Agencia La Oreja Que Piensa. Argentina. Julio 2009. (Por Rosa María Torres)*
Concejo de la escuela para piojos
Los piojos son incectos que molestan.
Los piojos pican mucho.
Ay piogicidas muy buenos.
Después de lavarnos la cabeza nos pasamos el peine fino.
Leticia Yerolami
Barrio La Teja
Montevideo, Uruguay
Esto es lo que escribió en su cuaderno Leticia Yerolami, una niñita uruguaya, a la consigna de “tema libre”. Haciendo uso de su insospechada libertad para decir sobre un papel, escogió –de los infinitos temas posibles—hablar de los piojos, de su relación con ellos y de lo que se sabe de ellos. Decoró la página con unos lindos dibujos de piojos pequeños y grandes, y encerró todo dentro de un recuadro pintado con lápices de colores.
Si a los niños se les permitiera escribir libremente, escribirían las cosas más inesperadas. Porque lo harían sobre lo que piensan y sienten, sobre lo que saben y ven, con esa misma frescura con que piensan y sienten, con esa misma ingenuidad con que saben y ven, y con esa espontaneidad con que se expresan y comunican.
Si los niños pudieran escribir libremente darían rienda suelta, por supuesto, a eso que los adultos denominamos “imaginación infantil” (cuidadosamente alimentada y controlada por la fantasía adulta): hadas madrinas, reyes y princesas, pócimas mágicas, animalitos que hablan y se comportan como gente de verdad, castillos encantados, gigantes y enanos, elefantes con alas, gatos azules, viajes extraordinarios.
Esto es, seguramente lo que la maestra de Leticia esperaba, lo que quieren encontrar maestros y padres en una redacción escolar: el tema infantil, el cuento de hadas, la primorosa anécdota familiar, el testimonio cándido, el mundo rosado y dorado visto a través de los ojos ingenuos del niño.
Pero –como bien lo saben los maestros—dejar a los niños escribir en libertad,
creativamente y sin asunto predeterminado, significa invitarles a poner sobre el papel no sólo sus ilusiones y sueños sino también sus penas y temores, sus frustraciones y pesadillas.
Si los niños pudieran escribir libremente, nos hablarían de monstruos y serpientes, de cachetadas, insultos, castigos, falta de afecto,
Incomprensión, soledad, tristeza.
Sabríamos acerca de la pelea con el amiguito, el cero injusto de la maestra, la agresión del papá, la ausencia de la mamá. A través de las redacciones infantiles veríamos, con la claridad y nitidez de una película de dibujos animados, los problemas más acuciantes que afectan a la familia y a la
sociedad de hoy: pobreza, hacinamiento, insalubridad, trabajo infantil, maltrato, violencia, machismo, autoritarismo, alcoholismo, abuso, drogas, acoso sexual, violación cotidiana de derechos, guerra.
Si los niños pudieran escribir un “tema libre” escribirían mucho más y mucho mejor, porque hablarían de sus cosas, de lo que les interesa y les afecta. Pero sería muy peligroso. Por eso, el sistema escolar –de común acuerdo con los padres de familia y con toda la sociedad– decidió hace mucho instaurar la copia, el dictado y las planas como modos institucionales de escritura infantil, seleccionar para los niños un conjunto de temas escolares universales.
Por ello, desde que usted y yo fuimos a la escuela, y hasta el día de hoy, los niños escolares siguen escribiendo la composición sobre “La vaca”, “¿Qué hice en mis vacaciones?”, “Mi primer día de clases”, “El día de la madre”, “El día del padre”, “Mi maestra”, “Mi bandera”, “Mi escuelita”.
En: Espacios para la lectura. Órgano de la red de animación a la lectura del Fondo de
Cultura Económica. México. Año II, núms. 3 y 4, 1996. Pág. 22
Rosa María Torres*
Lingüista, pedagoga y activista social con vasta experiencia en las áreas de la enseñanza,
la investigación y la asesoría. Actualmente trabaja desde su propio instituto - Instituto
Fronesis y es Secretaria Regional para América Latina y el Caribe de la World Culture
Open (WCO).
En Ecuador, fue Directora Pedagógica de la Campaña Nacional de Alfabetización
“Monseñor Leonidas Proaño” (1988-2000) y Ministra de Educación y Cultura (2003),
designada por el Movimiento Plurinacional Pachakutik. En Nicaragua (1981-1986) trabajó
como consejera en el Viceministerio de Educación de Adultos y luego como coordinadora
del Proyecto Regional de Educación Popular y Comunicación en la Coordinadora
Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). Después de la Conferencia
Mundial sobre Educación para Todos (1990), pasó a trabajar en UNICEF-Nueva York
como Asesora Principal de Educación y editora de UNICEF’s Education News (1991-
1996). Fue Directora del Programa para América Latina y el Caribe en la Fundación W.K.
Kellogg (1996-98), donde desarrolló la Iniciativa de Educación Básica “Comunidad de
Aprendizaje”, que llevó y continuó en IIPE-Unesco Buenos Aires (1998-2000).