esa Europa que los tiro a su suerte.
Estamos en una situación de crisis, ya que el cambio es crítico en su inicio. Las presiones son para que creemos y creamos en el cambio, pero esto genera una situación aún más crítica, la de la franja que también pertenecientes al grupo de los abusados por el capitalismo hacen toda la fuerza por sostenerlo, porque es para ellos en su condición de “cipayos” más digno convencerse que son parte del grupo del poder( aunque se les vaya la vida en sostener este disfraz), que verse en situación de marginales, porque como buenos alumnos de la sociedad discriminatoria aprendieron e hicieron profundamente carne la idea de vergüenza y miedo en la pertenencia al grupo social más abusado( en este juego de la negación es donde la transformación de abusado en abusador se filtra sin dar muestras consientes a quien la ejerce, esto hace tan importante el hecho de asumir cada rol).
Grupo del que sus ancestros formaron parte y tal vez ellos mismos.
Pero en esta inconsciencia de no entender, de comprar pescado podrido en bandeja de plata, (que podrá estar muy podrido pero si la presentación es refinada seguro es buena, como pasaba en Francia con los perfumes y las pelucas, creaciones útiles para tapar la mugre de los etiquetosos señores burgueses muy ostentosos ellos pero solo en apariencia distintos a los pobres que despreciaban, con respecto a la mugre unos la vivían por elección y la mayoría por que no les quedaba otra), de la vergüenza, del escapar del dolor que significa el ser abusado y marginal, la anestesia del consumismo nos hace sostenedores de lo que nos maltrata.
Los comerciantes abusan de su poder remarcando los precios para los que el poder adquisitivo es más bajo se hace imposible llegar a cubrir la canasta alimenticia aunque sea básicamente, el gobierno no puede regular los precios ya que esto significaría el desabastecimiento de tales productos, ya estamos bastantes claros, aunque sea todavía difícil verlo en su plena dimensión, la finalidad de la especulación a este nivel, siempre generara una sensación muy negativa en los consumidores y lo que este descontento significa y genera( la historia nos da más que muestras claras de como terminaron estos manejos de la derecha y como la clase media que solo pierde su capacidad de consumo, vende el país y el pueblo a la tiranía conservadora e imperialista, para sacarle hasta la última gota de sangre).
La creación de la sensación de fracaso y frustración que se establece por la derecha a través de los formadores de opinión, la radiación mediática, es levantar el techo del consumismo para generar una profunda sensación de inseguridad.
Con las frases “el dinero me posibilita un status que pone en peligro mi seguridad” o aunque la pueda pagar siempre hay algo más sofisticado que “tengo que lograr”.
Estos paradigmas que se enquistan en nuestro pensamiento hasta convencernos de que son necesarios, “nuestros”, para sentirnos vivos y existentes son los que benefician a unos pocos que nos ven como nutritivos animales de sacrificio, haciendo que el esfuerzo del hombre y la mujer -que debería ser para su beneficio y el de su comunidad- se viabilice, como en tosa situación colonial, en ganancia para el colonialista y solo para él.
¿En este punto cual es nuestra actitud? Ser cipayos adhiriendo al discurso criticón y fatalista, manejándonos en las posibilidades que nos plantean los que quieren que todo siga igual. Esta violencia tiene una picardía; el verdadero violento siempre a los ojos del otro es la víctima y el violentado es el que se ve como violento cuando reacciona en defensa de su dignidad.
Por esto es importante que veamos que la verdadera violencia se está manifestando en los que critican sin razón ni sentido, sin entendimiento, por el solo miedo de compartir un lugar social y para que no sea tan trabajoso para ellos el poder abusare de los que consideran en diferente situación.
Cambiará el paradigma para que nos situemos en el lado del pueblo al que pertenecemos, que nos identifica con nuestros orígenes, del lado de los que están pudiendo apenas, ganando ese lugarcito que los hace MUJERES y HOMBRES dueños de su realidad y parte de esta sociedad que está siendo para TODAS y TODOS porque nos descubre, nos integra, nos iguala y dignifica.
Desde siempre reclamar nuestros derechos fue visto como una desprolijidad, la expresión del reclamo de los que son marginados en cualquiera de sus formas (en esto no hay condición social que escape en cualquier estamento que este debajo del poder, se condiciona de esta forma, ya que el poder ejerce en la opresión su mayor fuerza.
Eso sí, es educada, refinada y culta, de una prolijidad intachable. Con la razón que le da el saber
Una opresión lecteriana que anestesia y deja a la víctima en una actitud de aceptación, defensa y adhesión consiente. Pero internamente genera una revolución, por defenderse y reaccionar, que es callada y reprimida por los buenas costumbres.
Transformándolos en frustrados victimarios de quienes son iguales o consideran inferiores.
Por eso la pirámide donde se paran los pocos y que sostenemos todos, mascullando bronca y reprimiendo resentimientos, poniendo de enemigos a los que nos consideran dignos, la tenemos que soltar, sin dudarlo más, sin temor y con convicción. Porque nuestro verdadero enemigo es el que denuncia a quienes son iguales y nos consideran como tal, como enemigos, transformando realidades deformando conciencias y dejándonos obnubilados en la mentira.
Reconozcamos nuestra pertenencia más allá de lo que se instituye como vergüenza, del sufrimiento o del dolor ya que la política en Latinoamérica está dando un giro hacia una sociedad en favor de sus habitantes. El trabajo de hoy es hacer que quienes componen la Patria Grande se reconozca parte y pertenezca para poder crecer todos y todas en igualdad.