Agencia La Oreja Que Piensa, Por Lucrecia Cuesta. (*)
“…Todavía en los años 1910 a 1915 el cine constituía un acto vergonzoso…”
Desde entonces el espectador cinematográfico, sin duda gana algunos títulos de nobleza y esnobismo.
Por qué?... “Los fantasmas de la pantalla tienen quizá otra cosa para enseñarnos que sus fábulas de risas y lágrimas”.
Una nueva concepción del universo y nuevos misterios del alma. A veces bueno, a veces malo. Dios es la fuerza de lo que ha sido, el peso de lo adquirido, la voluntad conservadora de un pasado que pretende perdurar.
A veces malo, a veces bueno, el diablo personifica la energía del devenir, la esencial movilidad de la vida, la variancia de un universo en continua transformación, la atracción de un porvenir diferente y destructor tanto del pasado como del presente.
Abrimos el proceso.
“El cine se declara culpable, continúa Jean Spstein…”
Porqué culpable ?.
Culpable de disolver la forma en movimiento, la permanencia en el devenir;
Culpable de dislocar el espacio, el que ya no podrá ser pensado como euclidiano;
Culpable de acelerar, de relentizar, de invertir el tiempo, de sacarlo de quiero;
Culpable de atentar contra la razón y privilegiar la fantasía, el sueño y una sentimentalidad intensa y directa;
Culpable de destruir todos los dualismos;
Culpable en fin de disolver la persona o ponerla en duda…abramos el proceso entonces…
El cine se declara culpable sin culpa, alegre culpable.
El film aparece entonces como el vehículo de los signos más aptos para ser conocido por todo un pueblo, como un medio de persuasión igualitario y democrático en el más alto grado.
Hasta la próxima!!.
(*) Periodista y abogada.