Agencia La Oreja Que Piensa. Por Sonia Aban (*)
Expresarse acerca de la movida cultural hace pensar en el término movida, que pareciera un despectivo de Movimiento. Pero si el uso de comillas sirve para insertar un término de otro lenguaje en uno vigente, vale referirse a una “movida” que hurga en un espacio que queda vacante o se fabrica adrede.
Así, entonces, podemos pensar la Cultura como esa producción mediática que nos invade en forma de música en los supermercados, igualdad de sonido en todas las emisoras, velocidad de imágenes en las pantallas, estereotipos en la gráfica callejera, marcas en las ferias de ropa, humor viralizado en los celulares, megaproducciones locales o visitas del exterior inalcanzables para la mayoría. Triste. Poderoso. Real.
Pero, la resistencia cultural existe. Imperceptible para quienes manejan los grupos de difusión. Y, entonces, la Cultura toma forma de colectivo de artistas que se autogestionan, de performance para despertar conciencia ante un reclamo espontáneo ante la injusticia, donde florecen cantautores y dramaturgos, grupos de Teatro con compromiso, de grabación de disco independiente, de ópera popular, de memes despertadores en las redes, de teatro comunitario, de charla-debate, de club de cine, de red solidaria, de rap de tren, de murga, de videoarte , de talleres barriales de artes. Maravilloso. Salvador. Posible. Real.
Así planteada, como una dicotomía más, parece una lucha perdida. Sin embargo, es una “movida” que sigue resistiendo, aprendiendo de su poder, perdura la Cultura ancestral precolombina en nuestros días –¡ y vaya, si la han avasallado!- , se busca en el Romanticismo de la Francia del siglo XVII o XX, forma y se forma, se encuentra en la “movida” que subsiste a pesar de que han mancillado unas generaciones deliciosas, de que las redes sociales nos juntan mentirosamente en micromundos de “amigos” y “seguidores” y la era digital hace que la publicidad se vea prácticamente igual en producciones industriales que independientes, creando una peligrosa fantasía…
Tal vez, un artista independiente no pueda llenar una sala todos los fines de semana, pero está instalada la conciencia de agruparse y proponer tardes y veladas compartidas. Y sigue. No estuvo ni está vencida.
Así como el sonidista necesita de los auriculares, o el muralista se cruza la vereda, para apreciar un resultado, agradezco haber podido alguna vez encontrarme agradeciendo el estar en un lugar (espacio-tiempo) único e irrepetible donde el Arte es.
(*) Cantora. Comunicadora social.