Agencia La Oreja Que Piensa. Por Carol Calcagno (*) Mayo 2024
Desde Mataderos a Europa, el trayecto que Marcelo Mascaró realizó para llevar adelante su pasión por el rugby, logra ser uno de los primeros argentinos afrodescendientes que jugó en el exterior. Por medio de esta entrevista logramos saber parte de su historia.
-¿De qué manera se dieron tus primeros pasos asociados al deporte?
-Tenía 10 años cuando el rugby me empezó a interesar, había visto por televisión una película en blanco y negro de Jerry Lewis, lo mostraban jugando futbol americano. Supuse que era similar al rugby, aunque hay muchas diferencias entre ambos deportes, a pesar de que la pelota sea parecida.
Mi abuelo materno me contó que en el Club DAOM, que en ese momento era municipal, jugaban rugby; y él, al ser municipal, pudo anotarme.
-¿Quiénes te acompañaron?
-Eran épocas complicadas para que un chico de clase laburadora pueda acceder a este deporte. Mis padres trabajaban y yo tenía que ir de Mataderos, Los Perales donde estaba mi casa a Bajo Flores, más exactamente detrás del Cementerio. Al principio me llevaba mi abuelo, a veces me acercaba mi papá, más adelante continúe yendo solo.
Todavía era chico, tenía 10 años, llevaba mi bolsito y tomaba el colectivo desde avenida Del Trabajo y Tellier (hoy avenida Eva Perón y Lisandro De La Torre) hasta avenida Varela. Ahí subía al colectivo 132 hasta la terminal que estaba a dos cuadras del club, había veces que iba caminando.
Mi madre me apoyaba mucho, me acompañaba cuando no trabajaba. Hubo momentos en que me era difícil ir, pero siempre intentaba encontrar la manera, ya que los sábados por la mañana se jugaba afuera.
-¿Cómo continuo tu formación?
-Seguí sin parar, desde más grande entrenaba y trabajaba. Aspiraba a llegar a lo más alto que podía, a pesar de ser un chico afrodescendiente, de clase trabajadora, proveniente de un barrio popular como Los Perales.
No fue sencillo el camino, el deporte era muy elitista, clasista y racista. Hoy por hoy no ha cambiado demasiado, a pesar del esfuerzo de muchos por romper los esquemas.
Tenía mis rutinas armadas, salía a correr a las cinco de la mañana, antes de ir a estudiar y trabajar. O llegaba a la una de la madrugada de estudiar e iba a correr. Entrenaba como podía o bien en el taller donde trabajaba o en el gimnasio, siempre buscaba un lugarcito para evitar perder el entrenamiento. Por suerte tenía el polideportivo municipal frente a mi casa, donde pasé toda mi infancia y adolescencia, en ese lugar tuve la oportunidad de utilizar todas las instalaciones.
Contaba con el apoyo de los directores de turno, de ese modo fui formándome como representante en diferentes disciplinas. Armaba mis entrenamientos con caja de herramientas, las de antes que eran muy pesadas, más los bancos, piedras, troncos, también con los famosos elásticos de ejercicio Titán, hoy a este entrenamiento lo llaman funcional.
-¿Cuál fue el motivo que te impulsó a viajar al exterior y continuar con tu carrera en otro país?
-Tomé la decisión de emigrar porque sabía que hiciera lo que hiciera o jugara como jugara, por mí origen nunca iba a poder representar al país en el seleccionado. Me cruzarme con el Sr. Enrique Salas del Club Manuel Belgrano, él pudo conocer mis cualidades deportivas aparte de formar una buena amistad. Enrique me comentaba cuando me convocaban para las preselecciones, aunque no siempre me podía avisar con antelación, eran los años 80 y 90.
Solo pude asistir a dos, dado que mi club no me avisaba o según ellos no les llegaba la información.
Hasta que desde Australia y España le pidieron a Enrique un jugador con mis características. Llegaron primero los representantes de España, entre agosto y septiembre del 90, me vieron jugar y les gustó.
Conversamos y a los 15 días marché hacia el viejo continente, fue el 27 de septiembre, dejé todo en Argentina, nunca había salido del país, solo tenía 200 dólares, mi maleta con lo justo y necesario, el bolso de juego con ropa de entreno, botines, los tapones de 22 mm, más las ganas e ilusiones de triunfar sea como sea.
Fui el primero del Club San Cirano en emigrar y a posteriori jugar para un seleccionado extranjero. En esos momentos casi nadie emigraba, ¡era una locura! Hoy veo que fue el comienzo para que muchos chicos de otras clases sociales puedan hacerlo.
-¿Cómo se fue forjando tu camino en España?
-Cuando llegué a España me encontré con una realidad distinta a la que imaginaba, el rugby no era muy difundido y el panorama no era fácil, pasar por el desarraigo más los rótulos de extranjero, sudaca y afro.
Luché por demostrar mi capacidad, había pocos jugadores rentados- profesionales, entonces arreglé con el sponsor del equipo, jugaba a cambio de un puesto de trabajo. La prensa de esos momentos me catalogó como el jugador exótico que había llegado de otro lugar para darle aire al equipo.
Yo me encontraba con la exigencia de trabajar mucho para encajar, por suerte me tocó un muy buen grupo de jugadores y directivos del Club El Salvador de Valladolid, ellos me ayudaron a establecerme y a cambio di todo lo mejor de mí.
Salimos campeones invictos de La Liga 90/91, cosa que jamás había pasado en el rugby español. El acuerdo cubría tres temporadas, pero el sponsor se retiró a la primera y quede a la deriva.
Pensaba regresar a la Argentina completamente desairado cuando tuve la propuesta de jugar en Madrid, donde hice un paso fugaz por el CAU de Madrid en el año 91 y luego pasar al Club Liceo Francés, parte del 91 hasta el 93, quien me arropó y tuve la oportunidad de salir Sub Campeón dos veces, años 91/92 y 92/93, más tener la suerte que me convocaran para representar a España… así ya estaba cumpliendo mi sueño.
En esa etapa empezaron a llegar muchas invitaciones para jugar en otros países europeos: Italia, Inglaterra, Escocia y Francia.
Entonces comencé a jugar como invitado en equipos y selecciones no oficiales hasta que llegué al Club La Moraleja de Madrid, que luego pasó a llamarse Alcobendas, esto fue en el año 94, ahí jugué hasta retirarme a los 41 años de alta competición, en el año 2005.
-¿Qué similitudes y diferencias encuentras con el rugby de hoy en día?
-Hoy la mayoría de los jugadores son atletas con una preparación física estupenda. Antes éramos pocos los que entrenábamos con pesas y que sumábamos entrenamientos fuera de los días que nos tocaba en el club.
Se ve más dinamismo en el juego, es mucho más rápido y explosivo, se cuida mucho al jugador a pesar de ser un deporte de fuerte contacto, antes era un poco desordenado en los puntos de contactos, se jugaba con mucha vehemencia, pero también más descontrolado.
Hoy la tecnología tiene importancia relevante tanto en el desarrollo del juego, como en los jugadores para mejorar día a día su performance. A nivel social y de integración, se está haciendo mucho esfuerzo para que no existan brechas, pero en la realidad local, vez que lamentablemente todo se sigue manejando como antaño, con el amiguismo, si perteneces o no a tal club, clase o lugar, sin contar lógicamente el color o el lugar de donde provenís.
-Actualmente, ¿de qué modo estás conectado con el deporte?
-Estoy yendo con amigos a dar charlas y clases de rugby a las cárceles y a los barrios. Busco transmitir mi experiencia y destacar que los sueños se pueden lograr con trabajo y esfuerzo, más allá del lugar de donde uno venga. También voy a los clubes para dar una mano en los entrenamientos y motivar a los jugadores.
Acompaño a mi hijo que ha elegido la misma carrera que yo, cosa que me pone muy feliz, a él como a todos trato de compartirles consejos, vivencias y herramientas para su desarrollo e intentando evitar situaciones negativas que me han pasado.
(*) periodista y escritora