Agencia La Oreja Que Piensa. Por Martín Fedele
A VIVIR QUE SON DOS DIAS. Esta vez la excusa no fue la presentación de un nuevo disco. Esta vez la misa fue misa en sí misma. Casi dos años sin Carlos Alberto Solari sobre un escenario, ese lugar que tanto conoce y más disfruta. Como en Tandil-2010, donde se dio el gusto de versionar a Manal y Pescado Rabioso (inolvidable homenaje a las raíces del rock argentino), esta vez el Indio convocó a sus huestes para ofrendar canciones de “todos los tiempos” en el vasto abanico del artista.El concierto distinguió en la gran cantidad de “gemas” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota que se oyeron en la noche: un record para las últimas presentaciones de Solari: 17 sobre un total de 27 temas.
ESOS OJOS DE QUIÉN SON. El recital dio comienzo con “Luzbelito y las sirenas”, una de esas canciones que estremece apenas intuida. Y así fue, nomás: centenares de miles de fieles saltando al son de esa marcha infernal. El Autódromo San Martín rendido a la magia del Indio Solari.
“La vida sin problemas es matar el tiempo a la bobo” cantaba la indiada reunida al pie de la montaña. Y los problemas iban a ser muchos esa noche: una temperatura oscilando en los cero grados, un viento filoso y feroz, y una lluvia que se transformó en agua-nieve, hicieron de la velada el caldo de cultivo ideal para saltar y bailar, para calentar el pavito, para masticar el frío marginal, para faulear y arremolinar como nunca, desafiando y venciendo la inclemencia cordillerana. Y así fue, nomás. Y el Indio agradecido a la fidelidad de sus fieles…
“El templo de Momo” fue la segunda canción de la noche, venida del último disco de Los Redondos; otra perlita ricotera nunca antes interpretada por Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado.
El Indio se la dedicó a los chicos del Colegio N° 21: “Ellos saben por qué”, dijo… Y también dedicó un “la puta madre” al viento que “me está cortando la garganta” y “me congela la lengua”.
Y otra vez las gracias a sus feligreses: “Sabemos todo lo que han soportado para estar esta noche acá”, insistió.
Alistando las primeras canciones de su etapa solista, el anfitrión se despacha con “Ceremonia durante la tormenta” (casi un título para la noche) y “Torito es muerto”, ambas del último disco de Solari, El perfume de la tempestad.
Todo como salido de un ajustado guión…
¡DETENGANME! ¡DETENGANLOS! El primer gran impacto en la noche llegó de la mano de “Todo preso es político”, una auténtica sorpresa salida del disco de Los Redondos Un baión para el ojo idiota, editado en 1987: terrible desafío para los memoriosos que no saben hasta dónde remontarse en el tiempo para afirmar cuándo fue la última vez que alguien escuchó esta canción en vivo. “El ascensor ya subée / Tu confesión ya subée” coreaban las huestes del Viejo Patricio.
En la misma senda tronó “La hija del fletero”, clásico de Los Redondos al cual el Indio suele visitar desde los primeros conciertos de su etapa solista: Una canción tan linda e infinita como lo demuestra la emoción que despierta en el público: miles y miles que se dicen cualquier cosa…
Mientras el viento helado sigue apaleando arriba y abajo del escenario. “Yo no sé cómo hacen los guitarristas para mover los dedos”, confiesa el Indio. Pero los guitarristas y la banda (toda) parecen burlarse de los garrotazos del frío: Están ocupados en otra cosa, brindando un concierto de antología: Están haciendo historia.
El recital avanza con “El tesoro de los inocentes” del disco homónimo de Solari editado en 2004 y “Pedía siempre temas en la radio” del disco Porco Rex, de 2007, segundo en su cosecha personal. Entonces irrumpe “El arte del buen comer” (también conocido como Pituca) para desatar un nuevo brote volcánico: “Y en su coco siempre hay un petardo”, cantan. Todos.
Y así llega el turno de “Vuelo a Sidney”, del citado Porco Rex, dando por cerrado el primer segmento del show… Los músicos se retiran del escenario y los plomos se suben para secarlo: El agua es mucha: La pasión por el Indio también…
Y en Mendoza (ahora) lo saben.
PA’ FINISTERRE ME VOY. De regreso en escena Solari dispara otra de las sorpresas de la noche: “Ahora vamos con un tema que no tocamos hace mucho”, advirtió, y la máquina de ruidos abrió paso a “Las increíbles andanzas del Capitan Buscapina en Cibersiberia”, track apertura del disco Ultimo Bondi a Finisterre de Los Redondos; convirtiendo al autódromo en una monumental pista de baile y haciendo lucir a Los Fundamentalistas en todo su esplendor: Una bola de sonido atropellando al viento…
Del mismo disco (y también por vez primera) llega “Gualicho”, encantadora canción ricotera, quizá la última gran canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota; por estructura melódica, por la calidez de su letra, por su estribillo, por los arreglos de guitarra, esta canción reúne la pasta típica para ser considerada un himno de Los Redondos; una canción llena de esos inconfundibles latigazos, únicos de la poética-Solari: “Rajando del amor / Detrás de un beso nuevo”, “Las despedidas son / Esos dolores dulces”, “No quiero verte más / Será así mi ceguera”.
Pero las canciones de aquel disco editado en 1998 no corrieron su golpe-de-suerte. Se cuentan con los dedos de una mano las oportunidades en que fueron presentadas en vivo por Los Redondos, separados en el año 2001: Entonces, el valor simbólico de estas canciones cobra nuevo sentido en la noche mendocina. Y más aún cuando las huestes reunidas cantan eso de “Puede ser chaparrón / Pero también tormenta” alzando sus puños al cielo de lluvia.
LA LIBERTAD ES FANATICA. “Somos una ciudad”, dice el Indio, en alusión a la multitudinaria movilización llegada de todo el país y de países vecinos. Y otra vez un agradecimiento: “Esto no lo voy a dejar de agradecer jamás”, repite; y desde abajo se devuelve el mismo cariño en forma de vítores y aplausos…
En tanto la lluvia tiene ganas de ser nieve, se abre un nuevo set de Ricota: “Yo caníbal” sacude la noche al ritmo frenético de esta canción emblema; esa que cuenta cuentos al ir a dormir, esa que cuando el fuego crezca quiere estar allí. Esa misma que enloquece la misa… Luego, otra grata sorpresa en forma de blues, el último “estreno-ricotero” de la noche: “Blues de la libertad”, del disco Luzbelito, interpretada por Los Fundamentalistas con soberana maestría. El Indio se lo dedicó a Deborah Dixon, corista de la banda, “una blusera de putamadre”, anunció el líder, y cantó eso de Mi amor, la libertad es fiebre, es oración, fastidio y buena suerte… Arrimada a la lista de temas en los últimos conciertos “La Murga de la Virgencita” relaja a la masa de feligreses que bulle compacta y sonora.
El viento arrecia…
Y la lluvia ya no es lluvia: ahora es agua-nieve.
VOLVIENDO TO GRINGOLANDIA. El Indio siente el trajín de la noche cuyana: la gola está rota.
Es entonces donde la banda que lo sostiene demuestra que está para estos trotes de viento y lluvia escarchada: Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado ratifican su chapa de músicos brillantes: Baltasar Comotto y Gaspar Benegas, “Los Reyes Magos”, en guitarras, ilustres, como siempre; Sergio Colombo en saxo y Miguel Tallarita en trompeta, magníficos, ambos, en su noche consagratoria; Hernán Aramberri y Martín Carrizo atrincherados en sendas baterías; Marcelo Torres en el bajo, galopando; y Pablo Sabaraglia en teclados: Todos afilados para iluminar la noche. Una banda de rock como no hay otra en estas tierras australes…
Del último disco del Indio llega “Vino Mariani” para calentar cuerdas, parches, platillos y bronces: Mendoza es una fiesta…
¡Toda la gran oferta de un fino anfitrión!
El Indio da pie a “Pabellón séptimo” recomendando el libro de Claudia Cesaroni Masacre en el pabellón séptimo, investigación que hecha luz sobre el mal llamado “Motín de los colchones” del 14 de marzo de 1978, en la Unidad 2 del penal de Devoto, donde fueron masacrados más de 65 presos comunes. “Para quienes tengan el hábito de la lectura”, apuntó Solari, “se los recomiendo, cómprenlo, y se enterarán de las verdaderas razones de la masacre que hubo en ese pabellón”.
La noche es un film; el relato de Horacio.
En un tono intimista, cómplice, Solari arenga: “Están volviendo los compatriotas de esos exilios a los que fueron a buscarse un mejor futuro. Porque el futuro quizás ya no está allá. El futuro quizás está acá”. Dijo. Y nos conquistó; mientras los primeros acordes de “To beef or not to beef” acarician almas y conciencias.
Estas dos últimas canciones, de 2004, paridas en el disco debut de Solari, confirman el sitial de privilegio que han sabido ganarse en cada concierto: Todos las saben. Todos las cantan.
UNA LLUVIA QUE REALMENTE MOJA. El nuevo empellón ricotero llega de la mano de “Un ángel para tu soledad”, firme en cada concierto de Los Fundamentalistas, desatando un momento de extrema emoción: 160 mil almas arremolinadas bajo un manto de lluvia.
Todos miden su acrobacia: Y saltan: Todos tienen su secreto.
La misa está en llamas…
“¿Tienen ganas de rocanrrolear un poquito?”, consultó el Indio a la tropa. Y la tropa agradecida: “Rock para el Negro Atila” y “Divina TV Führer” encadenados en un torbellino de puro pulso rockero: El autódromo ruge, como enjaulado: Parece mentira, pero está sucediendo: ¡Cómo no se nos ocurrió!
… La banda se retira nuevamente a camerinos.
Y los plomos otra vez a secar el escenario…
“Como esto siga así este tema se va a hacer carne”, anuncia el Indio, dando paso al novel canto de guerra de Solari y sus muchachos del Aire Acondicionado: “¡Todos a los botes!”. Tremendo. Demoledor.
Y otra vez la sabia ricotera para sacudir Mendoza: “Mariposa Pontiac – Rock del país” y “El pibe de los astilleros” hacen temblar esa tierra adiestrada en lidiar con temblores… Y esto no es chacota: El nazareno de Cuyo todo lo puede.
EL MONTAJE FINAL. Manteniendo el programa de canciones de sus últimos conciertos, Solari y Los Fundamentalistas se despiden con el esperado “Juguetes perdidos” de las banderas rojas y negras, seguido del festivo y marchoso “Flight 956” de los contestadores sin chequear: Celebradas canciones de diferentes épocas, de distintas bandas, pero con un mismo don de seducir audiencias; canciones bellas, como un resplandor.
Y ya sabemos: Dios no está en los detalles de hoy…
Todos conocemos el final. Lo estamos palpitando. Las luces del autódromo se encienden… Y así llega la imbatible “Ji Ji Ji” de todos los tiempos, de todas las edades, “el pogo más grande del universo”, provoca el Indio desde el escenario. Y la imagen (allá abajo) parece darle la razón, es en verdad realmente entretenido…
El Indio vuelve a agradecer la fidelidad de los fieles.
Y se va…
Entonces, ya no llueve. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado, decía el viejo Borges. Y estaba en lo cierto: Estas cosas, ahora, son como si no hubieran sido.