Agencia La Oreja que piensa. 2013. Por Iván Ponce
Hace un tiempo Carlitos Tévez brindó una entrevista al programa Tiki Taka, que se emitió por Italia Uno y reprodujo el sitio Calcio Mercato.
En la entrevista el actual jugador de la Juventus reflexionó sobre su niñez y adolescencia y todo el esfuerzo que tuvo que realizar para llegar a primera división y consolidarse.
Recordando su vida en el Fuerte Apache Tévez señaló que “Cuando un chico se dedica de lleno al futbol, no tiene oportunidad de pensar en otras cosas y hasta se olvida de la pobreza” y añadió “Yo fui afortunado de elegir el camino del futbol.
Lamentablemente mi mejor amigo decidió elegir otra vida a los 14 años” quizá refiriéndose a Darío Coronel, conocido en el fuerte como el guacho Cabañas, amigo intimo de Carlitos, quien se suicidó en el 2001 a la edad de 17 años luego de una persecución policial.
Coronel era, al igual que Tévez, un crack, que lamentablemente fue seducido por la vida delictiva.
Inmediatamente, luego de leer la nota del ex jugador de Boca no pude dejar de preguntarme ¿Cuántos jóvenes como Tévez, con sobradas condiciones para dedicar su vida al futbol profesional han quedado a mitad de camino debido a su pobreza? ¿Por qué Carlitos pudo escapar de la marginalidad y convertirse en uno de los jugadores más exitosos del mundo y otros con sus mismas condiciones futbolísticas no?
Porque si de algo estamos seguros es que en los barrios, especialmente en los más marginados, sobran jugadores talentosos. Debemos reconocer que el recorrido de la extrema marginalidad a la mega fama del apache fue una excepción, como tiempo atrás lo fue René Houseman, y hasta el propio Diego Maradona entre otros.
El sentido común sostiene que los jóvenes con proyección en el mundo del futbol que no llegan a cumplir su objetivo no lo logran por su falta de responsabilidad y compromiso para entrenarse.
Es decir, por indisciplinados y vagos. Aunque para afirmar esto tendríamos que aceptar como coherente que los futbolistas con el pasar de los años se conviertan de jugadores pensantes y técnicos en deportistas atléticos y tácticos que deben pasar su tiempo entrenándose para rendir por encima de sus límites.
Sin embargo desde otra perspectiva podríamos argumentar que la principal barrera que separa a estos jóvenes de sus sueños son sus recursos y condiciones materiales. Su pobreza.
La falta de monedas para el viaje de todos los días. La mala alimentación. La continúa frustración extra futbolística que afrontan.
Si no cuentan con el apoyo económico de la familia deben trabajar o re buscársela de otra manera para auto financiarse la carrera.
Si tienen la “suerte” de convivir con otros jóvenes en la pensión de un club pierden el apoyo cotidiano y fundamental de la familia.
Además de todo esto deben convivir irremediablemente con los intereses económicos de representantes, empresarios, técnicos y padres adinerados que cada vez más buscan invertir su dinero en las inferiores y en el mundo del futbol.
Son víctimas de la estratificación social, del ambiente cruel de sus barrios marginados y del ambiente del futbol en el que se encuentran sumergidos.
De circunstancias que son ajenas de su voluntad y de la cual muy pocos pueden escapar.
Carlos Tévez es aquella persona que se ha escapado de la pobreza y se ha convertido en una estrella del futbol profesional a escala global.
Las mujeres suspiran por él, los niños quieren imitarlo, los sectores populares lo idolatran y los sectores poderosos lo utilizan como ejemplo de que en el sistema es posible salir de la marginalidad y en poco tiempo convertirse en un ser exitoso.
El caso Tévez es la excusa que utiliza el sistema para justificar tanta desigualdad aunque su destino sea una excepción y no algo cotidiano.
Lo cotidiano es que aquel que nace pobre está condenado a vivir pobre porque carece de las herramientas que le pueden permitir su ascenso social aunque tenga las condiciones para hacerlo.
También el discurso de Tévez está impregnado de una construcción que desde hace tiempo edificaron los porta voces del sistema que vinculan la pobreza con la delincuencia.
El jugador sostiene que si no hubiese sido deportista hoy llevaría a cuestas una vida delictiva. Pero es falso que barrios como el Fuerte Apache u otros barrios marginales excluidos del sistema sean un hormiguero de delincuentes.
No todos tienen la mala fortuna de terminar como el guacho Cabañas que también es una excepción. Muchos jóvenes terminan trabajando en otra actividad que seguramente no es aquella que soñaron cuando eran pichones.
Detrás del apache (que por fortuna podemos disfrutar ya que es un oasis de buen futbol entre tanta mezquindad) hay millones de sueños rotos que no pudieron alcanzar sus anhelos.
Quizá por falta de condiciones, también algunos por falta de compromiso pero fundamentalmente la gran mayoría por falta de recursos para poder dedicarse de lleno a cumplir su objetivo.
Por ello Tévez es una excepción. Aunque a los amantes del buen futbol nos encantaría que las canchas estén llenas de pibes con alma de potrero.