Agencia La Oreja Que Piensa. Por Silvia De Pierro (*)
Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz hace 40 años, en un tiempo en que la Argentina estaba viviendo una dictadura feroz y sangrienta. América Latina toda estaba sumergida en una ola de represión, tortura y muerte.
Pérez Esquivel nació en 1931 en el barrio de San Telmo, donde concurrió a colegios de formación católica. Durante algunos años vivió con su abuela que le hablaba en guaraní de la historia y tradiciones de los pueblos de América Latina. Siendo niño ya mostró interés y habilidad para la escultura; es así que, posteriormente, concurrió a la Escuela Nacional de Bellas Artes y a la Universidad Nacional de La Plata, donde se recibió de pintor y escultor. También, allí conoció a Amanda Guerreño, su esposa y compañera de siempre.
Desde muy joven, Adolfo se inclinó por el compromiso social que concretó a partir de su participación en movimientos sociales de base. En 1973, fundó el periódico “Paz y Justicia”, un vocero de la defensa de los Derechos Humanos. Más tarde, se lo designó como Coordinador General del Servicio de Paz y Justicia para América Latina.
El principio rector de su acción siempre fue la no violencia, en la línea de Gandhi y Martin Luther King. Sin embargo, Adolfo no desconoce el uso de la violencia en determinados contextos en el caminar de los pueblos y explica la misma, aunque no la justifica, como un recurso válido (1). Reconoce que no es lo mismo la violencia del opresor que la de los oprimidos (2). Buscando la raíz, descubrimos que la madre de todas las violencias es la miseria, como dijera Helder Camara (3).
En 1980, le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz, que recibió, no en su nombre sino por los que siempre había luchado, los pobres, los marginados, los indígenas, los obreros y campesinos. Este galardón fue un duro y sorpresivo golpe a la dictadura ya que ésta siempre había intentado ocultar lo que realmente estaba ocurriendo en el país. Ya llevaba cinco años de asesinatos y desapariciones de militantes políticos, sociales, sindicales y estudiantiles y todxs aquellxs que tuvieran una voz crítica a la situación imperante y que aspiraran a construir un mundo mejor. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y los organismos de Derechos Humanos eran especial objeto de persecución por sus reclamos de justicia y aparición con vida de sus familiares.
En América Latina, la Operación Cóndor, en el marco de la estrategia de Estados Unidos en la Guerra Fría, articulaba la represión entre los gobiernos militares en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil.
Adolfo Pérez Esquivel fue encarcelado en varias oportunidades en distintos países, también en Argentina, en 1977, cuando estuvo 14 meses en prisión y otros 14 en libertad vigilada.
Posteriormente, en años sucesivos, fue designado miembro del Comité Ejecutivo de la Asamblea Permanente de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, del Tribunal Permanente de los Pueblos, la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, entre otros. Participó en numerosas misiones de paz internacionales y en la resolución de conflictos en diversos países.
Sus palabras siempre son de esperanza y de amor en la búsqueda de la liberación de los pueblos.
1. Pérez Esquivel, Adolfo, Caminar…junto a los pueblos. Experiencias no violentas en América Latina, Lugar Editorial, IDEAS – Instituo de estudios y acción social, 1995, pág.11.
2. Idem. pág. 11.
3. Idem. Pág. 13.
(*) Profesora de Inglés y Educadora Popular. Colabora en el Equipo de Pueblos Originario del SERPAJ.